Por Nubia Villaseñor / @nubiavillasenor (IG), Paola Del Río / @pao.delrio (IG) y Montserrat Aburto / @montse.aburtoo (IG)
Fotografías: Cortesía Mirada Tapatía / @miradatapatía

En Guadalajara, Mirada Tapatía se ha consolidado como un referente de colaboración y la diversidad de miradas dentro la fotografía. Este colectivo, creado hace siete años, está formado por fotógrafas que impulsan su trabajo, comparten experiencias y abren un espacio propio frente a un medio tradicionalmente dominado por hombres.

El origen de Mirada Tapatía se remonta a 2018, ¿Cómo surgió la idea de formar un colectivo?

“Surgió de una convocatoria que nos hizo un amigo para un conversatorio en Mérida, Yucatán, del colectivo Viva la Foto. La idea era responder en video a preguntas sobre nuestro qué hacer como fotógrafas en un medio donde mayormente hay hombres. Nos fuimos invitando unas a otras por WhatsApp y nos juntamos 22 fotógrafas para responder”, cuenta Claudia López.

En noviembre de ese mismo año, el colectivo tuvo su primera exposición, Mirada Tapatía, que le dio nombre al grupo. Actualmente está integrado por doce fotógrafas: Ale Cervera, Ale Leyva, Claudia López, Diana de la Mora, Eva Becerra, Elizabeth Barrera, Fabyola Rosales, Mariana Hernández, Miriam Jiménez, María Paula Ríos, Paula Vázquez y Ruth Rosas.

El colectivo ha evolucionado desde entonces, ahora son 12 integrantes. ¿Qué ha significado para ustedes trabajar en conjunto en lugar de individualmente?

“Nos ha dado una ventana de exposición muy padre y muchas oportunidades, tanto en lo individual como en lo conjunto. Hacer proyectos en colectivo nos ha abierto caminos. Somos muchas voces hablando de lo mismo, y eso se multiplica muy fácilmente. Mirada Tapatía es la experiencia clara de que en equipo podemos hacer cosas bien chidas y llegar más lejos. Nos ha cambiado la forma de ver y de hacer fotografía”, afirma María Paula Ríos.

Para Claudia López, la diversidad de opiniones y enfoques es lo que enriquece al colectivo: “Cada quien tiene su estilo y se dedica a distintas cosas, pero lo que nos une es la foto; esas diferencias son claves para que esto funcione”.

Como parte de esa experiencia, Claudia explica que ha aprendido mucho de las otras fotógrafas: “Hemos aprendido a ser más tolerantes, a quitarnos el ego y a entender que no tenemos que saberlo todo para empezar un proyecto”.

Hablando del oficio, ¿Cómo navegan ser mujeres en una industria donde la presencia masculina es predominante?

María Paula comenta que no ha sentido ese rezago, ya que en su experiencia: “No me he sentido rezagada porque siempre le he chingado mucho, la verdad; siempre estoy produciendo contenido y sigo aprendiendo”.

“Yo creo que aquí lo importante es la empatía hacia el ser humano, porque si lo haces con cualquier persona, no tendría porqué haber esta distinción entre mujeres y hombres. Entonces esa parte yo sí la considero importante como persona y fotógrafa”, afirma Claudia.

La experiencia laboral de María Paula la ha llevado a trabajar en espacios donde suele ser la única mujer: “Es verdad que he trabajado en lugares donde, a veces, soy la única mujer en una producción de 20 o 30 personas”.

El mayor logro del colectivo ha sido tener una exposición de puras fotógrafas en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara (MUSA): “Estar ahora exponiendo en el MUSA con Mirada Tapatía es un gran logro. He ido a muchísimas exposiciones ahí y la mayoría son de hombres; es como ‘wow, estamos aquí, abriéndonos camino’”, comenta María Paula.

La tecnología ha transformado la fotografía. Ustedes han vivido la transición de lo análogo a lo digital. ¿Qué extrañan del proceso antiguo?

“A mí me encantaba estar en el laboratorio, revelar los rollos, lo disfrutaba mucho”, dice una. Otra coincide: “Es algo bien bonito. En la universidad nos enseñaron todo el proceso de laboratorio, y es padrísimo, es lo que más atesoro”.

Aunque reconocen las ventajas de lo digital, señalan que el proceso manual ofrecía un aprendizaje invaluable. “En el laboratorio también editabas, pero todo era manual. Decidías qué sobreexponer o subexponer tapando la luz. Era más difícil que Lightroom, pero te daba mucho ojo y entendías la teoría del color desde la química”. Pese a la nostalgia, se han adaptado. “Sentí que tenía que subirme al tren de la nueva tecnología para seguir haciendo el trabajo que estaba haciendo”.

Con la inmediatez de los celulares, cualquiera puede tomar una foto. ¿Creen que esto ha devaluado el arte fotográfico?

“Lo ha cambiado porque hay más accesibilidad, pero no es lo mismo. Nunca se va a igualar un celular a una cámara profesional; es el sensor, los píxeles, la óptica, no le llega”. Aunque admiten que se pueden lograr grandes fotos con  un celular si se tiene “un gran ojo”. La calidad técnica y las posibilidades de edición de una cámara profesional ofrecen valores y tonalidades que un teléfono no puede replicar.

Sin embargo, esta instantaneidad de la imagen ha impactado en la valoración económica de su trabajo. “Es difícil darle un valor a nuestro trabajo porque la gente no lo valora como tal”, para lo que María Paula cita a Jorge Drexler: “Cobra lo que tengas que cobrar, pero hazlo por amor al arte”.

Si tuvieran que hacer un manual para ser fotógrafa en Guadalajara, ¿qué pondrían?

Casi al unísono, responden: “Confía en ti. En tu palabra, en tu sentir, en tus fotos”. También añaden: “Sé perseverante”, “quítate los miedos” y “no esperes a que sea perfecto”. Ale Cervera, otra integrante que se unió al final de la conversación, subraya “Hay que tener paciencia con una misma, no juzgarse tanto y no rendirse fácil”.

“Tener piel gruesa”, señalan entre ellas. “porque en este gremio suelen existir egos muy grandes y eso puede complicar abrirse camino”.

Agregan que en este manual también podría estar el entender que las cosas se van aprendiendo y que, a pesar de escuchar críticas como “ay, está chiquita, no sabe”, es importante asumir que no pasa nada. “Al final son cosas que solo se aprenden con la experiencia: cómo meterte entre la gente, cubrir un evento o resolver cosas en el momento”, explican.

Finalmente, después de siete años de altibajos, ¿por qué siguen en el colectivo?

“Pienso que todavía pueden suceder cosas que ni nos imaginamos, como esto de la exposición en el MUSA”, reflexiona una de ellas. “Me queda claro que con trabajo en conjunto se pueden lograr grandes cosas. En estos tiempos, tener un espacio donde se reconozca el esfuerzo y la dedicación es muy valioso”.

Otra concluye: “Mirada Tapatía nos ha ayudado a hablar más fuerte, con más ganas y sin miedo. Por eso sigo aquí”.

El colectivo invita al público a visitar la exposición de fotógrafas de Jalisco en el MUSA, disponible hasta el 30 de noviembre, y a seguir su trabajo en sus redes sociales, “Colectivo Mirada Tapatía”.

A siete años de haber comenzado como un grupo improvisado de fotógrafas que respondieron un cuestionario en video, Mirada Tapatía se ha convertido en una plataforma sólida de colaboración y resistencia. Entre exposiciones, aprendizajes compartidos y el reto de abrirse paso en un gremio dominado por hombres, las integrantes del colectivo han demostrado que la unión multiplica las voces y que la fotografía puede ser, además de un oficio, una forma de comunidad. Su exposición en el MUSA no es sólo un logro artístico, sino también un recordatorio de que la mirada de las mujeres en la fotografía tapatía tiene fuerza, historia y un futuro en construcción.

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Sigue aquí el trabajo de Mirada Tapatía:
https://www.instagram.com/miradatapatia/