Por Karen García / @karen_gdlt

 

¿Qué pasa cuando los horarios de clases, el trabajo, la recreación y la economía le impiden a quien estudia acceder a algo tan básico como la comida? ¿Qué cambiaría si los centros universitarios de la Universidad de Guadalajara (UdeG) implementaran comedores universitarios?

Esta es una de las peticiones que la Asamblea Estudiantil Interuniversitaria entregó a las autoridades de la UdeG en el “Pliego Petitorio General de la Amables Interuniversitaria de la Universidad de Guadalajara”:

4.1.5 Implementación de comedores subsidiados en todos los centros universitarios.

La alimentación es un derecho básico para garantizar el desarrollo intelectual, social, emocional y físico de quienes integran los espacios universitarios.

En la Universidad de Guadalajara cerca del 52% de las y los estudiantes viven inseguridad alimentaria en sus hogares. La implementación de comedores pretende atender las necesidades económicas de la comunidad estudiantil, ofreciéndoles una opción accesible y adecuada para su alimentación durante la jornada académica.

Por ello, y según lo establecido en el Artículo 183 del Reglamento Interno de la Administración General de la Universidad de Guadalajara, párrafo II, se ha solicitado que se destine el presupuesto y los recursos necesarios para la construcción y operación de comedores universitarios, que cuenten con las medidas sanitarias y nutricionales adecuadas para garantizar la seguridad alimentaria y la calidad nutricional de los alimentos a un precio accesible.

Hasta ahora lo que se ha otorgado, en algunos centros universitarios (como CUSUR, CUCOSTA, CUTonalá), son becas para recibir un desayuno o comida sin costo, de lunes a viernes dentro del horario de servicio que ofrecen las cafeterías ya instaladas. En promedio, se dan entre 100 y 125 becas alimentarias, lo que consideran los comités estudiantiles que no es suficiente.

No sólo es el hecho de asistir a clases, realizar tareas o exámenes, hay otros retos que atraviesan quienes deciden y pueden estudiar una carrera en una universidad pública. Desde despertar muy temprano por las mañanas para trasladarse en un transporte público colapsado, hacer de dos a tres horas de trayecto al centro universitario, trabajar para pagar el material para las clases, intentar mantener una vida social e individual o el simple hecho de decidir entre ahorrar para el transporte o comer.

Para una persona que estudia en un centro universitario foráneo, el grado de dificultad y retos aumentan. Dejar la ciudad de origen, la familia, las amistades, el entorno conocido, llevando a cuestas el deseo de cumplir las metas profesionales. Pero eso no para ahí. Encontrar una vivienda digna, convertirse una persona adulta independiente, aprender a administrar los gastos entre transporte, materiales, servicios, alimento y en ocasiones, buscar empleo.

En entrevista para ZonaDocs, Michelle Sánchez, Benjamín y María Elena, estudiantes del Centro Universitario de la Ciénega (CUCiénega) en Ocotlán, Jalisco; uno de los centros regionales con mayor población foránea (según datos del medio universitario “Gaceta UdeG”, el 80% de sus estudiantes son provienen de otra ciudad o estado), expresaron que “la hora de la comida” la viven diferente desde que estudian allí.

¿Qué significa e implica la comida para quien estudia en un centro universitario foráneo?

María Elena, estudiante de periodismo, originaria de Yurécuaro, Michoacán, comentó que sus días giran alrededor de planear qué comerá, pues los horarios de sus clases están dispersos durante todo el día. Esto implica para ella tener que preparar el fin de semana sus comidas para no tener que recurrir a comprar y gastar en alimentos fuera de casa.

“La alimentación es un punto importante para mí, por mi energía, por mi historial médico.”, expresó María Elena.

Es una situación similar la que vive Benjamín, estudiante de ingeniería mecatrónica, originario de Pajacuarán, Michoacán. Para él, la comida es la parte más esencial de su día, sin ella “no se puede mantener”.

“En mi primer semestre intenté cocinar en mi departamento, pero mis tiempos entre la escuela, entre la recreación, entre tareas no me daba. Y opté por comentarle a mi mamá que, si ella me podía enviar comida de mi casa, de mi rancho. Y fue la mejor opción.”, explicó Benjamín. Optimizando sus tiempos y reduciendo sus gastos.

Para Michelle Sanchéz, estudiante de ingeniería industrial y originaria de Monclova, Coahuila; desde que es una “pequeña adulta independiente y foránea” la comida tomó un significado diferente. Lo que antes era el momento más valioso de su día, un espacio para disfrutar, se convirtió en una necesidad.

Entre los tiempos de clases y trabajo, la comida se volvió algo difícil de atender tres veces al día. Lo que la lleva a realizar una o dos comidas diariamente, afectando su salud con dolores de cabeza y su rendimiento escolar.

“La comida la percibo como una necesidad porque sé que si no como me va a doler la cabeza o si no como voy a estar más cansada de lo normal, pero no la percibo como algo gustoso de mi día. Ya mi cuerpo se acostumbró, hay veces que ni siquiera me da hambre.”, expresó Michelle.

Esto no solo conlleva un desgaste emocional, sino también económico. Pues hacer la despensa semanal o quincenal, consumir alimentos dentro de la universidad o en alrededores, en el que los precios no son accesibles para el presupuesto de estudiante, la comida deja de ser un placer.

Para María Elena, el 50% de su presupuesto se va en comida, mientras que para Michelle ronda entre el 25% a 30%. Lo que limita sus actividades de recreación, de adquirir materiales e, incluso, de tener un recurso económico que les permita regresar a su lugar de origen de forma frecuente.

Los gastos son aún mayores cuando no se puede regresar a casa a cocinar y a comer, obligándoles a consumir dentro de la cafetería de la universidad, en negocios de los alrededores de la escuela o de los productos que los mismos estudiantes venden. Unos más accesibles que otros.

“Cuando no puedo regresar a mi casa y me terminé mi lonche, o me quedo más tiempo de lo previsto en la uni, optó por comprar fuera, porque en la cafetería no hay mucha variedad y por lo que te ofrecen, siento que los precios no son tan justos.”, expresó Benjamín.

“Normalmente, si es que tengo un rato libre, me vengo a mi casa y preparo mi desayuno, pero generalmente yo compro en la universidad tacos. Y pues un desayuno, que yo normalmente consumo solamente una comida comprada al día, generalmente me gasto 60 a 70 pesos aproximadamente.”, comentó Michelle.

“Cuando consumo fuera de mi casa voy a la cafetería que está dentro de la uni, a los puestos de tacos o de los mismos estudiantes que venden comida. Esta suele ser la opción más barata (la vendida por los estudiantes) porque suele estar en menos o alrededor de 30 pesos, pero no es lo más saludable para mí.”, expresó Maria Elena.

¿Qué pasaría si en la universidad se instalará un comedor universitario? ¿Cómo cambiaría tu dinámica con la comida?

La instalación de un comedor universitario en la universidad, sobre todo en centros regionales, los cuales tienen una gran población estudiantil foránea, implicaría un cambio en las rutinas alimenticias. Decreciendo los gastos, facilitando los tiempos de comida y teniendo una opción digna y accesible a un derecho básico. Podría, incluso, en opinión de quienes compartieron sus experiencias “incrementar la energía y su rendimiento académico”.

“Yo creo que sí cambiaría muchas cosas y yo creo que comería a diario ahí. A lo mejor no las tres comidas, pero sí sería una diaria. Me ahorraría también muchísimo dinero que tal vez podría empezar a ahorrar para comprar cosas que a veces me piden en mi carrera como unos audífonos especiales para hacer a lo me voy a dedicar. Podría comprar más material.”, comentó María Elena. Además, agregó que el estrés de planear sus alimentos y prepararlos durante el fin de semana, a la vez que realiza tareas, disminuiría significativamente.

“En el aspecto económico siento que las personas que no tienen la dicha de que sus padres puedan apoyarlos con cierta cantidad de comida, como en este caso yo, siento que también es un gasto que en cierta manera se puede reducir”, expresó Benjamin.

“Suponiendo que el comedor universitario estaría en las mejores condiciones y que sería comida digna, yo sí creo que consumiría y que obviamente abarcaría un muy grande decremento en mis gastos destinados a la comida”, narró Michelle.

Sin embargo, Michelle y Benjamín expresaron, desde una mirada crítica, la incertidumbre sobre cómo funcionaría un comedor universitario en un centro como el CUCiénega, cuestionando si éste cuenta con la infraestructura para atender a su alumnado con alimentación digna. Ya que, la diversidad de estudiantes requiere de una diversidad de alimentos, desde opciones veganas, saludables, hasta otros que consideren a quienes tienen alguna alergia alimentaria.

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