¿Por qué personas incompetentes ocupan cargos laborales importantes, toman decisiones o dirigen instituciones públicas y gobiernos, ocupan escaños como legisladores, como funcionarios públicos, en las aulas, en la política, en la burocracia de alto nivel, o en cualquier liderazgo?

La vida cotidiana en México constantemente nos muestra ejemplos de cómo personas ineficaces, arbitrarias e ignorantes ocupan puestos directivos y de toma de decisiones, algo que contrasta con el deber ser de toda empresa o institución, pero que, desde las Ciencias Sociales y de la Conducta, podemos identificar como una constante que obedece a un par de fenómenos: el efecto Dunning-Kruger y lo que me gusta llamar, lamebotismo.

El primero se explica como un “sesgo cognitivo” que expone cómo las personas con capacidades inferiores, habilidades y conocimientos escasos, se sobreestiman, generando una falsa confianza que “proyecta” hacia los demás “una imagen de competencia que no corresponde con la realidad”. Esta confianza auto recetada es la que nos permite observar cómo los puestos de liderazgo, de toma de decisiones o de administración de recursos financieros o humanos están -¿generalmente?- ocupados por personas ineptas o con capacidades por debajo del perfil que requiere su cargo.

El efecto Dunning-Kruger también establece que, por el contrario, las personas más competentes, hábiles y con conocimientos, tienden a subestimar sus capacidades, reflejando menos confianza o, como regularmente ocurre, generando desinterés en ocupar puestos decisivos debido al desencanto de ver quiénes ocupan las cúpulas de poder y decisión.

De esta forma quienes sí poseen las mejores capacidades y conocimientos para los cargos importantes se relegan a contextos menores donde su talento no es completamente aprovechado.

Además de la injusticia que representa este fenómeno socio-laboral, el mayor riesgo que considera este paradigma es que las personas incompetentes regularmente no se dan cuenta de su incompetencia, no solo por la sobreestimación de sus “capacidades”, sino porque, en realidad, su ignorancia no les permite percibir que están cometiendo errores o que ocupan cargos que no corresponden a sus habilidades. Por ejemplo “si una persona escribe con mala ortografía, no es capaz de reconocer sus errores porque carece de los conocimientos de las reglas ortográficas”, y así aplica en todos los ámbitos laborales.

El segundo elemento que ilustra el por qué personas con capacidades ínfimas ocupan cargos de importancia, o cómo incompetentes escalan laboralmente mientras que las y los capaces no lo hacen, obedece a una práctica añeja y lamentable que inició en la política mexicana del siglo anterior, contagiando a la vida laboral pública y privada de este país, como un cáncer que se expandió para corroer la cultura del trabajo: El lamebotismo; o para ser menos coloquial, la conducta servil, elogiosa, sumisa y obediente de quienes quieren ascender laboral y socialmente.

El régimen priista creó en este país una cultura laboral en donde el mérito se basa en la pericia servil de las personas y no en sus logros y competencias, debido a que los líderes se convirtieron en mesías y sus seguidores en servidumbre.

La ostentosidad del cargo público acarreó una cultura de la adulación, para que en el agrado del líder se repartieran migajas de poder y con ello ascender, independientemente de la capacidad o habilidad para una encomienda.

Así como el lamebotismo se convirtió en una estrategia de ascenso, las cúpulas conformadas por los cargos públicos y trabajos de importancia se convirtieron en tronos de nuevos mesías y encumbrados incompetentes, a quienes hay que reconocerles todo lo que hacen, incluso si pisotean los derechos o integridad de sus seguidores, solo por mantener el estatus quo, un empleo o las migajas de poder.

Las trayectorias laborales, la experiencia, conocimientos o habilidades generalmente son desestimadas porque se valora la lealtad, el servilismo, la obediencia ciega sin cuestionamientos. Los líderes convertidos en mesías ocupando puestos públicos o laborales de poder también procuran hacerse de personal con estas características, para evitar el reto a sus capacidades por parte de personas que tienen mejores perfiles, pero también para incrementar su falsa confianza. Adular, generalmente sin conocimiento, las “virtudes” de los jefes o líderes, eventualmente se convierte en capital social para la petición de ascensos, premios, recompensas, o hasta para mantener un trabajo.

Si aplicamos este par de criterios (el efecto Dunning-Kruger y el lamebotismo) podemos entender cómo y por qué una persona ocupa cierto cargo de importancia aún cuando sus capacidades son evidentemente ínfimas; así se empodera, se sirve de quienes le adulan para recibir alguna dádiva o mantenerse donde están, más ahora que la crisis de empleo permea en todos los sectores y es complicado encontrar un buen trabajo.

Además, estos dos paradigmas pueden aplicarse en todos los ámbitos laborales de sociedades complejas como la sinaloense, ayudándonos a dimensionar toda una cultura del trabajo basada en una meritocracia raquítica e injusta, que premia a los ineptos por sobreestimados o lamebotas, castigando a quienes poseen capacidades y habilidades para hacer bien las cosas, o relegándolos a puestos secundarios, ajenos a las decisiones y al liderazgo.

El mayor de los problemas es que ser servil más allá de la dignidad propia y apoyar ciegamente al jefe o líder, sin cuestionar la validez, legitimidad, justicia u honradez de sus actos y decisiones, es una práctica que se hereda.

Las nuevas generaciones aprenden el sistema, lo emulan, lo reproducen y con eso garantizan su perpetuidad, anulando la posibilidad del cambio que debe traer consigo el relevo generacional.

Premiar a los incompetentes porque se sobre valoran, y relegar a las mentes capaces porque no quieren o pueden emerger, es cómodo para un sistema que pondera la mediocridad y el servilismo, pero no contribuye al crecimiento laboral e institucional, a una cultura del trabajo realmente basada en darle a cada persona el lugar que sus habilidades y conocimientos le merecen.

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