“Damos gracias porque encontramos este tesoro. Damos gracias por la persona que nos indicó y también porque ya vas a regresar a casa, quien quiera que seas, hermoso. Ya tu madre, tu familia va a descansar en paz. Ahora no vamos a descansar hasta que te identifiquen y que alcances la gloria y la luz después de esto. Que todo el Universo nos ayude a seguir encontrando para poder llevarlos a casa”
María Isabel Cruz Bernal, busca a su hijo Yosimar García Cruz, policía municipal de Culiacán desaparecido el 26 de enero de 2017.
No. No todos están vivos. Aunque así se los hayan llevado. Son sus madres y padres, hermanas, cuñadas y amigas las que buscan. Salen de sus casas a mover el Universo entero para rastrear y tratar de encontrar a sus familiares.
Esto que hacen es histórico. En 50 años sus historias habrán enmarcado uno de los capítulos más sombríos de México. ¿Quién habría de pensar que la ausencia de las almas llenará tantas páginas de libros? Quizás no pase, que nadie escriba, no las recuerden, las sepulten otra vez, que las vuelvan a desaparecer.
Lo que pase lo sabremos si no nos desaparecen y nos matan y nos entierran o nos dejan tirados para que el cielo sea testigo cómo se agusana nuestro cuerpo. Se hinchará y luego se desintegrará poco a poco, cuando los animales y los bichos nos comiencen a comer, mientras que nuestros restos se esparcen entre la hierba y la tierra.
Las madres nos han enseñado algo importante: a muchos de los desaparecidos los matan y los dejan así. Por eso no es extraño ni ilógico que haya tantas fosas clandestinas por todos lados, que pueden estar en el campo, debajo de las huertas y las parcelas, escondidos en los cerros o abajo de las casas en la zona turística con más visitantes en Sinaloa. No son pensamientos al azar, sino pistas que las han llevado ahí a sacar cuerpos y dejarlos como evidencia de que la brutalidad y la barbarie pudo ocurrir en cualquier parte, en cualquier momento y sobre cualquier persona.
Y aun así corre la esperanza de encontrarlos y encontrarlas vivas, guarecidos del calor o del frío, escondiéndose del mal o simplemente esperando a ser hallados. Porque la posibilidad es grande, las estadísticas (siempre las estadísticas) dicen que una de cada dos personas es localizada con vida.
¿Cuántas veces hemos leído de ellas? No es suponer su inexistencia, no es justo para nadie, sobre todo para ellas mismas. Sus historias son valiosas y muchas veces aterradoras, de hombres reclutados por criminales, en ocasiones mutilados, cicatrizados por todas partes, con las manos temblando, los pies pesados y la mirada perdida en horizontes dolorosos. El cine nos ha enseñado sobre eso, pero con soldados, hombres regularmente, convertidos en héroes condecorados y ensalzados, dignos de ser recordados. ¿Cómo vamos a llamar a las personas reclutadas de manera forzada en esta guerra? ¿Cómo se les nombrará a las mujeres, a las niñas y los niños usados para complacer depravaciones sexuales? ¿Cómo les diremos a ese uno de cada dos?
El otro uno de cada dos no ha regresado, no lo hará solo. Las madres se convirtieron en rastreadoras, expertas en hurgar en los lugares más inhóspitos y hallar. Lo hacen duramente, expertas en mover piedras, losas y tierra, en reconocer surcos en el piso que quedan como rastro imborrable de que ahí fue enterrado un cuerpo, en entender las malezas irregulares, fertilizadas por la muerte, dando paso a la vida de una manera asombrosa, sobresaliendo entre las plantas alrededor.
Y (se) encuentran, y es justo en ese momento en que todo se detiene por un momento, hasta el corazón. Es un suspenso doloroso, que tumba, vertiginoso, potente, que quiebra.
Padre nuestro que estás en el cielo
Santificado sea tu nombre
Venga a nosotros tu reino
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden
No nos dejes caer en tentación
Líbranos del mal
Amén.
Fue el 10 de julio de 2020. Es en Culiacán, en un campo entre matorrales y bultos de tierra húmeda como evidencia de la lluvia del día anterior. Cantaban las chicharras. Retumbaban de forma ensordecedora en el mismo espacio donde yacían los huesos de una persona, quizás un hombre por sus fémures alargados y quijada prominente con unos fierros, brackets para arreglar dentaduras.
“Recibimos un mensaje anónimo de un hombre y nos pidió venir, porque no se le hacía justo ver regados tantos huesos”, dijo María Isabel Cruz Bernal, madre de Yosimar García Cruz.
Sacó de su bolsa un teléfono celular para mostrar un video. Se ve a un hombre enseñando una ruta, guiando virtualmente hasta llegar a ese lugar enmontado, sobre un paraje hacia el Campo El Diez, al sur de Culiacán, la capital de Sinaloa.
María Isabel y sus compañeras no descansan y tienen sobre ellas pesadez y rabia contenida por no saber dónde están sus hijos, hermanos, primos, esposos, cuñados y amigos. Sufren de ansiedad, desvelos y paranoia. Todo les recuerda a ellos. El olor a perfume, las sombras, la comida. Todo.
“Desde que se lo llevaron no he podido dormir bien. Hoy tampoco pude aunque sabía que venía a búsqueda. Es imposible hacerlo porque se te vienen los recuerdos, pensamientos. Todo”, contó Magaly Castillo Rodríguez, madre de Martín Alejandro López Castillo, un joven desaparecido el 31 de julio de 2018 en la colonia Alturas del Sur por un grupo de hombres montados en motocicletas.
Estas dos mujeres caminan con miles más en México. Este país tiene más de 135 mil personas desaparecidas para cuando se escribió este texto. Estado de México, Jalisco, Tamaulipas, Veracruz, Sinaloa, Ciudad de México, Nuevo León, Michoacán, Puebla y Chihuahua concentran más de 70 por ciento de esos registros, de acuerdo con la Comisión Nacional de Búsqueda, un organismo creado tras el reconocimiento gubernamental de que se tiene un problema que sobrepasó al mismo Estado.
Junto a los restos que fueron hallados ese día había casquillos de bala. La sospecha es que lo asesinaron y dejaron tirado en ese campo. Debieron pasar años para que se encontrara, porque lo que se halló solo eran huesos percudidos, desgastados.
Las mujeres llamaron a la policía, pidieron que los peritos se presentaran y recogieran los huesos dejados ahí como evidencia de un crimen que quedó -seguramente cuando sea leído esto seguirá en ese mismo estado- sin resolver.
Pero hay una esperanza, algo tangible que mueve fuertemente a las madres. La posibilidad de que este hallazgo dé luz a una familia angustiada por no saber de su familiar desaparecido. Es así que mientras esperan a la policía se reúnen, entrelazan sus manos y comienzan a orar.
“Gracias a Dios por poderlos encontrar, ya una familia más va a estar descansando. Esperemos que pronto estés con tus seres queridos”.
Victoria Soto Vázquez. Busca a su hermano Pedro Soto Vázquez. El 7 de agosto de 2017 fue desaparecido.
A los desaparecidos y asesinados los han encontrado de distintos modos. Algunos dejados en caminos, en carreteras o en campos como pasó con esta persona que fue hallada por las madres buscadoras. Hay otros que han sido encontrados en fosas clandestinas.
Hay un problema que supera a las familias, solo se tiene un equipo forense para atender a todo el Estado y opera en Culiacán. La Fiscalía General del Estado ha informado en solicitudes de información sobre una carencia de personal por falta de presupuesto y por eso cuando encuentra a una persona dentro de una fosa clandestina en otro lugar, como Choix, El Fuerte o Ahome, hacia el norte del Estado, debe analizarse en la Capital de Sinaloa. Lo mismo ocurre en los municipios del Sur.
Mientras tanto, esos cadáveres, restos y osamentas encontradas fuera de Culiacán yacen en morgues de funerarias, el Servicio Médico Forense o fosas comunes.
Saber eso permite comprender mejor cuando las mujeres rezan y agradecen al Cielo cuando encuentran.
“Yo le doy gracias a Dios de que estamos aquí y que ya vas a regresar a casa. Seas quien seas me da mucho gusto porque ya vas a estar con tu familia”
Magaly Castillo Rodríguez. Busca a su hijo Martín Alejandro López Castillo. Fue desaparecido el 31 de julio 2018.
Localizar a personas desaparecidas dentro de fosas clandestinas ha resultado elemental para sanar un poco esa tristeza, pero es apenas el inicio de un calvario para las mujeres y hombres buscadores.
El personal forense de la Fiscalía General de Sinaloa trabaja en Culiacán, aunque podría hacerlo en Ahome, Angostura o Mazatlán, donde se construyeron unidades para el Servicio Médico Forense, pero esos tres edificios no funcionan como tal.
Las buscadoras han denunciado centenas de veces esa crisis en términos forenses y entre ellas saben que no son todas las que podrían estar rastreando, pues hay familias con miedo, con la firme voluntad de esperar hasta que regrese ese familiar que una vez se fue y rechaza unirse a las brigadas colectivas pensando que solo buscan la muerte.
“Yo también, como todas mis compañeras, deseo de todo corazón que tu familia te reciba como te está esperando, sea quien sea, que sean felices por recibirte en su casa y darte una cristiana sepultura, poder llevarte unas flores, una veladora a tu tumba, que es ahí donde deberían estar todos nuestros tesoros que están desaparecidos”
Juana Esperanza López Valenzuela. Busca a su hijo Omar Zazueta López. Fue desaparecido el 1 de diciembre de 2018.
El que no funcionen los edificios del Servicio Médico Forense es un fragmento para explicar la barbarie.
El 8 de agosto de 2016 se inauguró el Laboratorio de Medicina Forense, ubicado en Culiacán. Después de cuatro años ya habían analizado los cuerpos de 1,465 personas, de las cuales 676 fueron identificadas y reconocidas por sus familiares.
Pero antes de eso, por no contar con capacidades forenses, fueron enterradas más de 1,313 personas en 14 panteones y jardines funerarios como no identificadas dentro de fosas comunes, de acuerdo con datos otorgados por transparencia a solicitudes de información. Otros 743 cuerpos y/o restos en quedaron resguardados en el Servicio Médico Forense y 265 cuerpos y/o restos en morgues de funerarias privadas. Por eso las familias agradecen y piden por quienes les ayudan a rastrear.
“Darle gracias a Dios por haberte encontrado, gracias a la persona que nos dijo. Una familia más descansará”
José Feliciano Ramírez Ramírez. Busca a su hijo Carlos Omar Ramírez Esparza. Fue desaparecido el 18 de enero de 2018.
Esos cuerpos están en 14 camposantos, divididos en los municipios de Mazatlán, Culiacán, Angostura, Guasave, Salvador Alvarado, Ahome y El Fuerte.
La esperanza está en los sepultureros y administradores de esos panteones, quienes guardan en sus memorias los lugares donde están los cadáveres, algunos en gavetas, otros debajo de la tierra. Todos forman parte del paisaje fúnebre, la mayoría sin una lápida o cruz para reconocerlos entre los pasillos de las tumbas.
Las buscadoras siempre oran para pedir que las personas exhumadas de fosas clandestinas sean identificadas y entregadas a sus familias de forma rápida.
“Pronto ya vas a estar con tu familia, seas quien seas y gracias porque estoy segura que fuiste tú quien dijo aquí estoy a alguien que quizás iba pasando y ese alguien nos avisó. Vas a estar ahora… ya vas descansar, vas a regresar con tu familia, no como hubiéramos querido, pero vas a estar en un lugar donde te lleven una flor, una vela y ayúdanos para que eso sea más rápido todavía”
Rosa Neriz. Busca a su cuñado Daniel Zavala Martínez. Fue desaparecido junto a su hermano Rafel Zavala Martínez el 23 de abril de 2023 en Monclova, Coahuila.
La Fiscalía General de Sinaloa ha presumido que uno de cada dos personas desaparecidas es localizada, sin embargo hay un gran número de casos a la espera para regresar a sus casas.
“Bendito sea el Universo que te encontramos, que vas a regresar a casa, que una familia va a descansar y quisiéramos no encontrarlos así, pero se agradece. Se agradece y esperemos que pronto te podamos identificar”
Casandra Beltrán Aispuro. Busca a su hijo Carlos Enrique Pérez Beltrán. Fue desaparecido el 11 de noviembre de 2017.
La carga de trabajo sobre cada agente del Ministerio Público ha provocado que gran parte de esta, casi el 50 por ciento, se encuentre en “Archivo Temporal”, una categoría inscrita en la ley, cuyo significado es la desesperanza.
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“Artículo 254. Archivo temporal El Ministerio Público podrá archivar temporalmente aquellas investigaciones en fase inicial en las que no se encuentren antecedentes, datos suficientes o elementos de los que se puedan establecer líneas de investigación que permitan realizar diligencias tendentes a esclarecer los hechos que dieron origen a la investigación. El archivo subsistirá en tanto se obtengan datos que permitan continuarla a fin de ejercitar la acción penal”.
Fuente: Código Nacional de Procedimientos Penales
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Encontrar a los desaparecidos ha sido un trabajo de las buscadoras. Lo asumieron con costos físicos y emocionales, muchas veces familiares, dejándolo todo por intentar localizar a sus hijos. Abandonándose en promesas gubernamentales, vendedores de fe y a informantes anónimos, tratando de seguir su intuición para rastrear. Y todo eso que han hecho -y hacen todos los días- ha sido efectivo, tanto que puede contarse con las 622 personas halladas en fosas clandestinas.
Y cuando se habla de costos, puede verse lo que pasó Mirna Nereyda Medina Quiñónez, madre de Roberto Corrales Medina, desaparecido y asesinado en julio de 2014. A la mujer fundadora de Las Rastreadoras de El Fuerte la amenazaron en diciembre de 2015, cuando recibió una llamada para citarla en un campo agrícola, a donde acudió pensando obtener información para localizar a personas, pero ahí estaba un hombre para amagarla.
“Yo llegué al lugar con esa persona que es conocida y me dijo ‘¿me identificas?’ y yo le dije que sí, que sabía quien era muy bien, entonces me dijo ‘tú sabes de lo que somos capaces y te vamos a pedir, a exigir, que dejes de traer a esas personas de México, a esos investigadores’, que como sabes andan investigando de PGR”, contó a este reportero en 2015 y esa entrevista puede ser consultada en el diario Noroeste.
Las agresiones también se dieron contra integrantes del colectivo Una Luz de Esperanza en Mazatlán, después de haber descubierto más de 20 fosas clandestinas en distintos poblados de Mazatlán. El colectivo decidió parar y acudir ante el mecanismo de protección a periodistas y defensores de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación.
Han ocurrido costos más graves, como con Sandra Luz Hernández, mujer que buscó a su hijo Édgar García Hernández por más de dos años hasta que fue asesinada el 12 de mayo de 2014 por un hombre, quien frente a ella se colocó una capucha y le disparó en 14 ocasiones hasta cerciorarse de la muerte. O Rosario Lilián Rodríguez Barraza, subida a una camioneta a la fuerza por hombres armados la noche del 30 de agosto, Día Internacional de las Víctimas por Desaparición Forzada, para asesinarla tras haber salido de una misa especial dedicada a su hijo desaparecido Fernando Abixahy Ramírez Rodríguez.
Todos esos casos de agresiones siguen impunes, igual como sucede con la mayoría de las desapariciones.
La Fiscalía General de Sinaloa solo ha resuelto dos casos de desapariciones forzadas, uno en Mazatlán y otro en Ahome. De este último es por la desaparición de Román Soto Vázquez, joven de 28 años, detenido por policías municipales de Ahome el 17 de noviembre de 2013.
Los detenidos fueron Jorge Cota Jiménez, Óscar Guadalupe Huicho Puentes y Jorge Martínez Santos.
Se les acusó por desaparición forzada y en junio de 2015 se logró una sentencia por 31 años de prisión, luego de la presión social encabezada por Rosa Elia Vázquez, madre de Román, en pos de una sentencia justa.
Sin embargo, ninguno de esos elementos ha dicho el paradero del joven gerente de la sucursal de Coca Cola en Los Mochis, asegurando desconocer a dónde se lo llevó su comandante, el policía de nombre Daniel Murillo, quien se encuentra prófugo.
Contar estas historias hace parecer este trabajo, el de buscar a personas desaparecidas, como una cosa fácil, quizás hasta sencilla, pero la realidad es cruenta. Encontrar es un trabajo de dolor y muerte, de desespero y frustración. Es desgastante e injusto. Es uno que no debería existir, pero tiene miles de vacantes como el mismo número de desaparecidos en todo el país.
Ver a las mujeres tomarse de las manos para rezar cada vez que encuentran a alguien, aunque sea en huesos, es la forma de recibir el único pago disponible en esta realidad.
Rezan por esa persona que yace frente a ellas evocando ser una luz hacia la paz.
Ruegan por su alma y la de sus familiares aún ausentes.
Dan gracias por los informantes anónimos.
Oran para parar el dolor, la angustia, la desesperación y desesperanza.
Contemplan su vida y la muerte frente a ellas.
Se abrazan y luego hacen el acto de fe más importante: dejan a esa persona en manos de las policías y el Ministerio Público.
“Sabemos que estás aquí, sabemos que tu energía ya va a regresar con tu familia, te van a llevar. Esperamos que cuando te levanten los sigas y te vayas con ellos y que no te quedes más solo en este bosque y que nos ayudes a encontrar a los nuestros, así como te encontramos a ti. Cada una de nosotras desea de todo corazón encontrar a los nuestros y ojalá sea pronto, porque ya nos cansamos de este caminar y ojalá nos guíes. Hasta encontrarlos, que así sea. Que Dios te lleve hacia la luz y hacia el cielo. Porque vivos se los llevaron y vivos los queremos”.
María Isabel Cruz Bernal, busca a su hijo Yosimar García Cruz, policía municipal de Culiacán desaparecido el 26 de enero de 2017.
Por Marcos Vizcarra

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