Por: Ángel Alberto Leyva Murguía. Director de Investigación en Mexicanos Primero Sinaloa

X/Twitter: @angelleyva21 @Mexicanos1oSin

El futuro de la evaluación de los aprendizajes en México es incierto. La eliminación de la Mejoredu (sustituto del extinto INEE) significó un debilitamiento institucional y un retroceso grave en este rubro del que alguna vez fuimos referente internacional. Hoy, la capacidad de generar diagnósticos confiables, imparciales, comparables y útiles para orientar las políticas públicas se ha diluido, y de no actuar, estaremos tomando decisiones a ciegas, sin la evidencia necesaria para corregir el rumbo.

Es entendible que, para muchos gobiernos, la evaluación no sea agradable y prefieran evitar críticas, aferrándose a lo que luce bien, aunque no haya forma de saber si funciona. La evidencia puede incomodar, pero es imprescindible para reorientar, ajustar y mejorar. El médico que detecta una enfermedad no busca asustar, sino salvar una vida. El ingeniero que concluye que un suelo no es estable, no pretende frenar un proyecto, sino evitar que una construcción colapse. El agrónomo que advierte que la tierra no es fértil, no quiere desalentar, sino prevenir la pérdida de una cosecha. En todos estos casos, la información puede ser difícil de aceptar, pero ignorarla siempre cuesta más.

En educación ocurre lo mismo, un diagnóstico serio permite saber qué corregir y dónde intervenir. Sin esta información, generaciones enteras pueden quedar atrapadas en un ciclo de rezago y desigualdad del que difícilmente podrán salir.

Conscientes de que la evaluación educativa es clave para el derecho a aprender, en Mexicanos Primero Sinaloa elaboramos la nota de investigación Evaluar para mejorar: diagnóstico del aprendizaje en Sinaloa, en la que se plantea la relevancia de sostener y fortalecer las evaluaciones de aprendizaje y se muestran los resultados históricos obtenidos por los estudiantes en la entidad.

Una de estas evaluaciones es el Programa Internacional para la Evaluación de los Alumnos (PISA), que entre 2003 y 2012 ofrecía la posibilidad de conocer las habilidades de los estudiantes en Sinaloa gracias a una sobre muestra estatal. En matemáticas, el 36% de los alumnos alcanzaba niveles de suficiencia y nueve años después fue el 42%, lo que significó un avance importante para la entidad. Sin embargo, desde 2015 se desconoce la situación específica del estado, pues solo se publican resultados nacionales.

En el Plan Nacional para la Evaluación de los Aprendizajes (PLANEA), que medía aprendizajes clave del currículo, hubo avances notables en secundaria: en 2015, el 58.70 % estaba en niveles de insuficiencia y en 2019 se redujo a 43.28 %, lo que colocó a Sinaloa como la segunda entidad mejor evaluada del país, solamente por debajo de Puebla.

En el caso de la Evaluación Diagnóstica de los Aprendizajes de Mejoredu, su propósito fue ofrecer a docentes y autoridades escolares información sobre el aprendizaje de los estudiantes. A diferencia de otras pruebas, no buscaba calificar ni clasificar, sino servir como herramienta pedagógica para identificar el punto de partida de los alumnos y atenderlos de manera focalizada. En la primera aplicación de esta evaluación (2021-2022) el porcentaje de aciertos en matemáticas de los estudiantes de tercero de secundaria fue de 42.2%; al siguiente ciclo escolar (2022-2023) descendió drásticamente a 30%, y finalmente hubo una recuperación en 2023-2024 hasta alcanzar 51.9% de aciertos.

Estos números no son simples porcentajes: representan historias de niñas, niños y jóvenes a quienes, en muchos casos, no se les garantiza su derecho a seguir aprendiendo. Sin diagnósticos claros, oportunos y periódicos, la política educativa pierde rumbo y los discursos sobre la recuperación de aprendizajes se vuelven buenas intenciones pero que carecen de sustento.

Por eso, es momento de posicionar nuevamente este tema en el centro de la discusión pública, recuperar la evaluación desde lo local e impulsar, junto con autoridades y sociedad, la institucionalización de un sistema sólido, riguroso y transparente que genere insumos para mejorar los aprendizajes en un contexto estatal que en el último año ha estado marcado por la violencia. No basta con declarar que la educación es prioridad: hay que demostrarlo con un compromiso sostenido por la evidencia. Si no evaluamos, no sabemos; si no sabemos, no podemos mejorar; y si no mejoramos, condenamos a generaciones enteras a un destino que pudo y debió ser distinto.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO