René Descartes pensaba que los números, como entidades matemáticas, no existen fuera del pensamiento, ya que son abstractos. Así de abstracta nos parece, en ocasiones, la seguridad pública. No nos es sencillo captar la complejidad de los contenidos que se engloban en eso que denominamos “seguridad”.

Por supuesto que existen las dichosas estadísticas sobre incidencia delictiva, que establecen la frecuencia con la cual se cometen ciertos crímenes en un momento y lugar determinados. Lo que da pie a numerosas gráficas y comparaciones.

Si tales estadísticas son presentadas por las autoridades, muchos de nosotros de inmediato suponemos que están amañadas o que, al menos, se refieren a resultados fragmentarios que favorecen la gestión de quien las presenta.

Por otro lado, cuando una organización de la sociedad civil emite su reporte sobre prevención, persecución del delito o readaptación social, algunas autoridades, o sus adeptos, se aprontan a cuestionar los resultados a como dé lugar.

Con ello, tanto de un lado como del otro, se abona a la desconfianza. Y ese abono dificilmente sirve para cosechar tranquilidad. Esta crisis disruptiva de seguridad no se va a resolver echando culpas o contrastando cifras, requiere trabajo de ciudadanos y autoridades, juntos; hay que arrimar el hombro para que Sinaloa salga del bache.

A fin de cuentas, esto es como la fábula del cocodrilo, el problema no son los numeritos, el problema es la inseguridad.

La frase es de Churchill, la ilustración es un detalle del cartón Su mejor hora, de Paco Calderón.

La frase es de Churchill, la ilustración es un detalle del cartón “Su mejor hora”, de Paco Calderón.

 

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