La novela en cuestión, DONDE LAS MUJERES, así de simple… describe el esplendor y la decadencia de una familia, la mayoría mujeres, que se imagina perfecta. Álvaro Pombo se sirve de la poesía y la filosofía que desencadenan en reflexiones existenciales. Narra la historia de dos mujeres adultas, dos jovencitas y un niño; una de ellas es la madre, acostumbrada a la ausencia del padre de sus hijos. Viven cómodamente de sus rentas en una posición desahogada, en una isla llamada La Maraña con un espacio de menos de dos kilómetros de ancho, tienen un chalet de dos pisos rodeado de un precioso jardín. Enfrente, separada por un puente, se destaca una casa más grande, con un torreón y un espacioso y cuidado parque, propiedad de la tía Lucía, hermana de la madre; soltera, rica, elegante, sofisticada que solía llegar a su residencia a pasar el otoño y el invierno, de manera que al llegar la primavera se retiraba a su propiedad en Islandia a convivir con su pareja, un alemán enamorado de la glamurosa dama.

La vida familiar transcurre entre tradiciones, estudios, lecturas, la madre se dedica a pintar cuadros convencida del valor de su arte. El hijo de 7 años está a cargo de una institutriz alemana. Las visitas de la tía llenan de regocijo a la familia por los relatos apasionados de los viajes de la visitante, algunas veces acompañada de su amante alemán. Ella toma las decisiones importantes de la familia y es confidente de las dos jovencitas, sus sobrinas.

De pronto, un día se aparece el padre, después de siete años de silenciosa ausencia. Trata de entablar una difícil comunicación con su esposa e hijos, justificando su ausencia a causa del desinterés que suscitaba en su familia. Es un hombre próspero, atractivo, joven aún, con un carisma de fácil soltura y sin embargo, no logra reconquistar su lugar en la familia, de manera que tiene que hospedarse en un hotel . Es tratado con curiosidad, más que con interés, no hay reclamos entre él y su esposa conscientes de que los separó la indiferencia y falta de pasión en el matrimonio. La hija menor, una bonita adolescente, trata de acercarse a él formando un lazo tibio entre los dos, el hijo varón, de 7 años, demuestra simpatía por la imagen paterna. La hija mayor, es quien más rechaza al padre por su innecesaria presencia que sólo altera la rutina casera. Se siente más identificada con la pareja de la tía Lucía, con quien sostiene largas conversaciones sobre el arte y la vida en sí.

El padre, decidido a derribar el desdén de su hija mayor, se acerca a ella para explicarle los motivos de su rompimiento familiar. Decidido a sincerarse, reconoce: “Veo que ustedes son mujeres solas que se bastan a sí mismas, con aires de grandes damas. Son intransigentes que piensan que los padres, los maridos, los hombres en sí, dan lo mismo ya que son intercambiables… tu madre, tu tía, tú, menos tu hermana que me ha pedido que la saque de este paraíso que la asfixia…” y se retira de nuevo de lo que fuera su familia.

Durante una de sus largas visitas, la tía Lucía se percata de la cercanía de su pareja con su sobrina mayor, observa cómo comparten el interés por el cuidado de los jardines, la música, la poesía;  todo eso despierta en ella un sentimiento de celos que guarda cuidadosamente. Una noche,  rebasada por una incómoda contrariedad, por la delicada figura de su sobrina y el tiempo que ésta pasa con el alemán, conduce a la chica al lugar más solitario de su residencia para comenzar una conversación con ella, empezando por desacreditar al hombre con quien ha convivido por muchos años… “lo que no puedo soportar de él, es que me mire como un cocker spaniel con ojitos dulces. A mí me ha enfermado siempre la dulzura… entre él y yo nunca hubo un componente de carnalidad…”y continuaba tratando de herir a la muchacha…”tu padre, en cambio, fue la perfección, pero no tanto como para encadenarse a él… hablo de tu padre, el verdadero” La muchacha, intuyendo el doble sentido de las palabras de la tía, se encara a su madre sin  encontrar respuestas a sus dudas.  Decide irse de la casa, retirarse de su cómodo nido para buscar las verdades ante sus dudas, con la suficiente dosis de convencimiento que su familia siempre había estado muy lejos de la perfección que ella había acariciado.

Álvaro Pombo utiliza un lenguaje filosófico, psicológico, descriptivo;  digamos filosofía-ficción. En  partes a base de retruécanos  sujetos al análisis. Se sirve de abundante narrativa y pocos diálogos. Un estilo inusual que conduce a una lectura cuidadosa y reflexiva. Definitivamente es un gran conocedor del alma humana, en especial de las mujeres. Además, según sus críticos,  el tema Gay está presente en varias de sus novelas. Ganador de los prestigiosos reconocimientos como el Premio Planeta y el distinguido Premio Cervantes, ha recibido innumerables comentarios a su extensa obra.

Según Joaquín Marco, de la ABC, Álvaro Pombo “…es un afortunado hijo literario de Henry James, aunque su novela puede emparentarse con Proust (refriéndose a ésta reseñada)

Carmen Martín Gaite, se expresa: “Para mí, que soy muy pombina, es su mejor novela”

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