Vivimos tiempos difíciles, constantemente abrumados por el cambio climático, la escasez que se cierne sobre el estilo de vida al que nos hemos acostumbrado, las guerras, la violencia que impera ahora en prácticamente cada rincón de las redes sociales… Ante tal vorágine, nos hemos vuelto más volubles y susceptibles a discursos divisorios. En lugar de aceptar nuestras responsabilidades, volteamos hacia todos lados buscando a quien culpar. Esperamos que mágicamente otros resuelvan los problemas que como humanidad enfrentamos sin antes intentar generar un cambio por cuenta propia. En un contexto como el actual, es extremadamente sencillo caer en un discurso de “ellos” contra “nosotros”, los “buenos” y los “malos”. Pareciera que no nos damos cuenta de que la polarización es una fuerza destructiva que amenaza la cohesión social y el bienestar común.

Ahora, que en México vivimos el proceso electoral de mayor envergadura en la historia, la polarización se politiza y se utiliza como moneda de cambio. Se pierde de vista que la meta en común no es la destrucción, sino la reconstrucción. Este fenómeno de la polarización ha permeado en nuestras vidas de manera preocupante, generando un clima de confrontación y desconfianza que socava los cimientos de nuestra democracia conforme el diálogo, el respecto, la tolerancia y la escucha activa se ven reemplazadas por el odio, la intolerancia y el rechazo.

 

El peligro de optar por un discurso polarizado es evidente en sus consecuencias devastadoras. En primer lugar, la polarización corrompe el tejido social al fomentar la intolerancia y el odio hacia aquellos que piensan diferente. En lugar de buscar puntos de encuentro y soluciones consensuadas, nos atrincheramos en nuestras posiciones extremas, alimentando un ciclo vicioso de confrontación y división. Este discurso polarizado también alimenta la violencia, tanto verbal como física. Las diferencias ideológicas se convierten en excusas para justificar ataques y agresiones, convirtiendo a nuestros propios conciudadanos en enemigos a vencer en lugar de aliados en la construcción de un futuro mejor para todos.

Ya lo estamos viviendo en carne propia. La polarización fragmenta a la sociedad y debilita nuestra capacidad de acción colectiva. En lugar de unirnos para enfrentar los desafíos comunes, nos volvemos unos contra otros, priorizando la victoria política sobre el bienestar de la sociedad en su conjunto. Somos “fifís” contra “chairos”, entre muchas otras divisiones, buscando al culpable que nos trajo a este momento histórico cuando, en realidad, el presente que vivimos lo construimos juntos… pero como no nos gusta, nos señalamos los unos a los otros sin darnos cuenta de que estos comportamientos nos hacen perder de vista lo que verdaderamente importa: ¿cómo salvamos a México? ¿cómo corregimos el rumbo?

Es fácil darse cuenta del nivel al que ha llegado el cisma ideológico que vivimos. En redes sociales, en cuanto alguien expone su opinión que indirecta o directamente apoye a algún partido político o candidato, salen personas a interactuar con el único objetivo de hacer daño. Los insultos y denostaciones han reemplazado el debate político. Vamos, los mismos candidatos presidenciales han optado por mantener un diálogo hostil, por actuar desde el resentimiento y el enojo en lugar del diálogo sano y los acuerdos. De todos los partidos e ideologías surgen fanáticos, dispuestos a defender a capa y espada a personas o movimientos que posiblemente ni siquiera entienden. Nada de esto representa al ideal democrático que alguna vez se soñó para México.

Es crucial entender que la polarización no es un fenómeno inevitable, sino el resultado de decisiones individuales y colectivas. Es responsabilidad de todos promover un discurso basado en la tolerancia, el respeto y la empatía hacia los demás. Solo así podremos construir puentes que nos permitan superar nuestras diferencias y trabajar juntos por un futuro más justo y equitativo. El llamado a la unidad y la tolerancia es urgente y necesario en estos tiempos de polarización. Debemos rechazar cualquier intento de manipulación que busque dividirnos y enfrentarnos unos contra otros. Somos seres humanos, somos mexicanos, independientemente de con cual partido comulguemos. Nuestra fortaleza como sociedad radica en nuestra capacidad de dialogar, colaborar y encontrar soluciones inclusivas que beneficien a todos, sin importar nuestras diferencias ideológicas. Las diferencias deberían ser terreno fértil para el debate, el intercambio y la creación de propuestas únicas, no la semilla de la discordia que vuelve imposible buscar el punto medio.

Optar por la polarización solo nos lleva por un camino de división y conflicto. Es hora de elegir la unidad, el respeto y la solidaridad como valores fundamentales que nos guíen hacia un futuro más prometedor para todos. Juntos, podemos superar los desafíos que enfrentamos y construir un México donde la diversidad sea nuestra mayor fortaleza, no nuestra mayor fuente de división. Ya basta de ver enemigos en nuestros vecinos, amigos o familia solo porque no pensamos igual o no queremos lo mismo. La unión hace la fuerza, es momento de recordarlo.

 

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