El modelo de “hombre fuerte” u “hombre exitoso” sigue siendo un referente de valor social en la vida cotidiana de Sinaloa, aunque en la actualidad, debido al contexto de violencia en el que se encuentra atravesando el Estado desde el 9 de septiembre de 2024, ese ideal ha perdido firmeza, pero continúa siendo una aspiración para muchos jóvenes Sinaloenses que son alcanzados por el imaginario de “Narco glamurizado”.
“Ya no es tan conveniente adoptar ese modelo, porque ahora es más fácil que te agarren o te maten. Pero para el que la sigue librando, sigue siendo rentable”, explica Liliana Tello Segovia, especialista en género y diversidad.
En lugares donde el modelo masculino machista de Sinaloa, donde se ha vanagloriado la figura del “hombre violento, poderoso,el que consigue mujeres y armas fácilmente” ha estado ligado al poder y la violencia, pero esa narrativa puede adquirir matices propios hacia una manera distinta, como sucede ahora con la comunidad de hombres autodenominada “incels”.
En internet circula esa comunidad, integrada únicamente por hombres que se definen a sí mismos como “víctimas de un mundo dominado por mujeres”. Aunque surgió en foros extranjeros, su discurso encuentra coincidencias con la manera en que se ha construido la masculinidad en Sinaloa.
Tello Segovia explica que el discurso incel no parte de la superioridad, sino de la victimización. A diferencia del machismo tradicional, que busca dominar, los incels se conciben como perdedores dentro de un sistema que, afirman, favorece a las mujeres.
Y aunque el fenómeno no se manifiesta de manera explícita en Sinaloa, los patrones de masculinidad que describe Tello Segovia permiten identificar paralelos culturales que vuelven relevante ponerlo sobre la mesa.
Incels y la justificación de la violencia
El pensamiento incel puede no presentarse con su nombre, pero sí a través de ideas que justifican la violencia como una forma de recuperar el poder masculino a través de la manipulación o el victimismo.
Dentro de estas comunidades, los incels dividen el mundo en castas: los chads, hombres atractivos con acceso al deseo femenino, y el resto, quienes se asumen destinados al rechazo. A las mujeres las llaman femoids, deshumanizandolas y presentandolas como seres manipuladores que usan el sexo para obtener poder.
“Ellos creen que solo el 20 por ciento de los hombres tiene acceso a las mujeres. Solo ese 20 porciento posee las características que ellas buscan en una pareja. El 80 por ciento restante, según su visión, está destinado al rechazo”, explica la maestra Tello Segovia.
Su pensamiento se articula a través de conceptos como la redpill y la blackpill, términos tomados de The Matrix. Los primeros creen que pueden recuperar poder manipulando a las mujeres; los segundos piensan que no hay esperanza y que la única salida es el resentimiento o la autodestrucción.
“Es completamente determinista. Te dicen: si ya estás perdido, si el sistema no te favorece, entonces suicídate o mata a las mujeres que te pusieron en ese lugar”, advierte la especialista.
La masculinidad en crisis
Para Tello Segovia, la raíz del problema está en la falta de acompañamiento emocional hacia los hombres.
“A las niñas alguien les explica su cuerpo, su menstruación, su sexualidad. A los hombres, no. Nadie les habla de emociones ni de vulnerabilidad, y terminan buscando respuestas en internet. Eso puede llevarlos a esas comunidades”, señala.
El discurso incel es, en ese sentido, un síntoma de una masculinidad en crisis: una que no ha encontrado formas saludables de adaptarse a los cambios sociales y que, ante la pérdida de poder, recurre a la nostalgia o al resentimiento.
El narco glamour, o los apodados juniors, representa una imagen de masculinidad ideal a la que muchos jóvenes pueden aspirar: hombres rodeados de lujos, mujeres y que son respetados o temidos por su entorno. De esta forma, se convierten en “alfas”, término utilizado para referirse a hombres que, aunque no necesariamente sean chads, muestran superioridad y “enfrentan” al sistema matriarcal que, según ellos, los oprime. Esto los convierte en un modelo aspiracional para los jóvenes que se autoproclaman beta, esperando convertirse, tambien, en un Alfa.
“Tenemos que meternos en estos temas, aunque sean incómodos”, concluye la maestra. “Si no sabemos que existen, no podemos enfrentarlos.”
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