Me veo en el espejo y veo las arrugas, principalmente las patas de gallo. Ella me repetía tanto: no te rías así, te vas a arrugar, vas a quedar como tu tía Tina. ¿Cómo estaba la tía Tina?, la verdad no la recuerdo, pero no reírme me evitaría quedar como ella. No supe si dejé de reír o no, pero las arrugas igual aparecieron. Qué tienen las arrugas, ¿que no marcan el paso por la vida?, no cualquier vida, sino la bien vivida, la alegre, la divertida. Consulté a la tía Juana, conocedora de toda la genealogía familiar. —¿Tu tía Tina?, me preguntó. En toda familia que se respete hay una loca, tu tía Tina fue la loca de esta familia; para mí, la única feliz. Ahora, si tú quieres ser como tu tía Remedios, con labios rebosantes, ojos regios y piel lisa, ya tienes la respuesta.
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