La Policía Municipal tiene una nueva tragedia: mataron a otro de sus elementos. Y esta situación replantea la situación en que sobreviven las corporaciones preventivas en nuestra entidad. Ello nos habla del luto en decenas de familias, de compañeros y de amigos, pero también nos remite a la pérdida que la sociedad sufre cuando los elementos a los que ha dado la grave tarea de garantizar la seguridad sacrifican su vida durante jornada de trabajo o en sus horas de descanso, como consecuencia de su desempeño laboral. No podemos olvidar el tiempo y los recursos que costó formar a los elementos policiales, tampoco que son padres de familia y esposos, que al faltar dejan a sus seres queridos en orfandad y viudez.
Buscando evitar las condiciones que ponen en mayor riesgo a los policías preventivos, la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, emitió tres medidas cautelares el pasado mes de marzo. Y cada vez que lamentamos un nuevo hecho que lastima vidas al interior de las corporaciones, las reiteramos: que al cumplir con una comisión vayan dos o más patrullas de policía; que al concluir la jornada de trabajo se concentren a los agentes en un punto seguro y que el turno siguiente los lleva seguros a sus hogares; que se permita el arma de cargo oficial a los policías en sus horas de descanso. Lo que ha sucedido de manera reiterada después de que hemos emitido las medidas cautelares, nos da la razón, pero solo dos medidas fueron aceptadas y cumplida nomás la primera.
Todos deseamos la paz, pero lo primero que tenemos que asumir es que esta crisis de seguridad no es una mala pesadilla que podemos espantar de la noche a la mañana. La abrumadora presencia de corporaciones policiales y militares en la ciudad de Culiacán y algunos otros puntos geográficos de Sinaloa, han permitido que bajen cifras de los delitos principales, sin que por ello podamos decir que ya estamos al final de la crisis. Baste imaginarnos que el día de mañana no estén esos 12 mil elementos en las calles y caminos, para tener una situación delicada. El próximo 9 de septiembre desafortunadamente veremos que la post crisis no empezará al día siguiente. Y las medidas cautelares que hemos propuesto cobrarán mayor vigencia ante la prolongación de la Ola violenta.Las crisis son tiempos de definiciones y la presente no es la excepción. Por eso nos preguntamos, ¿qué tipo de corporaciones policiales queremos tener? La pregunta nos lleva a una primera definición: el trabajo de la policía es un trabajo esencial, imprescindible para la vida económica, social y cultural. Una segunda es que la sociedad debe destinar los recursos suficientes para formar un cuerpo de elementos profesionales en su oficio y con vocación de servicio a la sociedad que pertenecen. Es necesario un buen salario, pero no basta con él. Las prestaciones sociales serán un buen estímulo, pero las medidas cautelares serán un complemento que salvará vidas.
Y hay una tarea en la que debemos empezar a reflexionar y trabajar. Si ahora hay que brindarles algunas medidas de protección, también debemos atender cómo será la postcrisis del trabajo de nuestras policías. Aún no tenemos la literatura suficiente para que la claridad sobre esa etapa domine nuestras inquietudes, pero hagamos un esfuerzo junto a nuestros policías para resolver la montaña de trabajo que nos espera.
Y cuando hablamos de las tareas postcrisis lo primero que salta a la vista es algo que desde ahora debemos promover: el acercamiento de las corporaciones en general y de los elementos policiacos en particular con la sociedad. No estamos descubriendo hilos negros y ni aguas tibias, pues hace ya varios gobiernos esa experiencia tomó cuerpo en el trabajo que el departamento de trabajo social y agentes realizaron en las colonias que presentaban mayores quebraderos de cabeza para las labores preventivas. Los abogados, trabajadores sociales y psicólogos desplegaron un intenso trabajo con las pandillas de las colonias y los índices de faltas al Bando de Policía y Gobierno bajaron sensiblemente y el renglón de delitos también.
¿A qué horas se realizaba el contacto y reuniones con las pandillas? A la media noche y terminaban en la madrugada, pero por los resultados obtenidos aquel esfuerzo valió la pena. ¿y qué hacían los agentes de policía? Se formaron equipos de basquetbol, de futbol y de volibol y se organizaron torneos entre los miembros de aquellas pandillas y jóvenes ajenos a esos grupos y elementos de tropa policiales. Ese acercamiento físico y el disputar habilidades y conocimiento en deportes desmitificó en mucho la idea que se tenía de un bando hacia el otro. Y mejoró también las relaciones entre autoridades y los jóvenes de las colonias populares. El deporte fue un recurso valiosísimo.
Ahora que buscamos no mil salidas a esta crisis de seguridad, pues con una nos conformamos, la situación nos remite a pensar en programas y actividades ya realizadas y en los resultados que tuvieron. Queremos regresar a la normalidad que nos permitía libertad de desplazamiento las 24 horas del día, sin que ello represente un riesgo para nuestra integridad. Queremos que las actividades económicas y sociales no tengan límites ni geográficos ni de seguridad ni de horarios. La vida democrática exige libertad y espacios públicos para ejercerla. Y para disfrutar de los espacios públicos en libertad y para la libertad, requerimos que el trabajo del policía se corresponda con esos intereses de la sociedad. Oficio y vocación deben caminar de la mano con esos intereses. Por todo ello asumamos que ahora, antes de arribar a la postcrisis, tarea central es cuidar a los que nos cuidan. Vale.
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