Por: Nuria González Elizalde, Directora general de Mexicanos Primero Sinaloa

X/Twitter: @Mexicanos1oSin @GlezNu

Durante las vacaciones de Semana Santa 2025, en Sinaloa se activaron diversas estrategias para proteger a las escuelas del vandalismo y el robo. No fue casualidad. En años anteriores, los periodos vacacionales se convirtieron en ventanas de riesgo para los planteles de educación básica, muchos de los cuales fueron objeto de daños que afectaron directamente el regreso a clases de niñas, niños y adolescentes.

La Secretaría de Educación Pública y Cultura lanzó la campaña “La escuela es de todas y todos”, que invitó a madres, padres, vecinos y trabajadores de las comunidades escolares a vigilar los planteles durante los días de asueto, del 14 al 25 de abril. La ciudadanía fue convocada a reportar movimientos sospechosos al 911 y mediante la aplicación SOS Ciudadano 360, disponible para monitorear posibles emergencias.

Desde Mexicanos Primero, nos sumamos con la iniciativa “¡Échale un ojo a tu escuela!”, recordando que una comunidad atenta puede prevenir que una escuela se quede sin luz, sin equipos o sin condiciones mínimas para enseñar y aprender.

¿Qué aprendimos de este ejercicio colectivo? Primero, que cuidar la escuela también es educar. Es enseñar con el ejemplo que lo público tiene valor, que el espacio común nos pertenece a todas y todos, y que protegerlo no es tarea de otros, sino nuestra también. Las  niñas, los niños y los adolescentes observan lo que hacemos: cuando defendemos su escuela, les enseñamos que su derecho a aprender es importante.

Segundo, que la prevención funciona mejor cuando hay organización. Las campañas públicas, los comités escolares activos y la coordinación entre familias y autoridades locales redujeron la incidencia de robos respecto a años anteriores. Aunque algunos planteles sí fueron vulnerados, los reportes indican que la vigilancia comunitaria ayuda a contener los daños.

También aprendimos que muchas escuelas, sobre todo en contextos rurales o en zonas de marginación, apenas logran con gran esfuerzo mantener una infraestructura mínima: unos ventiladores o aires acondicionados, un proyector, un baño en condiciones, un aula segura. Cada equipo dañado o robado representa años de gestión, rifas escolares, cooperación de madres y padres. Cuidar esos espacios no solo es evitar un delito, es proteger el esfuerzo colectivo y la dignidad de quienes aprenden y enseñan ahí.

Tercero, que estos esfuerzos deben mantenerse más allá de las vacaciones. La educación ocurre todos los días, y también se aprende fuera del aula: en el modo en que la sociedad defiende a sus escuelas, en la manera en que el entorno cuida —o descuida— el derecho a aprender.

Estas vacaciones, muchas personas mostraron que sí se puede cuidar lo común. Que la escuela importa. Que aprender importa. Y que cuando actuamos juntos, protegemos algo más valioso que un edificio: protegemos el derecho de cada niña, niño y adolescente a aprender en un lugar seguro, cuidado y digno.

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