Culiacán, Sin.- El término incel podría sonar ajeno, importado, como otro modismo pasajero de internet. Pero detrás de esa etiqueta, abreviatura de involuntary celibate, o “célibe involuntario” se esconde una de las expresiones más extremas de la crisis de masculinidad contemporánea: hombres jóvenes que, incapaces de establecer relaciones afectivas o sexuales, canalizan su frustración hacia el odio contra las mujeres.

El fenómeno incel, nacido en Estados Unidos y Reino Unido durante el apogeo de la era digital en el año 2000, surgió cuando hombres jóvenes comenzaron a agruparse bajo una misma idea: que el mundo moderno estaba diseñado para humillarlos.

Al principio, sus comentarios en comunidades digitales como Reddit o 4chan parecían simples desahogos adolescentes. Pero, con el tiempo, se convirtieron en un caldo de cultivo para el odio hacia las mujeres. En esos espacios, la incapacidad de tener una pareja o el rechazo romántico comenzaron a interpretarse como responsabilidad directa del género femenino.

El fenómeno ya empieza a manifestarse fuera de las pantallas y se ha extendido hasta México. La prueba más alarmante fue el asesinato ocurrido entre las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): Lex Ashton, un estudiante de 19 años, apuñaló a Jesús Israel, un adolescente de 16 años, y dejó tras de sí una colección de mensajes en redes sociales que replicaban el discurso incel.

“Soy escoria”, escribía. “Nadie me quiso pero ya veran”. En su entorno digital, esas frases eran recibidas con aplausos y promesas de venganza colectiva: “Haz que las que se burlaron de ti se arrepientan”, se leía en los comentarios de sus publicaciones.

El caso abrió la puerta a la visibilización de la cultura incel en México, una comunidad virtual que mezcla misoginia, victimismo y una narrativa antiderechos que considera al feminismo como el enemigo natural.

Itzel Avilés, antropóloga social y maestra en violencias de género, detalla que los jóvenes que se agrupan bajo esta identidad comparten un sentimiento común: frustración. Además, explica que el fenómeno refleja un choque entre los avances de los movimientos de mujeres y la resistencia de un sistema patriarcal que se niega a perder poder.

“Los incel son una reacción patriarcal al avance del feminismo. Cuando las mujeres conquistamos derechos, surgen respuestas que buscan restaurar el orden patriarcal, en el que las mujeres somos propiedad.

Estos jóvenes crecen sin espacios para hablar de lo que sienten. No se les permite llorar (…) Cuando las mujeres dejan de cumplir los roles tradicionales, ser madres, esposas o cuidadoras, ellos se quedan sin dónde sostener su identidad y a lo que se les tiene acostumbrados”.

Los incel no se ven a sí mismos como agresores, sino como víctimas. Desde esa posición, justifican la misoginia como defensa.

La soledad y la sexualidad reprimida terminan convirtiéndose en terreno fértil para el resentimiento. En internet, esa rabia se valida, se comparte, repite y amplifica.

La relación con la pornografía

Avilés afirma que el consumo de pornografía representa uno de los pilares fundamentales del pensamiento incel y está estrechamente vinculado con la construcción de la masculinidad en contextos como el mexicano.

Desde edades muy tempranas, alrededor de los nueve o diez años,  muchos niños comienzan a tener contacto con este tipo de contenido, muchas veces sin buscarlo, a través de amigos, familiares o adultos cercanos. Este acercamiento es, en muchos casos, lo más parecido a educación sexual que pueden llegar a recibir.

Este acceso precoz moldea su visión sobre las relaciones y el papel de las mujeres en ellas.

“En esos videos, las mujeres no tienen voz ni deseo. No dicen que no. Y si lo dicen, igual son penetradas. Entonces los hombres crecen creyendo que el consentimiento es opcional, que el placer femenino es automático y que el cuerpo de una mujer está para ser usado”, explica Avilés.

Es esta idea generalizada en los videos para adultos la que entra en fricción cuando se sufre un rechazo, ya que, desde su perspectiva, se les está negando algo que, por el solo hecho de ser hombre en una situación sexual, debería serles concedido.

Reaprender la ternura

Para Avilés, la salida no está en el castigo, sino en la educación emocional y el acompañamiento. Es ese mismo sentimiento de soledad y opresión el que termina llevando a muchos jóvenes a identificarse con figuras públicas de ideología misógina, como el influencer “El Temach”, ya que encuentran en ellos identidad y comprensión.

“No basta con campañas que digan ‘no seas machista’. Hay que ofrecer alternativas: talleres, círculos de diálogo, espacios donde los hombres puedan hablar entre ellos, reconocer su dolor y cuestionar sus ideas sin miedo al ridículo.”

Al consultar a la Dirección de Igualdad de Género, Convivencia Escolar y Derechos Humanos de la Secretaría de Educación y Cultura, se registró que aún falta camino por recorrer en esta área. Aunque se realizan talleres sobre “nuevas masculinidades” a nivel administrativo, aún no están siendo aplicados dentro de las aulas.

Lo que la antropóloga propone la es un cambio profundo: enseñar a los hombres a cuidarse, a sentir, a llorar sin vergüenza.

“Hay que reaprender la ternura,  y entender que ser hombre no significa dominar, sino convivir.” concluye.

 

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