Culiacán, Sin.- Patricia Montes Vázquez camina con paso seguro por los pasillos de la Universidad Autónoma de Occidente. Reconoce el sonido de las puertas, la textura de las paredes, el cruce donde siempre alguien le ofrece apoyo porque las banquetas están mal niveladas. Ella aprendió a cantar antes de comprender lo que significaba enfrentarse a un público. Hoy es egresada de las licenciaturas en Ciencias de la Comunicación e Inglés por la Universidad Autónoma de Occidente (UAdeO), y maestra titular del taller de canto en la misma institución.

Patricia tiene ceguera total bilateral. Desde muy pequeña, la música fue su refugio: a los cuatro años ya cantaba, y a los ocho, un festival escolar le reveló que su voz podía emocionar al público. Ese descubrimiento marcó su vida.

Su camino profesional ha estado lleno de retos. Entre 2016 y 2018 condujo un programa de radio propio, pero al no ver avances en su carrera, decidió buscar nuevas oportunidades, incluso en la frontera del país. Sin embargo, al no encontrar eco a sus aspiraciones, regresó a Culiacán, donde las calles del centro se convirtieron en su nuevo escenario.

Micrófono en mano, comenzó a cantar entre el bullicio del centro como una forma de expresión artística y también de sustento. 

Gracias al respaldo del taller de música y de la anterior rectoría de la UAdeO, en 2020 logró integrarse formalmente como docente del taller de coro.

“Para las personas con discapacidad es algo complicado, ¿no? De repente, conseguir un empleo formal no es tan fácil. Después de salir de la universidad, estuve colaborando con ellos en eventos y otras actividades. Y fue así que, el 6 de enero de 2020, ingresé aquí como maestra”, comparte.

Fue durante la pandemia que asumió el liderazgo del taller de canto, un reto mayúsculo que implicó adaptarse rápidamente a las plataformas digitales.

“Fue difícil porque todo era con plataformas. Tuve que entrar a un grupo de tecnología para personas ciegas para aprender a usarlas, porque no sabía cómo”, recuerda.

Patricia durante una clase.                                                                                                                                                                                                              FOTO: CORTESÍA

 

Este proceso de aprendizaje le permitió dar clases en línea y mantener vivo el arte coral incluso en los momentos de confinamiento.

Desde entonces, ha formado a varias generaciones de jóvenes estudiantes, demostrando que la verdadera limitación no está en la vista, sino en la falta de oportunidades.

Patricia no busca ser vista como un caso de superación personal. Pide ser reconocida por su trabajo, no por su condición visual.

“No es malo decir ‘ciega’ o ‘persona con discapacidad visual’. Lo que sí está mal es reducirnos a eso. Queremos que nos reconozcan por lo que hacemos”, asegura.

 

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