Asesinatos, robos, droga, desapariciones, impunidad, complicidades, todas estas variables, y otras más, inciden en el fenómeno de la perenne criminalidad que padecemos; lo que cíclicamente nos lleva a preguntarnos ¿tiene remedio Culiacán?

La solución tradicional se propone disminuir el número de delitos mediante el incremento de la fuerza y presencia policial, lo que no está mal, pero es insuficiente. Y es que, tanto evitar los crímenes como actuar frente a sus consecuencias requiere del involucramiento de nuestra comunidad.

Por eso se gestó el concepto de seguridad ciudadana. Bajo esta concepción, las estrategias de prevención son integrales (no solo policiales) y prestan gran atención a la participación comunitaria (de trinchera y no sólo de cúpula), en la toma de decisiones de política pública. Al ser participativa, la estrategia se preocupa por incrementar el sentido de ciudadanía democrática (real, no a modo).

Incluso hay quien habla de pasar a una visión de seguridad humana, que consiste en sumar a la prevención y persecución del delito un enfoque de justicia social para enfrentar lo que la ONU llama las nuevas amenazas: pobreza crónica y persistente, conflictos violentos, cambio climático, pandemias, así como crisis económicas y financieras.

Hay que reconocer que han existido esfuerzos para que estas ideas aterricen en Sinaloa, pero no han arraigado. Para ello se necesita la presencia de más estadistas en el gobierno y más actores sociales visionarios. Por desgracia, parece que unos y otros andan escasos, son ignorados o, en el mejor de los casos, cada quien va por su lado.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO