Queremos paz para trabajar.
– Profra. Ana María, manifestante.
̶ Nos miran, aprendamos. ̶ Dijo el director de la Secundaria ETI #75 en la mesa de diálogo, al término de la marcha que reivindicó justicia para el caso de la maestra Jesamel Rodríguez Zazueta, que el sábado anterior falleciera víctima de la violencia cuando circulaba junto a su esposo y sus dos niñas por el Malecón de Altata. La voz pausada y grave, la mirada triste y llena de preocupación, su lenguaje corporal manifiesta incertidumbre por lo que pueda pasar en las escuelas y su entorno: lo dice por los alumnos, los docentes y los padres de familia a quienes los hechos de violencia en las inmediaciones escolares imponen momentos de ansiedad y desesperación.
Villa Juárez, Navolato, ganó la atención por momentos porque algunos mentores presentes trabajan allí y por los acontecimientos que alteraron recientemente la tensa tranquilidad de las calles de la comunidad.
̶ La Secretaria de Educación Pública estuvo en la comunidad en el arranque del ciclo escolar. ̶ dijeron.
̶ Su camioneta y los autos de sus acompañantes fueron rodeados por un grupo de punteros que se dieron el lujo de cuestionar la presencia de la maestra Gloria Himelda y comitiva. ¿Cómo es posible que eso suceda y luego no pase nada? Después agregaron: ̶ No dudamos que hay coordinación entre la SEPyC y las autoridades de Seguridad, pero partimos de la situación de que la escuela no tiene barda perimetral y es fácil presa de acciones de la delincuencia.
Los maestros presentes fueron enfáticos en que no debemos olvidar a la maestra Jesamel y a sus niñas, quienes tienen pleno derecho a forjar su futuro.
Por su parte, el maestro Feliciano Castro, Secretario General de Gobierno, informó que ya había contacto con la familia y que la Ley garantiza becas para los huérfanos de la violencia. Esa preocupación hecha propuesta nos lleva de la mano hacia una realidad de amplio espectro y donde no son pocos los casos de infantes en que la orfandad es la referencia obligada al observar su situación familiar, sobre todo en los últimos 12 meses.
No sólo hubo lugar para expresar el dolor y la indignación por lo sucedido en Altata y que deja en luto a una familia de trabajo y de paz; de manera responsable no faltaron los maestros que llamaron la atención hacia el protocolo de seguridad en las escuelas.
Se les dijo por la autoridad que ya existe un protocolo oficial y ellos dijeron que hay aspectos esenciales que no se contemplan en ese documento. Y uno de los acuerdos que arrojó la mesa de diálogo fue que las propuestas que se consideren imprescindibles se presenten el lunes 22 ante la Secretaría General para darles el debido seguimiento. Ojalá y recojan esas inquietudes y se enriquezca el protocolo oficial.
Esa propuesta para enfrentar la situación que vivimos es una muestra de la resiliencia social, como también es plausible la experiencia del director Ramón López. Al revisar listas de asistencia y de aprovechamiento de los alumnos, al maestro Ramón le llamó la atención que un muchachito tenía seis meses sin asistir a clases. No tardó en saber que el nuevo oficio que arreaba el adolescente era el de puntero. Desde ese instante el director combinó el trabajo docente con una persistente labor de convencimiento para el regreso a la escuela de aquel secundariano. Sin darle descanso, en la casa y en las calles, terminó llevándolo a las aulas.
En esos momentos la maestra Jesamel rendía tributo a la Madre tierra y los presentes en la mesa de diálogo recordaron que en este lunes de luto para la ciudad que tanto amó, ella cumpliría sus primeros 35 años. El dolor alcanza nuevas dimensiones al recordar que dos niñas quedan en la orfandad, que todo un grupo de alumnos no tendrá la alegría y las enseñanzas de quien miraba en ellos la extensión de su querida familia. Y en la explanada del Palacio de Gobierno el amplio grupo de personas que había renunciado asistir al sepelio para hacerse presente en la marcha de protesta y exigir justicia plena para el caso de la maestra, permanecía estoico en espera de los acuerdos en la mesa de diálogo.
El Secretario General de Gobierno reconoció las limitaciones en el esfuerzo de la autoridad por regresar la paz y tranquilidad a las calles, centros de trabajo y educativos, en buena parte de la entidad. Señaló a los meses de junio y este septiembre como los que muestran mayores picos en las estadísticas del delito. Informó que en este difícil año de violencia 2 mil 447 ciudadanos habían sido privados de la libertad (desaparecidos, pues) y que de ellos 955 habían regresado con vida; el resto sigue sin saberse de ellos. También nos dice que alrededor de 600 miembros de las bandas de delincuentes han sido abatidos por las fuerzas públicas y detenidos más de mil 600, mientras las fuerzas que mantienen la violencia en el estado parecen no menguar. Lo que traza un mapa de la violencia muy preocupante.
Creo haber salido de esa mesa de diálogo con la certeza de que el sector educativo no acepta la ola de violencia como algo imparable. La mejor prueba es que los maestros, con el apoyo de padres de familia, salen a la calle a exigir paz y respeto a la noble actividad educativa. Y, reiterando su decisión de darle fin a este flagelo, hacen propuestas para fortalecer el protocolo de protección a la población escolar. Nuestro reconocimiento por todo ello, porque hace sentir a otros grupos sociales que no están solos. Y de paso menciono que el sábado pasado promotores de diversos deportes, senderistas, promotores de danza, vecinos de colonias y defensores de espacios públicos se reunieron en la CEDH para acordar el acondicionamiento de campos y espacios, con el fin de ejercitar cuerpos y mentes, y darles vida propia a esos espacios públicos. Ya tenemos una cita: sábado 20 a las 6 pm en el Parque Ecológico. Caminaremos por el sendero de la Milla y luego por otros lugares, como contribución a la búsqueda de la anhelada paz. Multipliquemos este noble esfuerzo. Vale.
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