Por: Luis Daniel Rodríguez, Investigador de Mexicanos Primero Sinaloa

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Los libros de texto gratuitos (LTG) han acompañado a generaciones enteras desde 1959, cuando se convirtieron en uno de los pilares de la educación pública mexicana. En zonas rurales o de mayor marginación, estos materiales han representado no solo un recurso escolar, sino en muchos casos la única fuente de lectura disponible en los hogares. Por ello, los libros de texto representan un dispositivo de equidad educativa que ha marcado la vida escolar del país.

Con la llegada de la Nueva Escuela Mexicana (NEM), estos materiales se colocaron nuevamente en el centro del debate público. La propuesta fue ambiciosa: dotar a los docentes de herramientas flexibles que les permitieran seleccionar proyectos y contenidos adaptados a la realidad de sus estudiantes. El enfoque busca dejar atrás la memorización para dar paso al aprendizaje significativo, ligado al contexto de cada comunidad.

No obstante, al revisar la experiencia de docentes y directivos, emergen matices que muestran que la realidad es más compleja. Por un lado, se reconoce que los LTG amplían la capacidad de decisión de los maestros. La posibilidad de elegir proyectos o priorizar contenidos da margen para innovar y ajustar la enseñanza a las necesidades locales, dejando de lado los enfoques centralistas.

Pero esta valoración positiva viene acompañada de obstáculos importantes. Una de las críticas recurrentes que señalaron es la sobrecarga de proyectos, los cuales en los LTG presentan múltiples actividades. Los docentes tienen la percepción de que deben ser todos abordados y les resulta difícil de abarcar en el tiempo escolar disponible. A esto se suma la percepción de que los materiales priorizan lo teórico por encima de lo práctico: largas lecturas y explicaciones poco aterrizadas que no siempre se traducen en experiencias concretas para los estudiantes. Sin embargo, esto es reflejo de la poca claridad que ha habido sobre la NEM, pues esta variedad es sólo para que los docentes utilicen aquellos que a su consideración son más aptos según las necesidades de los alumnos.

También se señala la estructura confusa de los contenidos. Aunque la intención es fomentar la interdisciplinariedad, los títulos de las lecciones no reflejan con claridad los temas, lo que obliga a los docentes a realizar un esfuerzo adicional para organizar y jerarquizar. Esto implica tiempo extra de planeación y adecuación que, en muchos casos, desanima el uso sistemático de los libros.

Otro punto crítico es la resistencia al cambio. Parte del magisterio ha optado por seguir utilizando materiales de planes anteriores o cuadernillos alternativos que consideran más prácticos. Esta resistencia no solo responde a una preferencia personal, sino también a la falta de acompañamiento institucional. Algunos docentes sienten que no recibieron la formación suficiente para comprender y aplicar los nuevos materiales, lo que genera inseguridad y rechazo.

A esta compleja realidad se sumó un problema logístico, ya que en muchas escuelas los libros no llegaron a tiempo o simplemente no llegaron. Esta situación golpeó con más fuerza a los planteles en contextos de mayor marginación, donde los materiales son el recurso pedagógico central.

A ello se agrega el debate sobre el contenido ideológico. Mientras algunos valoran que los LTG incorporen temas de diversidad, inclusión y problemáticas actuales, otros los interpretan como un vehículo para transmitir la visión política del gobierno en turno. Esta tensión ha provocado que algunos temas sean omitidos en el aula para evitar conflictos con las familias o con la comunidad escolar. Lo cierto es que los contenidos no se reciben de manera homogénea, pues su implementación depende de la interpretación y valores de cada docente, lo que se traduce en una aplicación muy variada de los materiales en las aulas.

Finalmente, los hallazgos muestran una gran variabilidad en la frecuencia de uso. Hay escuelas donde los libros siguen siendo el recurso central de la planeación diaria, pero también hay planteles donde se utilizan de manera parcial o se dejan prácticamente de lado.

En síntesis, los libros de texto de la NEM representan la posibilidad de una enseñanza más autónoma, inclusiva y contextualizada, pero enfrentan debilidades de diseño, problemas de distribución y deficiencias de implementación que limitan su alcance. Sin un mayor equilibrio entre teoría y práctica, sin garantizar su entrega oportuna y sin brindar formación y acompañamiento al magisterio para su uso adecuado —sobre todo en comunidades donde siguen siendo el principal recurso educativo—, los LTG corren el riesgo de quedarse en el papel como una buena intención.

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