En los últimos días del año pasado, el Colegio de Economistas de Madrid presentó el número 182 de la Revista Economistas: “De profesión: Economistas”. El propósito de la publicación fue poner en valor la profesión, mostrar dónde estamos y los retos a los que nos enfrentamos los economistas. Las colaboraciones incluyen testimonios de personas que han sido decanos del Colegio, de investigadores, docentes, profesionales, que aportan explicaciones sobre la historia de la profesión y la formación de los economistas, y del trabajo que desempeñan hoy en día en las distintas áreas y sectores. El número recoge veinticinco artículos en los que sus autores reconocen que la gestión económica, tanto en el sector privado como en el público, se enfrenta a nuevos retos: la globalización, la internacionalización, la inteligencia artificial y la tecnología, y la sostenibilidad. Admiten también, que estos retos requieren dotes en cuanto a capacidad de adaptación, al cambio, el trabajo en equipo y la multidisciplinariedad.

Todas las aportaciones incluidas en este número son importantes y relevantes, pero particularmente una me llamó la atención por su pertinencia. Se trata del artículo El economista de empresa: presente y futuro que fue escrito por Valentín Pich, quien es Presidente del Consejo General de Economistas de España. Por eso decidí iniciar el año compartiéndoles esta lectura de fin de año y dirigiéndome en especial a mis compañeros de profesión, aunque muchas de las ideas que aquí se señalan, con sus correspondientes adecuaciones, también tienen que ver con el desempeño de otras profesiones. Lo que presento de aquí en adelante es un resumen del artículo en mención, aunque realmente se trata de una reproducción casi textual en la que solo he hecho precisiones mínimas, sobre todo en aquellas partes en las que se hace alusión a las condiciones en España o Europa, para acercar más las reflexiones al contexto nacional.

El profesional economista –tanto si ejerce por cuenta propia como ajena– constituye un elemento fundamental para el buen funcionamiento y crecimiento de las compañías para las que trabaja y, por tanto, para el desarrollo económico y social del país en general, dada la importante contribución de estas últimas para la generación de riqueza. Siempre a la vanguardia, los economistas suman ahora a sus tradicionales desempeños otras funciones, por ejemplo, en materias como la gobernanza, la sostenibilidad o la digitalización, que constituyen elementos estratégicos en los que, sin lugar a duda, la economía del siglo XXI tendrá que seguir avanzando.
En el obituario que John Maynard Keynes hizo de Alfred Marshall apuntó una definición del economista ideal: El gran economista debe poseer una rara mezcla de talentos. Tiene que llegar a mucho en diversas direcciones, y debe combinar facultades naturales que no siempre se encuentran reunidas en un mismo individuo. Debe ser en cierto grado un matemático, un historiador, un estadista, un filósofo. Ha de entender símbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular en términos de lo general y tocar lo abstracto y lo concreto en un mismo vuelo de pensamiento. Tiene que estudiar el presente a la luz del pasado y con vistas al futuro. Ninguna parte de la naturaleza del hombre y sus instituciones debe quedar totalmente fuera de su consideración. Debe ser simultáneamente decidido y desinteresado, distante e incorruptible como un artista, pero a veces tan cerca de la realidad como un político.

Con estas palabras, Keynes apela a un carácter que hoy en día, de una manera mucho menos lírica, denominamos multidisciplinar. Bien es cierto, que el maestro circunscribe su definición al ámbito de su especialidad –la macroeconomía– pero, a mi entender, esta característica se adecúa también –si no más incluso– a la otra gran rama de nuestra disciplina: la microeconomía. Los economistas actuamos en ámbitos muy variados –académico, profesional, empresarial, institucional, administraciones públicas…– y desarrollamos múltiples actividades –asesor fiscal, experto contable, organización, administración y gestión de empresas, auditoría de cuentas, temas periciales y concursales…–. Hacer por tanto un estudio sobre todas estas facetas y entornos constituye una tarea inabarcable, por lo que para encararlo conviene parcelarlo.

Es por ello que, a continuación, me voy a centrar únicamente en la figura del economista dedicado al ejercicio libre de la profesión y a sus perspectivas de futuro. No obstante, esta última tarea no está exenta de dificultad dado que este tipo de análisis, como es obvio, incluye aspectos impredecibles, por lo que solo podemos proyectar la tendencia que venimos observando a partir de los indicios y cambios que se han ido produciendo en los últimos años, y esperar a que esta se vaya confirmando en el corto y medio plazo.

En general, podríamos decir que el profesional de la economía, además de disponer de un bagaje técnico y formativo, y de experiencia contrastada, habrá de tener un perfil pluridisciplinar y disponer, además, de capacidades psicosociales. Debemos recordar que la ciencia económica no es una ciencia exacta (aunque a veces parece), como las ingenierías, la física o la química, sino una ciencia social, multivariable, en la que la conducta resulta clave. Es por ello que, necesariamente, el profesional tiene que interactuar no solo con variables de tipo económico sino también con factores de comportamiento. Además, el economista de empresa (y también los otros) debe atender a todo tipo de realidades y adaptar su trabajo a todo tipo de formas sociales, incluidos aquellos modelos que están cobrando cada vez más vigencia, como los asociativos, los colaborativos y los cooperativos.

Todo parece indicar que los grados universitarios tenderán cada vez más hacia un perfil económico-empresarial, complementado y reforzado con otras materias, tanto técnicas (estadística, matemáticas, informática…) como humanísticas (sociología, psicología, filosofía…). Probablemente, se tenderá a demandar grados dobles e incluso triples con formación económica integrada y relacionada con otras disciplinas. Así mismo, entiendo que la formación universitaria deberá ser cada vez más práctica y con períodos de prácticas en empresas al igual que hacen en otros países de nuestro entorno, como, por ejemplo, en Alemania. De esta forma, se podrá superar lo que viene ocurriendo en muchas ocasiones, que es que el recién egresado carece de experiencia real para trabajar en las empresas. Adicionalmente, tenderá a tener un perfil más emprendedor, habituado a trabajar para otras personas, pero teniendo en mente la posibilidad de crear su propio negocio, algo que debería estimularse ya durante la época de estudiante. En este sentido, este impulso del espíritu emprendedor deberá ir complementado con un cambio de mentalidad, para que, tal como ocurre en algunos países anglófilos, el fracaso empresarial deje de considerarse un estigma y se perciba como un paso previo, y a veces incluso necesario, para el triunfo. El economista deberá, además, estar acostumbrado a trabajar de manera ágil con datos económicos y estadísticos, en una suerte de big data económico- empresarial. También habrá de disponer de una mente analítica que le permita trabajar con gran cantidad de variables, pero con la habilidad de saber diferenciar entre lo nuclear y lo accesorio a la hora de abordar un problema.

Por otro lado, el profesional economista deberá tener una mentalidad mucho más abierta, desarrollando habilidades sociales que le permitan relacionarse con colegas, con los que poder fraguar alianzas, ya que no será fácil posicionarse en el mercado trabajando de forma aislada. En este sentido, el conocimiento de idiomas a un nivel alto, especialmente del inglés –en cuanto lenguaje internacional de los negocios–, será fundamental, y resultará conveniente conocer adicionalmente al menos una segunda lengua extranjera. Por ello, deberá haber realizado parte de sus estudios de economía o empresa en el extranjero y haber trabajado algún tiempo fuera de nuestro país, lo que le permitirá disponer de un bagaje profesional internacional y poder formar parte de equipos con diferentes modelos de trabajo.

El economista del futuro también tendrá que desarrollar sus capacidades para hablar en público. Tendrá que convertirse en un buen y eficaz orador que no solo utilice sus habilidades en los cursos que imparta como ponente, sino también en sus presentaciones de servicios a los clientes. Adicionalmente, y como ya he comentado, deberá desarrollar habilidades psicológicas y sociales: será un profesional empático, capaz de ponerse en el lugar de compañeros y clientes, y proactivo, esto es, dispuesto siempre a echar una mano. Además, será una persona comprometida con su despacho y su empresa, y con conciencia social y medioambiental. Será una persona inquieta, en el sentido positivo de no ser conformista y buscar nuevas soluciones a los problemas que se planteen. No solo deberá tener inteligencia racional, sino también emocional, con capacidad de adaptación a las situaciones adversas que se le vayan planteando en su vida profesional. Así mismo, deberá saber estar al frente de un equipo de trabajo multidisciplinar y tendrá capacidad de motivar a sus compañeros.

Por otra parte, deberá ser un profesional muy habituado a los sistemas de información y de las redes sociales, el data mining y la nube. Esto es, será una suerte de economista digital, interesado por las nuevas tecnologías y preocupado por la I+D+i. El entorno de trabajo será cambiante, con una oficina más movible y con un concepto de horario más flexible y racionalizado, adaptado al cliente y la circunstancia del caso. Se tenderá a vencer el presentismo, que será sustituido por un trabajo basado en criterios de eficiencia. Deberá disponer de forma obligatoria de un soporte electrónico –sea teléfono inteligente o tableta–, con el que poder acceder desde cualquier lugar, y de forma inmediata e integrada, a todos los recursos de su empresa o despacho.

Como hemos señalado, el ejercicio profesional se hará fundamentalmente a través de sociedades y de alianzas de despachos de pequeño y mediano tamaño. Tenderán a ser sociedades profesionales, con códigos deontológicos desarrollados para garantizar la actuación de sus profesionales, y dispondrá necesariamente de sistemas de control tipo compliance. En este sentido, deberá adecuar su empresa, despacho y actuación profesional a los más altos estándares de calidad y cumplimiento normativo. El profesional deberá estar habituado –tal como ya está ocurriendo ahora– a realizar una formación continua permanente, que deberá incrementar ante la cada vez más cambiante realidad del mundo y de la sociedad. Ya no podrá dedicarse toda su vida profesional a una sola materia, sino que deberá adaptarse de forma flexible a la evolución de los mercados, en función de la oferta y demanda de servicios profesionales, y deberá responder a la misma. También deberá estar cada vez más habituado a la utilización de técnicas de marketing y de investigación de mercados, dando mucha importancia a la imagen y al mensaje. Igualmente, tendrá que encontrar determinados nichos de mercados y ofrecer servicios diferenciados de la competencia, a través de signos de distinción basados en elementos técnicos, profundos conocimientos y habilidades sociales. Tenderá a entrar en contacto con otros profesionales con los que crear sinergias. De esta forma, se relacionará con expertos del ámbito matemático, jurídico, informática, arquitectura… que aporten valor añadido a su negocio o empresa y que le permitan abordar determinados problemas desde distintas perspectivas. Los cambios en la sociedad y en el mercado serán cada vez más rápidos, por lo que el economista tendrá que desarrollar su capacidad de transformación y adaptación al medio. Los modelos económicos ya no podrán ser tan duraderos ni las respuestas a los problemas tan estáticos, sino que serán dinámicos y con una mayor velocidad de implantación. Por último, y no menos importante, el economista deberá ser un profesional acostumbrado al trabajo en equipo, integrando su individualidad de forma eficiente en el grupo al que pertenezca, pero sin perder su personalidad. Además, estos grupos de trabajo serán cada vez más internacionales, por lo que tendrá que estar habituado a esta revolución en el campo de los recursos humanos.

No olvidemos que el economista estará asimismo presente en otras áreas importantes de la empresa y de la economía, además de las citadas anteriormente, como son el marketing, la auditoría de sistemas de información, urbanismo, educación… En definitiva, el economista deberá evolucionar en los próximos años al mismo ritmo del mundo en el que vive e, incluso, ser capaz de adelantarse en el tiempo y realizar los cambios necesarios con la mayor antelación posible, de forma que las incógnitas del futuro se conviertan en oportunidades de negocio para crecer y desarrollarse de una forma eficiente y sostenible.

Son especialmente nuevos campos para los economistas, la sostenibilidad y la digitalización
Ya se atisban determinados cambios en sectores económicos y empresariales en los que los economistas debemos estar presentes, aportando la debida racionalidad y eficiencia: los imparables cambios de perspectiva que está introduciendo la economía social,  la economía colaborativa, el desarrollo de la robótica en el día a día, la cada vez mayor amplitud de servicios y uso de dispositivos móviles y tabletas, la necesidad de implementar el informe integrado, la responsabilidad social y el cumplimiento normativo, y la Inteligencia Artificial. Tampoco podemos olvidarnos de la cada vez mayor preocupación del economista por los aspectos climáticos y medioambientales, que ya no constituyen una moda, sino una necesidad a tener en cuenta en el desarrollo económico y empresarial. Quizás todo este elenco de preocupaciones sociales y medioambientales se vayan integrando hacia una responsabilidad social corporativa efectiva y eficiente, que los economistas deberemos tener presente en todo momento.

En el ámbito de la sostenibilidad, los nuevos requisitos formales y de mercado en cuanto a la información no financiera de las empresas, en materia de sostenibilidad o responsabilidad social corporativa, están suponiendo un profundo cambio en la elaboración de los informes de las empresas. La aprobación de la Ley de Economía Circular y sus implicaciones es ejemplo de ello. La demanda de trabajos en relación con cuestiones de sostenibilidad (esto es, los factores medioambientales, sociales, relativos a los derechos humanos y de gobernanza, incluida toda información relacionada con el personal y la lucha contra la corrupción y el soborno) va a ser uno de los principales motores de crecimiento de los despachos de economistas en los próximos años.

Las empresas necesitan cada vez más acreditar su actividad como sostenible, tanto en los procesos de fusiones y adquisiciones como en relación con los nuevos requerimientos normativos, venta de activos, etc. La nueva normativa sobre sostenibilidad abre un extenso campo en el que los economistas pueden participar, por una parte, como consultores o asesores en la elaboración de dicha información, o bien como verificadores de esta, en este último caso en cuanto economistas auditores. Las empresas son cada vez más conscientes de que una adecuada gestión de la sostenibilidad puede marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de una organización, ayudando a definir y gestionar los activos ESG (factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo) y a identificar, medir y mejorar los resultados y el impacto social, medioambiental y de gobernanza. Las organizaciones comprenden que tienen una responsabilidad ineludible con sus grupos de interés y consideran necesario alinear el crecimiento económico, el progreso social y la sostenibilidad medioambiental para garantizar un entorno laboral y un futuro mejor para todos. En esta misión, los economistas pueden desempeñar un papel fundamental ayudando a establecer una estrategia que responda a cada negocio. Por otra parte, los auditores economistas pueden ser los verificadores de dicha información, tal y como exige la directiva. Ello requiere obviamente disponer del conocimiento necesario de las normas de elaboración de la información y aplicar los procedimientos de verificación necesarios para emitir el informe correspondiente.

Por lo que toca a la digitalización, hay que tener en cuenta que los economistas hemos de profundizar en la redefinición digital de nuestra actividad y convertirnos en los mejores aliados de las empresas para abordar la transformación digital desde la fortaleza que proporcionan los fundamentos económicos y de gestión. Así mismo, debemos posicionarnos como interlocutores cualificados en los temas clave que la economía digital plantee a nuestro país, así como en un acicate para atraer a las nuevas generaciones de egresadas y egresados a esta profesión.
La evolución del contexto socioeconómico y de la era 4.0, en el que las cuestiones de sostenibilidad, la Agenda 2030, el cambio climático o la economía circular van cobrando protagonismo, requiere ajustar de nuevo los planes de estudio y formar a los futuros egresados economistas en materias y competencias profesionales nuevas pero alineadas con las necesidades empresariales y los requerimientos normativos.

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Referencia:

Valentín Pich (2023). El economista de empresa: presente y futuro. Revista Economistas. Colegio de Economistas de Madrid. Consejo General de Economistas. DE PROFESIÓN: ECONOMISTA. número 182. Octubre 2023. Madrid.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO

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