Culiacán, Sinaloa.- Al entrar al Foto Studio Valdés, lo primero que se observa en la recepción es una vieja cámara que bien podría estar resguardada como objeto de un museo. Se trata de un modelo fabricado en los años 20’s o 30’s del siglo XX. Su estructura es de madera y funcionaba mediante una placa o película para generar el negativo.
Es una cámara de Arnulfo Valdés Yescas, un fotógrafo que llegó a Culiacán en 1910 en plena Revolución Mexicana, quien pese a las turbulencias políticas de esa época, fundó un estudio fotográfico con un legado que se ha prolongado por más de cien años: Fotografía Hermanos Valdés.
ESPEJO tuvo la oportunidad de entrevistar al nieto de este personaje, Sergio Valdés Tizoc, de 65 años, quien todavía ejerce el oficio que le heredaron sus antepasados.
Foto Studio Valdés tiene una trayectoria de 50 años en la misma ubicación, sobre la avenida Álvaro Obregón, en Tierra Blanca, frente a la Facultad de Enfermería de la UAS.
Sergio platica que su abuelo llegó junto con cuatro hermanos a la capital sinaloense. Eran originarios de Veracruz, pero en conjunto tenían un trabajo itinerante que los hacía viajar de ciudad en ciudad. Recorrían pueblos y rancherías del país.
“Para el centro y sur del país estuvo más turbulenta la revolución. Ellos se vinieron para acá, pero puebleando, poco a poquito. Ellos traían una carpa de títeres. Entonces, hacían funciones a cada pueblo que llegaban. Ponían su carpa y hacían funciones de títeres. Así llegaron a Culiacán”, relata.
Una vez en Sinaloa, los hermanos Valdés notaron que el Estado no había sido tan afectado por las revueltas armadas y decidieron dispersarse por todo el noroeste de México. Otro hermano abrió un estudio fotográfico en Los Mochis, otro en Mexicali y uno más se asentó en Sonora.
A Arnulfo Valdés Yescas, a quien Sergio llegó a conocer ya que murió –cuando él tenía apenas 10 años– se le recuerda como una persona creativa, que contaba con varías habilidades manuales. Una de ellas era el trabajo con la arcilla, una técnica que le ayudó a crear bustos de personas solo por esparcimiento.
Otro talento, el cual no era común entre los fotógrafos de la época, era el de ponerle color a las imágenes de manera artesanal. Una actividad que conllevaba horas de paciencia y técnica.
“Las fotos para darles color tenías que hacerla primero en blanco y negro, después se le metía un químico que se llama sepia; se convierte como en cafés las fotos, entonces eso permite poner el color con óleo y aceite para fijar la pintura”, explica su nieto.
El estudio Fotografía Hermanos Valdés originalmente se fundó en un edificio de portales, donde actualmente se encuentra la tienda Parisina, en la actual avenida Álvaro Obregón. Posteriormente, en la década de los 30’s, don Arnulfo cambio su estudio sobre la misma calle, pero entre Antonio Rosales y Rafael Buelna, en otro edificio del viejo Culiacán, donde también duró muchos años.
“En ese entonces casi no había fotógrafos, por eso fue redituable para él. En esa época se usaba retratar a los difuntos en sus ataúdes, mi abuelo iba mucho a los ranchos a hacer esa actividad.
Sergio menciona que su abuelo también llegó a tomar fotos de paisajes o de la ciudad. Todavía conserva una fotografía revelada en blanco y negro, tomada desde arriba de La Lomita, donde se ven las escalinatas y al fondo la ciudad, cuando todavía abarcaba las cuadras del centro histórico.
Para cuando don Arnulfo cambió su estudio en el punto mencionado, ya había nacido su hijo Claudio Valdés Anaya, otro prominente fotógrafo y maestro de muchas generaciones que luego abrieron sus propios estudios en Culiacán.
“Mi papá absorbió todos los conocimientos del abuelo. Él se quedó con el estudio de mi abuelo y fue evolucionando conforme iban cambiando las cámaras”, narra.
“Al estudio de Tierra Blanca llegamos cuando tenía yo 18 años. Aquí tenemos como 50 años. Mi papá heredó el estudio de la Obregón. Luego compró el edificio de Tierra Blanca, luego lo diseñó exclusivamente para estudio y cuartos oscuros. A mí me tocaba venir con él cuando lo estaban construyendo. Me decía ‘esto va ser para esto y esto para esto’”, continúa.
Don Claudio Valdés fue un prominente fotógrafo de su época e, incluso perteneció a la Cámara Nacional de la Industria de Transformación en México (Canacintra), por ser un pionero en Culiacán de la industria fotográfica.
Sergio recuerda que vivían en la colonia Guadalupe cuando comenzaba a construirse grandes casas habitacionales, en su mayoría para los agricultores más importantes de esos años. De ese hogar también conserva una fotografía que tomó su padre, tomada desde el techo apuntando hacia La Lomita, cuando apenas estaban construyendo el hotel San Luis.
De esta manera, el destino de Sergio Valdés Tizoc era inminente, el de convertirse en un fotógrafo de estudio como sus antecesores.
“Cuando yo estaba en la prepa, cuando mi papá estaba construyendo aquí ya estaba yo destinado, ya estaba decidido que yo quería seguir con la fotografía. Yo estudie hasta la prepa, ya se empezaba a tomar fotos a color directo, mi papá compro todo el equipo para yo empezar a hacerlo”, comparte.
“Yo igual empecé con película. Después, simultáneamente había rollos en blanco y negro pero era más calidad usar película. Me tocó usar distintos modelos de cámara. Se dejaron de producir rollos de este tamaño. Guardo negativos desde hace muchos años”, prosigue.
Fue en esta tercera generación de fotógrafos cuando llegó el momento de la transición a la fotografía digital. Para Sergio fue algo que se le dio en automático. Había que adaptarse, ya que muchos proveedores dejaron de producir los químicos que se usaban para revelar. También desaparecieron las películas y comenzaron a surgir las memorias para computadoras.
En la actualidad la demanda para un estudio fotográfico ha cambiado mucho. La costumbre de acudir en familia para ser retratada ha desaparecido con la llegada de las cámaras de los teléfonos celulares.
“Todavía tenemos trabajo, no falta. Nosotros tomamos muchas fotos para titulación, para las credenciales. Fotos para identificación. Generalmente las personas optan por tomarse sus propias fotos, pero igual necesitan donde imprimirlas, entonces vienen para acá”, menciona.

Sergio Valdés Tizoc





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