Han sido 15 meses que nos han dolido, pero no nos hemos abandonado.
Hemos tenido que parar el trabajo y tratar de que el corazón descanse.
Las discusiones cotidianas comenzaron a girar en torno a la violencia.
Es agotador, estresante y agobiante.
No se trata de que seamos más los buenos que los malos (¿quién define eso?).
Lo que queremos es que quienes tienen el poder, lo usen de manera sabia para parar esta guerra y nos permitan salir de nuevo a la fiesta de noche, sin que tengamos que sortear con ese sentimiento de angustia. Queremos pasear por el malecón y comer de la vendimia mientras nos encontramos. Entrar a nuestras redes para ver las fotos y memes de nuestras amistades sin tener que pasar por esquelas o fichas de búsqueda. Ir a la playa cada fin de semana, regresarnos tarde o quedarnos a acampar en las dunas. Salir a tomar fotos nocturnas para capturar la vía láctea en el vaso de la presa, donde la oscuridad no nos dé miedo sino la esperanza de poder ver el cielo. De ir a comer sin preocupaciones a cualquier carreta de mariscos y quedarnos en la sobremesa sin el sentimiento de que nos toque una bala perdida. De subir al camión y saber que llegaremos a casa por el camino de siempre, sin desvíos por enfrentamientos o porque hirieron al chofer. De poder ir al entrenamiento de futbol o a practicar zumba sin que una balacera nos haga correr a nuestras casas. De parar por unos tacos ya con el desvelo encima de la fiesta o el trabajo con la seguridad de que lo único que nos preocupe sea el olor impregnado a carne asada para que nadie se sienta en casa. De tener trabajo estable y con un posible aumento en puerta en una empresa legal. De pasar la Navidad y el Año Nuevo con la familia completa, agitando las caderas mientras bailamos con la banda o ya de plano con la bocina que pueda amenizar las comilonas. De que en las noches podamos salir a ver fuegos artificiales a cielo abierto y no debajo de losas de concreto por las balas al aire. Que podamos despertar por los rayos del sol o el olor a desayuno y no por el sonido de los cañones vandalizando casas.
Nuestro deseo es que cada quien se haga responsable de sus actos y podamos tener descanso de toda esta violencia. Que cese el fuego de las armas y que la justicia llegue de manera oportuna.
Es solo un deseo, pero lo pensamos con todas nuestras fuerzas. Porque nadie merece, y menos nuestras infancias, crecer en un lugar de muerte.
Desde la Redacción de ESPEJO les abrazamos fuertemente, nos sumamos a sus deseos y les acompañamos en esta Navidad y Año Nuevo.

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