El tema de la sequía en la entidad aún persiste por la ausencia de lluvias, las presas siguen secas reclamando el almacenaje del vital líquido para posteriormente distribuirlas en los poco más de 70 mil kilómetros de canales, drenes y acequias que conforman esta intricada red hidráulica en la entidad. Para darnos una idea de la gravedad del problema, al día 18 de junio del presente las once presas que reporta CONAGUA para el estado de Sinaloa se encuentran en un 11% de su capacidad.
El mismo reporte nos indica que el total de la capacidad de almacenamiento de todas estas presas es de 22,761.1 Mm3 y actualmente en su conjunto están embalsadas 1,750.8 Mm3. Dimensionemos el problema con la Presa Luis Donaldo Colosio, que es la de mayor capacidad de almacenamiento con poco más de 4,568.0 Mm3, actualmente se encuentra a un 15% de su capacidad. Paradójicamente la de menor capacidad, la presa Aurelio Benassini (815.5 Mm3), se encuentra a un 27% de su capacidad.
Urge la presencia de Tlaloc en esta región del país. La situación es caótica con mucha incertidumbre, pues la economía del Estado depende mucho del sector agropecuario y pesquero que a su vez es estratégico para el país. Desafortunadamente la sequía también tiene otros daños colaterales en los ecosistemas.
En este caso hablamos de los procesos de desertificación que van aparejados a las sequías y en donde el cambio climático también está sentando sus reales.
Los procesos de desertificación han sido y son parte de la historia de nuestro planeta. Sin embargo, en la actualidad dicho proceso ha tenido un incremento sustancial en su alcance y ocurrencia. Esto se debe principalmente a una serie de factores de origen antropogénico destacando, entre ellos, el crecimiento desorganizado y acelerado de las ciudades, la minería, agricultura y ganadería, debido a que, de una manera u otra, estas actividades involucran cambios sustanciales en el uso del suelo, particularmente la tala de árboles, y sus sotobosques, también el sobrepastoreo del ganado y su trasiego por los potreros que apisonan o golpean la tierra, a todo esto le tenemos que sumar la falta de agua que acelera la erosión y la capacidad de que en esos suelos crezca vegetación. Estos procesos ocurren particularmente en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas.
¿Y qué creen? Pues que nuestro estado desafortunadamente tiene todos los ingredientes para que ocurra este proceso de desertificación. Un daño colateral a las muchas preocupaciones que ya tenemos con la sequía y al que le hemos puesto, creo yo, muy poca atención. Ecológicamente nosotros tenemos en la parte norte de nuestra entidad colindancia con el desierto de Sonora, cambia a una zona semiárida de Los Mochis al sur hasta Mazatlán en donde ya podemos hablar de una zona árida subhúmeda, todas ellas aderezadas con altas temperaturas. Para reforzar esto el municipio de Choix hace un mes fue el sitio más caluroso en todo el país, superando a la ciudad de Hermosillo o la región de Altar enclavadas en el corazón del desierto sonorense.
De acuerdo con la oficina de las Naciones Unidas para la Prevención de los Desastres Naturales el proceso de desertificación de estos ecosistemas es “silencioso e invisible” que paulatinamente transforma estos ecosistemas. Este problema es tan silencioso y poco “atractivo mediáticamente” que es muy poco lo que se conoce, a pesar de que son más de dos mil millones de hectáreas las que ya presentan algún grado de degradación de suelo a nivel global, de igual manera se han degradado o perdido más de 24 mil millones de toneladas de suelos fértiles debido a los diversos procesos de erosión y 12 millones de hectáreas son degradadas anualmente o algo así como 24 hectáreas por minuto, ver página web al final del documento.
Pienso que estos números merecen la atención de todos en nuestra entidad, pues debemos de considerar que las condiciones en las que actualmente nos encontramos podría ser otro problema ambiental el que tenemos en nuestras narices. No conviene enfrentar problemas ambientales, lo ideal es prevenirlos, el daño que hemos infringido al planeta nos invita a sumar esfuerzos en aras de revertirlos. Sustentar acciones de conservación con una base científica sólida bajo el amparo de sociedad y gobierno es un primer paso en pro de la conservación de los recursos naturales.
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