La presencia en Culiacán el 3 de octubre del secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Julio Berdegué Sacristán, para analizar necesidades del campo sinaloense que intentará recuperarse de la sequía que el ciclo anterior suspendió los cultivos de granos alimentarios, quedó en un intercambio de opiniones e ideas sin algún planteamiento concreto de parte del funcionario federal.

Los agricultores habían fincado expectativas más positivas respecto al encuentro con el titular de la SADER ya que una semana antes la presidenta de México, Claudia Sheinbaum Pardo, anunció la reunión de los productores con Berdegué Sacristán para establecer acciones y mecanismos que hagan rentable la próxima cosecha de maíz estimada en más de 3 millones de toneladas.

A reserva de que el primer acercamiento entre el secretario y alrededor de 30 agricultores y líderes de sector represente la voluntad para sacar al campo de la crisis repetitiva por los bajos precios de las cosechas y los caros insumos de producción, esta mesa de coordinación debe actuar bajo el principio cardinal de que la agricultura carece de tiempo para desperdiciarlo en la enunciación de programas de apoyo que difícilmente se traducen hechos.

La administración federal que encabezó Andrés Manuel López Obrador asumió como política pública el abandono a la labranza de la tierra hasta que esta actividad económica tocó fondo y tuvo que entrar al rescate el gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, con estimulo local de 750 pesos por tonelada de maíz, recursos desviados en detrimento de la inversión pública social.

El agro de Sinaloa debe jugar un rol estratégico en el logro de la meta trazada por la presidenta Sheinbaum para que en 2026 el país produzca 25 millones de toneladas de maíz blanco no transgénico.  Aunque Julio Berdegué no trajo una señal de aliento para los maiceros, habrá que esperar las reuniones siguientes para determinar si éstos continúan cosechando atrasos o les llega el tiempo donde les sea rentable volver a ser el granero de México.