Culiacán, Sin.– Bajo la sombra de un árbol, tres hombres se refugiaban del sol en el bulevar Francisco I. Madero. No hablaban de partituras ni de nuevas canciones, sino de sobrevivir. Entre ellos discutían si valía la pena seguir en la música o abandonar de una vez lo que por décadas dio identidad y fiesta a Sinaloa.
Una tambora, recargada como un anuncio en espera de clientes, parecía exhibir el ocaso de un oficio que alguna vez llenó bodas, quinceañeras y bautizos. A lo lejos, una trompeta dejó escapar “El Niño Perdido”. La melodía sonaba triste, como si acompañara el luto silencioso de las bandas que, desde el 9 de septiembre de 2024, comenzaron a desaparecer de las calles y los escenarios.
Una unidad de la SEDENA pasa frente a los locales cerrados.
“Yo creo que ha caído un 80 por ciento”, dijo Jaime Leyva, integrante de la Banda La Famosita. “De tener dos eventos a la semana, a veces apenas llegamos a dos al mes. Y antes eran cinco o seis horas; ahora mucho tres. Tuvimos que recortar personal para poder ganar algo”.
La Francisco I. Madero ya no es la avenida de los trombones ni de las tarolas. Las oficinas, que antes se contaban por decenas, hoy lucen clausuradas, con cortinas bajas, rótulos de “se renta” y camionetas que se oxidan en el olvido. Donde había vida y grupos de músicos afinando instrumentos, solo queda un silencio incómodo.
“Esto era la cuna de las bandas aquí en Culiacán. Ya se acabó. La mayoría entregó, son pocas las que siguen. No sale para nada, ni para la renta”, lamenta Julián Iribe, de la Banda Tierra Blanca.
Algunos resisten en la zona con la esperanza de que regresen los días de gloria donde las fiestas iban acompañadas de música de banda.
El panorama no es solo de abandono, también de miedo. El pasado 6 de junio, el local de la banda Dos Hermanos fue rafagueado. El ataque no dejó heridos, pero sí un mensaje: la música también se volvió vulnerable.
Gerardo Vega, con 37 años tocando en La Plebeyada, lo resume con cansancio.
“Todo esto se está muriendo. Nunca había visto algo así. Tuvimos que entregar el cuarto, y hasta nos quisieron subir la renta. No hay cómo”.
Los números son demoledores. Antes de diciembre, los grupos presumían hasta 80 fechas separadas. Hoy apenas suman tres. El público también cambió, muchos de sus clientes dejaron Culiacán, otros prefieren fiestas discretas, a puerta cerrada.
- En la entrada de lo que alguna vez fue la oficina de una banda de banda, hoy luce abandonado.
- Camionetas rotuladas con nombres de agrupaciones que hoy ya no existen permanecen estacionadas sobre el bulevard.
- Los letreros de renta se ven por toda el bulevar.
“La gente ya no se anima. Hacen fiestas privadas y más cortas. Ya no nos piden como antes y si nos piden, hay música que pues ya no la tocamos. Nos sentimos con la pata en el pescuezo”, dice Julián con un suspiro que suena a despedida.
El bulevar Francisco I. Madero, alguna vez calle de músicos y escaparate de la tambora sinaloense, se quedó en silencio. Y con él, la duda de si la música de banda sobrevivirá a este tiempo de ausencias.
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