Culiacán, Sinaloa — El campo sinaloense sigue siendo uno de los motores económicos del estado, pero enfrenta una crisis de la que se ha hablado en los últimos cinco años, pero no se ha resuelto: cada vez se produce más con menos tierra y menos agua.

Esa es la paradoja que muestra el más reciente informe del Consejo para el Desarrollo Económico de Sinaloa (CODESIN), una radiografía del sector agropecuario que expone tanto los logros como los riesgos de depender de un modelo que se está secando.

“Entre 2012 y 2024 la superficie sembrada en Sinaloa se redujo en un 35.0%, mientras que la superficie cosechada disminuyó en un 33.6%. Esta disminución no solo refleja una contracción en la actividad agrícola, sino que también está estrechamente vinculada al creciente problema de disponibilidad de agua en el estado”, se señala en el documento que fue presentado al Gobierno del Estado previo a la aprobación del Plan de Siembra 2025-2026, en el que se duplicó la superficie destinada para la producción de maíz, el producto que más necesita agua.

 

La producción agrícola depende de la crisis hídrica

 

Aun con la reducción de superficie cosechada, Sinaloa sigue aportando casi el 7% del valor total del campo mexicano, ubicándose como el tercer estado más productivo del país, solo detrás de Jalisco y Michoacán. Sin embargo, el 82 % de las tierras de Sinaloa dependen del riego, y esa superficie genera casi todo el valor agrícola estatal, por ello que la sequía permanente que se ha tenido desde 2020 ha sido un factor determinante para el sector.

“En el estado de Sinaloa, para el año 2024, el 82% de las hectáreas sembradas corresponden a cultivos de riego, mientras que el 18% restante son de temporal. No obstante, el 96% del ingreso agrícola proviene de la agricultura de riego, y solo el 4% se genera a partir de cultivos de temporal”, advirtió el CODESIN.

 

La sequía ha obligado a productores a sembrar solo donde hay agua, dejando fuera miles de hectáreas en los valles y la sierra. La crisis hídrica no solo limita los cultivos, sino que también ha redefinido el mapa agrícola del estado.

La desigualdad, otra crisis agrícola en Sinaloa

 

Solo seis cultivos concentran más del 70 % del valor agrícola: maíz, chile verde, tomate, papa, frijol y garbanzo. Estos son considerados aún como los de mayor rentabilidad económica por su valor en el mercado, sobre todo en el mercado hortícola en Estados Unidos.

De hecho, Sinaloa lidera la producción nacional de garbanzo, tomate rojo, chile verde, pepino y mango, pero la mayor parte se exporta o se vende sin procesar.

Se trata de volúmenes impresionantes de productos con poca o nula transformación local, lo que significa que las ganancias principales se quedan en otros eslabones de la cadena.

Pero detrás de las cifras exitosas hay contrastes profundos y desigualdades entre municipios.

Por ejemplo, Culiacán, Guasave y Ahome concentran casi la mitad del valor total, mientras que en Badiraguato, Cosalá o Concordia la actividad agrícola es mínima, prácticamente dependen más de programas sociales como Sembrando Vida, que, a la fecha, sigue sin ofrecer un valor de mercado más allá del que se pueda realizar entre comunidades.

La desigualdad también se refleja en el empleo: casi el 90 % de las personas que trabajan en el campo son hombres, la mayoría sin seguridad social y en condiciones temporales.

En el documento hecho por CODESIN se reconoció que el futuro del agro dependerá de repensar todo el modelo de producción, pues el modelo actual es insostenible.

“Sinaloa cuenta con un notable potencial aún por desarrollar en el sector primario… No obstante, para capitalizar este potencial, es indispensable adoptar una visión más amplia, moderna e innovadora de la actividad agropecuaria… Solo así será posible transformar el campo sinaloense en un sector estratégico capaz de dinamizar el crecimiento económico regional y fortalecer su competitividad.”

El verdadero reto para el CODESIN es producir más sin agotar el agua, apostar por la agroindustria local y migrar hacia prácticas sustentables, es decir, seguir sembrando como siempre o aprender a producir con lo que queda de agua.

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