Técnicamente, el Año Nuevo es solo un día más; la naturaleza es totalmente ajena a nuestra concepción del tiempo y nuestro afán de contabilizarlo constantemente. El cierre del año y comienzo de uno nuevo no marcan un cambio de estación ni una transformación tangible. Sin embargo, el valor que le hemos dado a este fenómeno lo ha vuelto un suceso esperado por muchos, además de convertirlo en el pretexto perfecto para plantear propósitos y metas a cumplir para el año que inicia. Cada 31 de diciembre, miles de millones de personas alrededor de todo el mundo se reúnen a celebrar, a llevar la cuenta regresiva antes de la llegada del próximo año y a sembrar sus buenos deseos y esperanzas.

No obstante, no todo es amor y alegría, porque es común experimentar sentimientos de tristeza, nostalgia y cansancio. Inclusive, especialistas hablan de “la depresión post Navidad”, mientras que en la creencia popular se considera que es el tercer lunes de enero el día más triste del año conocido como “Blue Monday”, y se le llama “cuesta de enero” a las dificultades económicas asociadas con los primeros días del año.

Es así como los primeros días del año pueden ser un momento desafiante para muchas personas. Después de la algarabía y los excesos de las festividades, nos encontramos de sopetón con el regreso a la rutina, de los compromisos y las responsabilidades. Regresamos de la celebración para darnos cuenta de que nada ha cambiado y que nuestros más bellos deseos y metas no se van a alcanzar solos, sino que dependen de nuestro trabajo constante.

La presión por cumplir nuestros propósitos puede ser mucha, pero ayuda recordar que, si bien el día primero del año nos da la oportunidad y el pretexto perfecto para iniciar, cualquier día podemos hacerlo: lo importante es el momento presente y las fechas son inconsecuentes para la naturaleza. La noción de que en enero todo debe ser diferente, que debemos cambiar radicalmente y cumplir con expectativas a veces inalcanzables puede generarnos estrés y ansiedad, ante lo cual es bueno recordar que se trata únicamente de un constructo social. La realidad es que la vida no sigue un calendario preciso y nuestros logros no se miden por el número de días que han transcurrido desde el primero de enero.

El inicio del año, sin embargo, nos brinda un punto de referencia simbólico. Es como si se abriera un nuevo capítulo en un libro interminable. Es una oportunidad para reflexionar sobre el pasado, aprender de las experiencias vividas y establecer nuevas metas y direcciones para el futuro. El primer paso es aceptar que la transición de diciembre a enero no implica un cambio mágico en nuestras vidas, sino más bien una oportunidad para realizar cambios conscientes y planificados.

Después de las festividades, enfrentamos la realidad de que la magia de la temporada ha llegado a su fin. Las luces de colores se apagan, los regalos han sido abiertos y los momentos festivos quedan atrás. La rutina diaria retoma su lugar, y con ella, a veces, surge una sensación de melancolía. Es esencial permitirse sentir estas emociones y entender que no estás solo en este sentimiento postfiestas.

En este contexto, es fundamental cuidar de nuestra salud mental. La “depresión post Navidad” y el “Blue Monday” son fenómenos que, si bien pueden afectar a algunas personas, no deben menospreciarse. Buscar apoyo emocional, hablar con amigos o profesionales de la salud mental y practicar el autocuidado son pasos cruciales para superar estos momentos difíciles.

Más allá de las expectativas y presiones externas, los primeros días de enero también pueden ser un período de autodescubrimiento. Es un momento para evaluar qué aspectos de nuestra vida realmente nos importan y qué cambios queremos implementar para mejorar nuestro bienestar. La “cuesta de enero” económica puede ser un desafío, pero también puede ser la oportunidad de repensar nuestras prioridades financieras y adoptar hábitos más saludables en términos de gastos y ahorros. Te recomiendo ampliamente llevar un registro: una especie de diario que se acomode a tu estilo y necesidades donde puedas documentar tus avances, recordar tus prioridades y establecer metas tangibles, ya que eso ayuda enormemente a ser constante en su consecución: vale más dar pequeños pasos constantes, que intentar correr una carrera completa y luego olvidarnos de las metas.

Además, podemos aprovechar este momento para no solo plantear nuestras metas pensando en nuestro bienestar individual, sino en lo que podemos hacer por el mundo en el que vivimos: actos de caridad, ayudas de buena voluntad y, por supuesto, poner nuestro granito de arena para combatir el cambio climático que se acerca inexorablemente.

En lugar de ver enero como un mes cargado de presiones y dificultades, considerémoslo como un lienzo en blanco. Es un período para explorar nuevas perspectivas, establecer metas realistas, definir qué nos gustaría aprender y cultivar hábitos que promuevan la salud y la felicidad a largo plazo. La clave está en encontrar un equilibrio entre la reflexión serena sobre el pasado y la anticipación emocionante del futuro. Aprovechemos este nuevo comienzo para enfocarnos en lo que realmente importa, cuidar de nuestra salud mental y emocional, y abrazar las oportunidades que el año nuevo tiene reservadas para cada uno de nosotros. Recuerda, la vida es un viaje constante, y cada día es una oportunidad para avanzar hacia una versión más plena y auténtica de ti mismo. ¡Adelante, el 2024 está lleno de posibilidades emocionantes!

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