Por Édgar Velasco / @Turcoviejo

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No recuerdo qué año era, pero en mi mente la pregunta suena siempre como aquella primera vez: “¿Qué te pasa, Policarpo?”, y lo mismo ocurre con la respuesta, que viene a mi mente como si eso que pasó hace años estuviera pasando ahora mismo: “Oh… me pasa cada vez que lanzo un disco nuevo, Tulio”.

Escribo que no recuerdo qué año es. Y es cierto que no lo sé, lo que sí sé es que definitivamente no era un niño: no podía serlo: en mi memoria son mis hijos los que no se deciden si les gusta el tangananica o el tangananá, los que bailan sin cesar, los que miran admirados como Freddy Turbina por fin le ha sacado las rueditas a su bicicleta y es genial, es inmortal. Y, por supuesto, canto con ellos.

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Es 2025, es 6 de octubre y la pregunta suena en mis oídos como lo hizo aquella primera vez: “¿Qué te pasa, Policarpo?”. Y ahí está de nuevo, como siempre, el presentador del Ranking Top: “Me pasa cada vez que nos invitan al Tiny Desk, Tulio”. La pantalla, hasta ahora en fondo negro con la ilustración de un micrófono y dibujos y letras en blanco, hace una transición y ahí está Freddy Turbina con su bicicleta sin rueditas. Después irán apareciendo a cuadro Tulio Triviño, el presentador de noticias más tonto de la historia; Juan Carlos Bodoque, el mejor reportero ludópata de Latinoamérica; Juanín Juan Harry, el jefe de piso más estresado de los foros de televisión; Patana Tufillo, la mejor investigadora secreta de la región; el conocido periodista Mario Hugo; Guaripolo, el personaje favorito de los niños de… y, junto con ellos, Juan Pablo Sopa, el abogado que habla como idiota; Flor Bovina, la loca de la muñeca; los Viejos Pascueros Acalorados; Bombi el Zombie; el explosivo Dante Torobolino; las latas de Conservia y Salsacia directamente desde el Mar Despénsico… y, junto con ellos, Pedro Peirano y Álvaro Díaz, Pablo Ilabaca y Pedro Piedra, Jani Dueñas y Alejandra Neumann y todo el equipo que acompaña y hace sonar y moverse y bailar a los personajes más queridos del continente: 31 Minutos está en la casa, y en esta ocasión “la casa” es el Tiny Desk, ese entrañable y ya indispensable proyecto de la Radio Pública Nacional (NPR, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos.

No sé ustedes, pero desde el lunes no puedo dejar de escuchar la presentación de 31 Minutos en el Tiny Desk. Ya perdí la cuenta de las veces que lo he escuchado, muchas de ellas de manera consecutiva. Y no debo ser el único: en el momento que escribo esta línea el contador registra 6 millones 96 mil 864 vistas en apenas cuatro días. Esos números son comparables con los que han registrado artistas como Bad Bunny, Billie Eilish, Ca7riel y Paco Amoroso y no muchos más. Siguiente parada: Dua Lipa.

Por si acaso alguien aquí no sabe qué es 31 Minutos ni entiende de qué estoy hablando, voy a tratar de resumirlo, aunque voy a fallar en el intento (hace años, en 2012, escribí un reportaje con su historia y lo que había pasado hasta ese entonces. Lo pueden leer aquí.)

31 Minutos era un programa infantil de televisión hecho con títeres y muñecos. La idea original es autoría de Pedro Peirano, Álvaro Díaz y Juan Manuel Egaña, equipo al que pronto se uniría Pablo Ilabaca como director y creador musical. Se emitió por primera vez en 2003 y tuvo cuatro temporadas (las tres primeras entre 2003 y 2005, la cuarta en 2014). Un año después de su estreno, la cadena Nickelodeon compró los derechos para transmitirlo a escala internacional. A México llegó tres años después de su lanzamiento, en 2006, cuando el Canal Once, del Instituto Politécnico Nacional (IPN), consiguió los derechos. No recuerdo cuándo fue, debió haber sido un par de años después, que yo me topé con unos episodios. No los vi en Nickelodeon ni en Canal Once: me crucé con 31 Minutos a través de C7, del Sistema Jalisciense de Radio y Televisión, que en ese entonces retransmitía algunos programas del canal del IPN.

En este punto me parece importante hacer notar lo siguiente: 31 Minutos nació gracias a que en 2002 sus creadores —Peirano, Díaz y Egaña, de productora Aplaplac— participaron en una convocatoria del Consejo Nacional de Televisión de Chile para obtener financiamiento. Luego, cuando terminó el contrato con Nickelodeon, Canal Once fue el primer canal de televisión abierta en transmitir el programa fuera de Chile. Y bueno, C7 también puso su granito de arena para los que no teníamos acceso a ese canal en aquel tiempo. ¿Qué quiero hacer notar? El impacto que tiene el apoyo del sector público, en este caso el chileno y el mexicano, para empujar y difundir producciones de mucha calidad y que pueden tener gran impacto. ¿Sin ese apoyo y esas ventanas los creadores habrían levantado el proyecto? Muy probablemente sí, pero quizás el camino habría sido más complicado y la difusión habría tenido menos alcance. Esto no es un dato menor en tiempos en que los apoyos a los proyectos culturales y creativos es cada vez menos. Ahora mismo la NPR, también del sector público, está realizando una recaudación porque “los fondos federales para los medios públicos han sido eliminados”.

¿Qué hizo tan especial y tan grande el impacto que tuvo 31 Minutos? Muchas voces coinciden: su éxito tiene las raíces en la manera en que se dirigían a las infancias: no con condescendencia, sino hablando entre iguales; con humor, con sarcasmo, con sus palabras; con guiones inteligentes que abordaban temas cotidianos, tan cotidianos como responder a dónde va la caca cuando uno le echa agua al escusado, o lo qué se experimenta cuando le quitas las rueditas a la bicicleta o se te cae un diente blanco, o cómo se siente cuando te cortan mal el pelo. Y al hacerlo, le habló también a las madres y a los padres de esos niños, o sea, a nosotros: a los adultos que éramos entonces.

Escribí párrafos arriba que 31 Minutos era un programa infantil. Y sí, eso era: pero ya no lo es. O al menos, no como era: en 2008 grabaron una película; desde 2010, giran por diferentes partes del mundo dando conciertos; sus personajes son embajadores de Unicef; son libros; son discos; son un museo; son una segunda película —se estrena en un mes en la plataforma Prime Video— y ahora mismo son uno de los Tiny Desk más exitosos de la plataforma (ha pasado una hora y el contador registra ya 6’139,190 reproducciones… y contando).

¿Por qué enganchó de esa manera a todo el continente la participación de los chilenos? Échense un ojo a algunos de los comentarios 65,830 comentarios (… y contando). Todos son conmovedores. En los 21 minutos con 21 segundos que dura el video los títeres y sus titiriteros nos dieron nostalgia, nos dieron alegría, nos dieron referencias, nos dieron crítica social, nos dieron todo. Porque no se limitaron a repetir lo que han venido haciendo desde hace más de 20 años: una de las cosas que más ha dado de qué hablar es la mordaz crítica que hicieron a las políticas migratorias de Estados Unidos, incorporando un personaje con gorra roja, pelo rubio y forma de lagarto (en referencia al centro de detención Alligator Alcatraz); burlándose de las visas de trabajo y del permiso Waiver con el que los chilenos pueden viajar sin visa a Estados Unidos. También hicieron un guiño al programa Better Call Saul, del universo Breaking Bad.

31 Minutos les cantó a los niños que eran entonces —con los clásicos “Mi equilibrio espiritual”, “Bailan sin cesar”, “Objeción denegada”, “Calurosa Navidad”, “Mi muñeca me habló”, “Arwrarwrirwrarwro” y “Yo nunca vi televisión (y luego sí pero después no)” y les recordó que la difícil realidad, esa que enfrentan ahora que se han venidoconvirtiendo en adultos, también puede afrontarse con humor y música. Y, como han hecho desde el principio, al cantarle a aquellos niños y hablarles a estos jóvenes adultos, también nos cantaron y nos hablaron a los adultos que éramos y a los que somos ahora que bailamos alrededor de los 50 años —con alegría y miedo, con certezas e incertidumbre, con mucha resignación. Nos recuerdan que también podemos bailar con humor.

En los tiempos del reinado de Tralalero Tralalá, Bombardino Crocodillo, Ballerina Capuccina y demás personajes del brainrot italiano construido con inteligencia artificial, los títeres de 31 Minutos son la reivindicación de aquello que cantan en la canción principal del programa: fuera del televisor, de las pantallas, hay “un mundo muy complejo, que estaba en mi imaginación”. Sólo hay que descubrirlo.

El Tiny Desk de 31 Minutos es la demostración, una más, de la frase con la que Juan Carlos Bodoque tranquiliza a Policarpo cuando tiene un ataque de neurosis al ver que él y Tulio están moviendo la consola donde están grabando un disco: “Poli, cálmate: lo que tocamos lo convertimos en un éxito”.

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Aquí pueden darle play para “bailar sin cesar”.