Culiacán, Sin.- Era un día normal para Roberto Nava López, como lo habían sido desde hace 54 años. Llegó en su guayina modelo 1969 a la calle Rafael Buelna, esquina con Ruperto Paliza, donde ha laborado entre el trajín de la calle durante todo ese tiempo.

Ahí tiene instalada su carreta de mariscos, hecha de madera y la cual ha resistido las inclemencias del tiempo de manera férrea. De pronto acuden a él y le dicen que es acreedor a un reconocimiento público y de un apoyo económico.

De la mano del presidente municipal de Culiacán, Juan de Dios Gámez Mendívil, recibió el Premio Coltzin al Mérito Ciudadano 2025, en la categoría de adulto mayor en etapa productiva, gracias a su negocio de mariscos en el centro de la ciudad.

“Fue una sorpresa sin esperar, de repente. Cómo no me va a caer bien ese apoyo, hubo pandemia, no pudimos trabajar, luego nos pusimos medios malos porque a todos nos pegó, y ahora aparte estos problemas de la violencia”, menciona en entrevista para Espejo.

Más contento se puso cuando supo que la ciudadana que lo propuso para el premio fue una conocida, Eliza Serrano, nieta de un viejo amigo suyo que falleció hace tiempo, en 1999, el reconocido titiritero sinaloense, Pedro Carreón.

A Carreón lo conoció porque trabajaba en la entonces Dirección de Investigación y Fomento de Cultura Regional (DIFOCUR), hoy Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC), dependencia que se encuentra a espaldas de su carreta.

“A mí me propusieron, fue Eliza Serrano, nieta de un amigo mío, de Pedro Carreón, el titiritero. Aquí trabajaba él en el ISIC, por aquellos años, DIFOCUR. Aquí me tocó conocerlo. Estamos hablando de hace muchos años, a veces él llegaba a comer aquí conmigo, era chaparrito y muy trabajador”, explica.

Don Rober, como lo conocen popularmente los culichis, tiene 84 años. Es originario de Huejúcar, Jalisco, y llegó a Culiacán un día luego de venir a visitar a un hermano suyo que radicaba aquí. Vio un área de oportunidad en Sinaloa al grado que aquí tuvo a sus 9 hijos.

Recuerda que en ese entonces comenzó su negocio de mariscos con un viejo compañero, Ramón García, ambos lo atendían, pero de igual modo, hace tiempo que falleció, “se nos adelantó”, rememora.

“Me gusta mi trabajo, tengo que seguir haciéndolo, aparte lo hago con ánimo porque hay que seguir estando en movimiento, ese es mi punto de vista, para no tuirme, de estar aburrido en la casa, preferible aquí”, resalta.

Recuerda que en la pandemia de Covid-19 algunos medios de comunicación de Culiacán lo habían dado por muerto, “una víctima más del virus”, decían. Ahora solo lo toma como broma y explica que posiblemente ese malentendido surgió porque tuvo que irse tres meses a encerrar a su casa derivado del confinamiento sanitario.

“Me dieron por muerto. Quién sabe qué pensarían, había pandemia y era lo más fácil pensar, porque estaba la pandemia sin respeto a nadie”, sostiene.

Sin embargo, don Rober destaca que seguirá viniendo a su carreta de mariscos hasta donde tope, ya que si “le para, se tuye”, y se va a acabar de arruinar en su casa, mejor se mueve, dice. Pone su cerebro a actuar aunque sea despacito y los músculos a moverlos para que lo ayuden a agilizarse.

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