Sin duda hay quienes quisieran que México fuera una colonia de los Estados Unidos –incluidos algunos destacados personajes y grupos políticos—, sin embargo, las acciones anunciadas por el presidente Donald Trump contra México y contra los mexicanos, incluida la amenaza de invadir territorio mexicano con el pretexto de combatir los carteles de la droga, representa un gran desafío para México y su capacidad de respuesta, no sólo como gobierno, sino como pueblo, a partir de su identidad y sus raíces.

Y aunque la prepotencia en el discurso político provocador de Trump tiene sus límites en las propias leyes e instituciones estadounidenses y en los intereses económicos que representa la relación comercial entre México y Estados Unidos, las acciones emprendidas por Trump no dejan de ser un acicate para los mexicanos, incluso para los nacionalizados estadounidenses que han asimilado la cultura norteamericana por conveniencia pero que siguen fieles a sus costumbres y tradiciones mexicanas, especialmente los que habitan regiones que fueron parte del territorio mexicano.

La respuesta de los latinos en las calles de los Estados Unidos ante la amenaza de aumentar los aranceles a los productos mexicanos en un 25% y las deportaciones de ilegales han sido, sin duda, un elemento importante de presión en las pláticas entre Donald Trump y la presidente de México, Claudia Sheibaum, para reconfigurar no sólo las relaciones de México, sino de toda América Latina con los Estados Unidos.

Con el apoyo de la población latina en los Estados Unidos y con el respaldo y la unidad de todos los gobiernos estatales mexicanos, Sheinbaum se erige como alternativa natural hacia la construcción de un fuerte liderazgo de toda América, pues plantea no sólo la integración de América del Norte para constituir el bloque comercial más importante del mundo, incluso frente a  Asia y Europa, que propone, más allá de ideologías, un desarrollo económico con un sentido humanista, inclusivo, de bienestar y desarrollo humano, que integre al desarrollo económico a los menos desarrollados, pero también sus culturas de respeto a la vida y a la naturaleza, tal y como lo han hecho los países nórdicos, que poseen los mayores niveles de vida y de bienestar en el mundo actual.

A diferencia de Donald Trump, que pretende fortalecer su economía a base de cerrar sus fronteras comerciales, vía aranceles, y apropiarse de los recursos de otros países –como los de Canadá, Groenlandia y Panamá—, sin ningún respeto por las reglas básicas de protección de la naturaleza, con un discurso agresivo y prepotente que refleja la visión de una minoría racista, supremacista y excluyente, Claudia Sheinbaum se propone no sólo la integración económica y cultural de América, sino la constitución de un gran bloque comercial desde Alaska y Canadá hasta las tierras del fuego en Argentina –incluyendo a la potencia económica de Brasil—.

Y no se trata de una fantasía idealista de corte izquierdista, sino de una propuesta viable basada en números reales y tendencias globales.

Es decir, no se plantea un gran desarrollo económico sólo para las élites sociales –como pretende Trump—, sino de la inversión estratégica sinérgica para crear un gran desarrollo económico miltiregional americano, enfocado en la inversión en tecnología, comunicaciones y transportes para la movilización y comercialización de productos y servicios del continente americano, que impacte en la generación de empleos y bienestar de todos los pueblos de América, de tal manera que el “sueño americano” no sea el “sueño estadounidense”, sino realmente el “sueño americano”, de toda América, donde haya seguridad, empleo y bienestar en sus propias regiones; en la que todos quieran vivir y de la que no tengan que migrar a los Estados Unidos por necesidad.

Con ello, no se pretende ya la “caridad” de los Estados Unidos y sus instituciones financieras internacionales, a los países latinoamericanos a cambio de hipotecar sus bienes nacionales, sino la integración de una zona comercial –de libre comercio— que potencie el desarrollo económico de América a partir de su mayor desarrollo tecnológico y la comercialización de sus propios productos –libre importación y exportación en América— frente a los productos asiáticos que han invadido los mercados latinoamericano y de norteamérica.

Si el mercado norteamericano y latinoamericano ya consume una gran cantidad de productos de Europa y Asia, la sustitución de importaciones de productos de origen asiático por productos nacionales representa una alternativa viable para que esos recursos que se gastan en las importaciones, se queden en América.

América Latina tiene una población de 663 millones de personas, con una marcada tendencia creciente –se espera que para el 2057, llegue a 730 millones–. Esta cifra es casi el doble de la población de los Estados Unidos de 335 millones que, en conjunto, suman un mercado potencial de cerca de Un mil millones de consumidores, muy superior a la población de toda Europa que en el 2024 –incluyendo en Reino Unido— sumaba apena 720 millones de personas, con una marcada tendencia a la baja. Es por ello que América representa el mayor mercado potencial para los países asiáticos de las próximas décadas.

Y es precisamente esa coyuntura global, la que ofrece la oportunidad de convertir a América en el mayor bloque comercial del mundo en la siguientes décadas, si la mayoría de los países latinoamericanos y de américa del norte deciden integrarse en un mercado común americano –un tanto similar a la Comunidad Económica Europea—, que podría tener su propia moneda y reglas comunes de educación, salud, trabajo y protección ambiental.

México es el principal socio comercial de los Estados Unidos con un 15.9% del comercio internacional total de la unión americana, seguido por Canadá, que representa el 14.4%   y con 128 millones de habitantes es el segundo país con más población en América Latina –sólo después de Brasil, que tiene 216 millones de habitantes—. México posee una ubicación estratégica para el comercio internacional con Europa y Asia pero también es puente articulador entre América del Norte y América Latina, por lo que este país tiene ahora amplias posibilidades de ser el eje articulador del mayor bloque comercial y cultural del mundo en los próximos años en el continente americano y particularmente con el liderazgo demostrado por Claudia Sheibaum, reconocido por la población y los gobiernos de casi todo el mundo –incluyendo el pueblo de los Estados Unidos—, por su visión económica incluyente, su compromiso con los pueblos latinos, y su capacidad de negociación con el gobierno norteamericano con serenidad y firmeza.

EN ESTADOS UNIDOS TODOS SON MIGRANTES

Estados Unidos de Norteamérica es un país de migrantes. Los verdaderos americanos del norte eran los indios masacrados y despojados de sus tierras hasta por los invasores europeos, que los persiguieron casi hasta su extinción y que finalmente consintieron en recluirlos en reservaciones. Así los Estados Unidos se fundaron principalmente con migrantes españoles, franceses, holandeses e ingleses, para formar las colonias británicas y que trajeron esclavos africanos para trabajar la tierra, asentados en la costa atlántica y, posteriormente, otros importantes grupos de migrantes irlandeses y chinos con el desarrollo del legendario Oeste.

Y más aún, con la guerra de Estados Unidos y México (1846-1848), México perdió el 55% de su territorio al tener que ceder California, Arizona, Nuevo México, Texas, Nevada, Utha y partes de Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma, como condición para firmar la paz con Estados Unidos, por lo que la población mexicana que habitaba esas regiones pasó a ser estadounidense, conservando sus propiedades, aunque tenía la opción de trasladarse al sur del Rio Grande para seguir siendo mexicanos. Es decir, la población que habitaba lo que pasó a ser más de la tercera parte del territorio de Estados Unidos, a partir de 1848, y que se convirtió en estadounidense por efecto del tratado Guadalupe-Hidalgo, no era migrante, sino mexicana nacida en su país.

En conclusión, en Estados Unidos todos son migrantes, con excepción de los indios nativos (Apaches, Sioux, cheroquis, cheyenes, comanches, crows y Arapahos) y los mexicanos nacionalizados estadounidenses por el tratado de Guadalupe-Hidalgo. El resto, todos son migrantes o descendientes de migrantes, como es el caso de Frederich Drumpf, abuelo del presidente Donald Trump, que para evitar el servicio militar, en 1885, a los 16 años, huyó de Alemania a Estados Unidos, donde hizo fortuna regenteando hoteles y prostíbulos durante la fiebre del oro, según una carta del propio Frederich Drumpf, escrita en alemán, traducida y publicada por el periódico alemán Harper’s, en la que explica que al regresar a Kallstadt, Bavaria, su tierra natal, fue detenido y fichado para su deportación a Estados Unidos, perdiendo su ciudadanía  Bávara, debido a sus antecedentes.

En la carta, según la información que circula en redes sociales, el abuelo de Donald Trump rogaba, sin éxito, al príncipe de Bavaria que le permita recuperar su ciudadanía alemana y quedarse en su tierra, ya que su esposa no soporta el clima de Nueva York. No obstante, la petición le fue denegada y tuvo que regresar a los Estados Unidos.

¿Alberga algún rencor, el presidente Donald Trump, descendiente de migrantes, por la deportación de su abuelo de Alemania a Estados Unidos, para tratar de desquitarse deportando de los Estados Unidos a los migrantes latinos?

EL MESTIZAJE, LA GRANDEZA DE ESTADOS UNIDOS

Sin embargo, la grandeza de Estados Unidos se debe precisamente a la coexistencia y colaboración de sus migrantes, en una mezcla sinérgica de cualidades y potencialidades en interacción productiva y cultural que sincretiza la adaptación del ser humano a la diversidad, incluso en un ambiente donde convergen los extremos de opulencia y pobreza, de libertades y fanatismos.

Si Donald Trump no es capaz de aceptar eso y sigue deportando migrantes, si los estadounidenses deciden mantenerlo en el poder –hay razones para iniciarle juicio de destitución por violación de la constitución que juró cumplir— la misma unión americana podría empezar a resquebrajarse, empezando por la salida de California con el “Calexit”, un proceso de separación, en marcha, que podría someterse a consulta en el 2028. En el mejor de los escenarios, si sus errores no lo dejan fuera del gobierno, habrá que combatir sus despropósitos por la vía legal y política en espera de que pasen pronto los 4 años de su gobierno para que regrese la cordura a los Estados Unidos.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO