En las próximas semanas comenzaremos a notar en las ciudades de Sinaloa una reducción del suministro de agua potable, disfrazada inicialmente como fallas en los sistemas de distribución, mantenimiento a las redes o a la maquinaria, hasta que inevitablemente se reconozca que no hay agua en los mantos freáticos para abastecer a las poblaciones y se tendrá que suministrar el recurso intermitentemente, por áreas y en días determinados, lo que comúnmente se conoce como “tandeo”.
Y es que desde el 2020 el estado padece una severa sequía que no aminora por las escazas precipitaciones, que sumada a la voracidad por el agua de la agricultura sinaloense, lograron que de los 14 acuíferos que posee el estado (de donde se toma la mayor parte del agua para el consumo humano), 8 padezcan estrés severo porque se extrae más recurso del que se recarga de forma natural. Según estimaciones de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), los acuíferos Mocorito, Culiacán, Elota, Piaxtla, Quelite, Presidio, Baluarte y Cañas registran una severa presión por la extracción y eso genera que padezcan un elevado nivel de estrés hídrico.
Estos acuíferos abastecen a las ciudades más pobladas del estado, y según estimaciones de la CONAGUA desde 2023 presentan cifras negativas porque se extrae más agua de la que se recarga, lo que puede generar problemas de salinización y el colapso del depósito subterráneo. Para el resto de los acuíferos (El Fuerte, Sinaloa, San Lorenzo, Valle de Escuinapa, Laguna Agua Grande y El Carrizo), la dependencia federal no establece aún valores negativos, pero están cerca de presentar estrés hídrico y por consiguiente poner en riesgo la salud del cuerpo de agua y el abasto a las poblaciones.
Sumado a lo anterior, desde la investigación académica hemos determinado y publicado desde hace años que la agricultura intensiva de Sinaloa consume el 97 por ciento del agua disponible en fuentes subterráneas y superficiales (mantos freáticos, presas, lagunas, diques), por encima del promedio Latinoamericano estimado en 80% (Banco Mundial). La voracidad de la agroindustria de la que presumen gobiernos y ciudadanos con la frase “el granero de México”, sumada a una inequitativa e ineficaz distribución del recurso, y a una severa sequía que está cumpliendo un lustro, generarán que en este año el agua no alcance para la agricultura y, lo que es peor, para el consumo humano, por lo que tendrá que racionarse.
Es en esta situación extrema donde se medirá el liderazgo real y las prioridades que los gobiernos estatales y municipales otorgarán a la distribución del vital recurso, ya que no solo se debe reducir el consumo de agua agrícola e industrial (este último estimado en 2%), sino que en el tandeo y las reducciones que las juntas de agua potable municipales aplicarán en cada ciudad de Sinaloa se deberán incluir a los sectores económicamente beneficiados y a otros grandes consumidores de agua como los campos de golf.
En Sinaloa operan 9 campos de golf (4 en Mazatlán, 3 en Culiacán y 2 en Los Mochis). El 21 de febrero anterior Revista Espejo publicó un reportaje en donde se estableció que “el consumo promedio de agua en un campo de golf ronda entre los 150 millones y 400 millones de litros anualmente”, lo que representa un gasto diario de 410,000 a 1,095,000 litros. Esta cifra es similar al consumo diario que registra la sindicatura de Imala, con 4,316 habitantes (INEGI, 2020), estimado entre 595,000 y 786,000 litros al día.
En México 172 campos de golf poseen plantas de tratamiento de aguas residuales para el riego, disminuyendo la presión en el consumo del agua destinada al abasto humano, pero otros cientos toman el recurso de pozos profundos o de la red de distribución municipal, compitiendo con los habitantes de las ciudades. Habría que analizar en Sinaloa cuáles son las fuentes de abastecimiento de estos campos de golf y proponer alternativas para que no usen la escasa agua de las personas y al mismo tiempo puedan seguir operando.
Así como estos magnos usuarios existen otros como hoteles, industrias, clubes deportivos, corporativos y sectores habitacionales de alta plusvalía (con diques, lagos propios o albercas) que son grandes consumidores de agua en Sinaloa, por lo que la pregunta que debemos hacer a las autoridades gubernamentales de los tres órdenes de gobierno en los siguientes meses, cuando no quede mucha agua para el abasto humano, será ¿el agua se tandeará solo a los sectores pobres y de clase media, o también el tandeo incluirá a los ricos y a los grandes usuarios? Cual sea la respuesta, la ciudadanía y la prensa deberán vigilar que así sea.
Hasta el momento las medidas de concientización sobre el gasto del agua se enfocan en convencer a la población que debe ahorrarla, tomando duchas cortas, lavando autos con una cubeta, cerrando la llave mientras lavamos los dientes, recolectando agua de lluvia, entre otros. ¿Habrá una campaña sobre no regar el campo de golf, usar el agua de las albercas para lavar ropa o para los baños, extraer el agua del lago ornamental para abastecer a su coto residencial?
Las cifras demuestran que el gasto de agua para el consumo urbano es de los más eficientes, por lo que el énfasis no debe centrarse en la ciudadanía sino en los grandes usuarios.
Lo que nos enseña la experiencia mexicana hasta ahora es que el tandeo, las medidas de concientización e incluso la culpa del desabasto se concentra en las poblaciones pobres o de clase media. En ciudades como Hermosillo, que lleva años tandeando el agua para que cada colonia tenga el recurso dos o tres días a la semana; o Monterrey, que hace un par de años vivió una crisis hídrica severa, es que la reducción e incluso el corte total del suministro fue a los sectores de bajo nivel económico, sin tocar a los industriales, agrícolas o a las áreas residenciales ricas.
El desabasto de agua en Sinaloa es inminente, en los próximos meses no habrá suficiente recurso para todos y las juntas de agua potable ya planean las estrategias de reducción y tandeo, que por el bien de todos -porque la tendencia es que la sequía continuará y la crisis hídrica no cesará- deberán buscarse nuevas fuentes de abastecimiento para los grandes consumidores y dejar las pocas reservas exclusivamente para el consumo humano, antes de que Sinaloa comience a expulsar éxodos de desplazados climáticos como en otras regiones del planeta, que se sumarán a los miles de desplazados por la violencia y por la construcción de presas que desde la academia hemos documentado durante décadas.
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