Culiacán, Sin.- Un vendedor de huevos orgánicos vende sus productos en una mesa instalada en la esquina de un parque lineal que atraviesa un canal, a un lado de la calle La Luna, en Villa Satelite. A unos 7 u 8 metros, se encuentra lo que antes era una casa particular. Hoy está afectada en su totalidad por un incendio que la arrasó. En su fachada se observan pequeños orificios de diversos tamaños producidos por impacto de balas.
Casa particular en De La Luna, Villa Satélite.
Otro comerciante de mangos ubicado sobre el camellón del boulevard Sabinos, en La Campiña, ofrece sus frescos frutos a pocos metros de lo que fue un restaurante de sushi, agredido con armas de fuego en las mismas circunstancias que el ejemplo anterior. Ahora su fachada se encuentra tapada por amplios pedazos de madera.
Establecimiento de Sushi sobre calzada de Los Sabinos Ote.
Casos como estos abundan en Culiacán, los estragos de la narcoviolencia producto de una guerra entre facciones no se han reflejado sólo en pérdida de vidas humanas y desapariciones de personas. Otra consecuencia se ve en el aspecto visual de la ciudad, en el deterioro de los espacios públicos y en el daño intencional tanto a infraestructura privada como de gobierno por parte de delincuentes.
Y así es como los habitantes de Culiacán tratan de seguir con sus actividades. Un señor disfruta su café sentado en el Starbucks de la esquina de la Plaza Cinépolis, frente a él, una gran estructura de láminas consumidas por un gran incendio. Se trata del Casino Royal Yak y un parque temático, incendiados en enero de este año.
Casino Royal Yak, sobre el bulevar Pedro Infante.
Otra gran escena de contaminación visual son los vestigios del Teatro Universitario de la UAS, sobre el bulevar Francisco la Bastida Ochoa, o malecón nuevo, en marzo de este mismo año. Del primero caso la Fiscalía General del Estado dijo que fue producido por un corto circuito, hipótesis que despertó incredulidad en un amplio sector de la sociedad. Del recinto de la universidad no se ha dicho ni siquiera que pudiera haberlo provocado, pese a meses del incidente.
Teatro Universitario sobre Francisco Labastida Ochoa o Malecón Nuevo.
La factura que ha pegado a Culiacán va aumentando con los meses. Casas particulares, antiguos centros de rehabilitación, expendios de cerveza, abarrotes, tortillerías y espacios públicos lucen hoy vandalizados, construyendo una memoria colectiva que convive con la violencia. Pareciera un panteón vivo que recuerda a los ciudadanos que esto no ha terminado, que en cualquier momento puede volver a pasar algo malo.
Antiguo Centro de Rehabilitación en calle de Los Aguacates en La Campiña.
Expendio baleado sobre bulevar Las Torres, sector Barrancos.
Vulcanizadora baleada en el sector Barrancos.
“Más que incomodidad, da miedo verlo. Yo no estuve cuando atacaron esa casa, pero siempre pienso que me pudo haber tocado. Es la realidad que vivimos. Ese día no había clases, las suspendieron por otra razón y pasó eso, fue durante el día. Pero ni modo, así nos toca salir; no nos podemos detener por esto, tenemos que seguir trabajando”, relató una mujer que prefirió el anonimato, cerca de la casa dañada en Villa Satélite.
Explicó que ha visto cómo los negocios a su alrededor han ido cerrando; la gente sale menos desde que ese domicilio de La Luna, fue atacado.
En otro punto de la ciudad, un hombre que pasaba por la zona contó que desde hace meses, la señalética de Ferromex, las fachadas de casas e incluso las palmeras han sido vandalizadas por hombres armados. Las pintas hacen alusión a la facción conocida como La Chapiza, con mensajes de apoyo a Iván Archivaldo Guzmán Salazar y a su padre, Joaquín Guzmán Loera.
Señalización de FERROMEX sobre bulevar Paseo Toscana.
“Hay por todos lados, se lo juro, como unas quinientas. Por aquí, por allá, y tenga cuidado, porque ahí andan esos. No me lo agarre de mala onda, pero aquí anda todo el día esa gente. Pasan en bicicleta, en carro, hasta a pie; antes andaban en moto, todo el día vigilan”.
—¿Entonces nadie puede quitar esas pintas?
“Nombre, ¿quién las va a quitar? Si nosotros lo hacemos, nos tablean. Dicen que qué andamos metiéndonos donde no debemos, son capaces de matarnos. Hasta cámaras nos querían poner, no nos dejamos, pero andamos con cuidado. Y tenga cuidado usted también, porque si la ven aquí me van a preguntar quién era y a qué vino. Nomás se para alguien y enseguida vienen a preguntar qué querían. Lo digo porque ustedes, los periodistas, están en peligro. Dios la bendiga”.
Las pintas se concentran en el bulevar Paseo Toscana, cerca de dos torres que marcan el inicio de los desarrollos inmobiliarios Stanza. Ambas fueron baleadas y tienen una pinta en forma de pizza.
Señalización de FERROMEX sobre el bulevar Paseo Toscana.
Señalización del Ayuntamiento de Mazatlán sobre el bulevar Paseo Toscana.
Señalización de tránsito sobre el bulevar Paseo Toscana.
El pasado 8 de octubre, el medio local El Debate publicó una columna donde asegura que elementos de la Policía Estatal Preventiva (PEP) se sienten desprotegidos y no escuchados por sus superiores. Piden ser removidos del sector norte de la ciudad, que hoy consideran de alta peligrosidad, y que sean los militares quienes lo patrullen.
El mapa de casas atacadas, pintas criminales y negocios cerrados es amplio. Para los culiacanenses, convivir con estos vestigios se ha vuelto parte de la rutina: hacer su vida diaria entre los rastros de una guerra que, aunque parezca dormida, sigue respirando en cada muro marcado por las balas.
Acceso a lo que era una bodega, cerca del bulevar Paseo Toscana.
Torre que indica el inicio del desarrollo Stanza, sobre bulevar Paseo Toscana.
A este punto, ¿Quién se hace responsable del rescate de los espacios públicos? ¿Cómo motivar a los particulares a rehabilitar las fachadas de las casas que han sido vandalizadas? ¿Por qué se permite o tolera las pintas que hacen alusión a un bando u otro de bandas criminales? ¿Cómo puede la ciudadanía recuperar el sentido de pertenencia y seguridad en una ciudad marcada por el miedo y el deterioro?
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