El modelo agrícola de Sinaloa debe replantearse en esta crisis que padece porque genera riqueza y desarrollo para un pequeño sector, a cambio de precarizar trabajadores, sobre explotar la tierra, utilizar agua de forma ineficiente en una región del país donde escasea, porque contamina tierras, mantos acuíferos y zonas estuarinas, porque contamina el aire con agroquímicos.

Como sabemos, Sinaloa se encuentra en una región árida, cuya precipitación media anual es inferior al promedio nacional de 740 milímetros (mm), lo que significa que aquí llueve menos que en el resto de México, a diferencia de otras regiones como el sureste, donde las precipitaciones superan por mucho la media anual nacional. Lo paradójico, y es aquí donde se centra esta reflexión, es que el modelo agrícola nacional está volteado, es inconsistente a la lógica de la naturaleza y obedece a intereses perjudiciales.

Los estados con mayor índice de precipitación como Chiapas, Oaxaca o Tabasco, poseen una agricultura incipiente que cosecha menos de 100 mil hectáreas en cada entidad, mientras que las regiones áridas como Sinaloa, donde llueve poco, estamos por encima de las 900 mil hectáreas cosechadas. El Centro de Información del Agua establece que “en México se siembra más donde falta agua”, lo que resulta paradójico en términos naturales, hasta para el sentido común, pero la lógica del dinero tiene otra opinión, y esa es la que Sinaloa persigue desde la segunda mitad del siglo anterior, independientemente de qué color despacha desde la silla gubernamental.

Habilitar toda una maquinaria hidroagrícola para que Sinaloa se convirtiera en el “granero de México” ha requerido una política pública sostenida para que la agenda de construcción de presas embone con la ampliación de los cultivos, la devastación de vegetación nativa y el desplazamiento de más de cuatro mil familias, desde 1945. Por cuestiones de extensión no es posible profundizar en este análisis, pero los invito a consultar mis trabajos académicos en la Web para conocer la investigación que hemos realizado por más de 15 años sobre el desplazamiento generado por las presas en el estado.

Toda esa infraestructura hidráulica de la que Sinaloa se enorgullece, la forma en que nos llenamos el pecho al pronunciar que somos el “granero de México”, la Expo Agro y su parafernalia, son discursos construidos desde el oficialismo para legitimar el despojo, la extracción irracional del agua y el enriquecimiento de un sector a costa del resto de la población de la entidad, de la salud pública y del uso eficiente de los recursos naturales.

Para entender la lógica del por qué en México se desarrolló una agricultura intensiva y una industria hidroagrícola donde escasea el agua se debe reconocer que Sinaloa está más cerca de Estados Unidos que Chiapas, por lo que el coste de transportación de alimentos se reduce, se maximiza que crucen la frontera en buen estado al permanecer menos horas en trayecto, y se abastece a un importante mercado internacional. De esta forma la lógica del dinero, y no la de la vocación natural de cada región en el país, es la que hace que se siembre más donde hay menos agua, a menoscabo de que esa misma agua utilizada para la agricultura extractiva en nuestro estado también debe alcanzar para el consumo humano y la industria.

Entre el 92 y 94% del agua disponible en Sinaloa se destina a la agricultura, relegando el resto para que las personas la beban y usen, y para el sector industrial. En años anteriores no hubo crisis hídricas como la que padecemos desde 2020, no se notaba la competencia por el recurso porque las trece grandes presas permitían maquillar el problema de abasto que padecemos hoy, a pesar de las copiosas lluvias de este año. Basta recordar cómo en 2024 y durante el primer semestre de 2025 en varias ciudades del estado el servicio de agua potable se tandeó, mientras que la agricultura llevaba meses en crisis, con producciones mínimas y pidiendo asistencia del gobierno; comenzaba a notarse la competencia por el recurso entre los grandes usuarios: agricultura intensiva, consumo humano e industria.

Ciertamente este año es excepcional y ha llovido más que en los últimos 5 periodos, las presas del estado superan el 35% de su capacidad de almacenamiento y algunos afluentes, como el arroyo Álamos (aporte secundario que abastece a la presa Josefa Ortiz de Domínguez), recuperaron su caudal después de permanecer secos desde 2018. Pero esta recuperación parcial con la que se frotan las manos los emporios agrícolas de la región no debe tomarse como una oportunidad para volver a saquear la poca agua que tenemos, porque podemos provocar nuevamente una crisis hídrica.

La experiencia de tener mantos freáticos estresados, embalses o ríos secos y el tandeo de agua para el consumo humano debe servirnos como experiencia para reflexionar sobre el modelo agrícola estatal que realmente necesitamos y comenzar a replantearlo, pero no solo con el riego tecnificado, como actualmente se enarbola como la máxima solución, porque hemos demostrado con la experiencia de otros países que no ahorra agua, por el contrario, aumenta la extensión agrícola.

El modelo que debe plantearse debe obedecer a la vocación natural de las tierras y cuerpos de agua, a sus capacidades de recarga y recuperación, pero sobre todo ponderando que el escaso recurso sirva para abastecer a las personas y no a un sector cuyos alimentos ni siquiera se quedan en nuestro estado porque la mayoría se exportan a Estados Unidos o no se consumen en la dieta habitual sinaloense (como las berenjenas o las moras azules). Las grandes ganancias económicas que el sector muestra con orgullo no generan desarrollo o empleos dignos, pero sí una serie de estragos socioambientales bien documentados desde el periodismo y la academia.

Una agricultura que no devaste zonas con vegetación nativa, que no sobre explote la tierra y el agua, no contamine predios, ríos, costas y el aire que respiramos sí es posible; modelos como el denominado agricultura 2.0, o los sistemas agrícolas operados con tecnología IOT, combinados con otros esquemas integrales que ya se usan en varias regiones del mundo, como las Soluciones basadas en la Naturaleza (SbN), marcan la verdadera vanguardia que debe seguir la industria agrícola en Sinaloa, estancada en modelos abandonados e inefectivos como construir presas e intubar agua para sistemas de riego, esquemas que solo sirven para que la agricultura extractiva se vista con el manto de la modernidad y la eficiencia.

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