Culiacán, Sinaloa. – Inspirado en su experiencia como maestro rural en el norte de Sinaloa, Daniel Alfonso Lugo Rodríguez creó La danza tumbada, una obra escénica que explora las identidades juveniles en medio de la violencia que atraviesa el estado.
“La danza tumbada habla sobre las identidades juveniles y cómo estas mismas son afectadas por la violencia, tanto sistemática como la que actualmente nos está pegando en nuestro estado”, explica el creador.
La pieza propone una reflexión sobre cómo la sociedad tiende a marginar a los jóvenes por su forma de vestir, hablar o por los géneros musicales que escuchan, especialmente el corrido tumbado.
Para Lugo, esa exclusión simbólica, que compara con “arrojar a los jóvenes a la basura, como si fueran bolsas negras”, revela una forma de necropolítica que no anula cuerpos, sino identidades. Sin embargo, en medio de esa violencia, sus protagonistas “se sueñan libres y se sueñan vivos”.
El origen de la obra está profundamente ligado a su labor docente. Lugo trabaja en una escuela rural del norte de Guasave, en la comunidad de Guasavito, un plantel focal que reúne estudiantes de distintas rancherías. “Ese contacto comunitario, con niños, adolescentes y padres de familia, y observar su manera de moverse ante contextos tan inciertos y violentos, me inspiró mucho”, relata.
La musicalidad de la región —corridos tumbados, sierreños, norteños— se convirtió en lenguaje corporal. A partir de esos ritmos, el coreógrafo desarrolló una pieza que busca darle voz a sus alumnos y visibilizar las realidades que viven.
“Al final del día, lo único que busca esta danza es darle voz a mis alumnos y poder hacer una crítica respecto a lo que está sucediendo en mi estado”, sostiene.
La danza tumbada se construyó entre las ciudades de Culiacán y Mazatlán, lugares que, según Lugo, simbolizan los contrastes y las heridas de Sinaloa. “Para mí era importante crear una obra en los lugares donde actualmente se está viendo afectada la sociedad por la violencia que estamos viviendo”, señala.
Más que una pieza coreográfica, La danza tumbada es una declaración de resistencia y esperanza: un testimonio en movimiento que transforma el dolor social en arte colectivo.
“A partir de ahora, yo como coreógrafo y director de colectivo La Mochila, que es un proyecto de danza en Los Mochis Sinaloa, busco hacer todo un movimiento llamado movimiento de danza tumbada, precisamente que busca que los jóvenes tengan un espacio donde puedan acercarse a danzar desde territorios muy amables, muy amorosos y poder alejarlos de las manos del crimen organizado”.
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