Juanito no terminó una carrera universitaria, pero logró emplearse en una compañía trasnacional; empezó de chofer y terminó en el área de mantenimiento. Su esposa se jubiló como maestra normalista y formaron una familia de la que no hablamos. El matrimonio disfrutaba de viajar y conocer otros lugares, pero la magra economía no les permitía alejarse mucho. Sin tener idea de que llegarían a viejos, dijeron que cuando se jubilaran se irían a vivir a un pueblo tranquilo. El tiempo pasaba, y los pueblos dejaron de ser lo que ellos vivieron en su infancia y juventud. Llegado el momento decidieron ‘jugársela’ y se fueron a un pueblo de sureste mexicano. Ahora, a sus 79 años, él hace un viaje diario a la montaña, toma mezcal y café, se unta mascarilla de barro y se tira cinco clavados de las cascadas.
Los nuevos días de Juanito y su esposa pasan entre turistas, paisaje verde y aguas turquesas. Reconocen que en la ‘temporada baja’ hay menos movimiento, pero todo alcanza, y aprovechan para hacer arreglos a la casa y al jardín. Ella es artesana, hace figurillas en madera que luego decora con plantas. Él tiene su propia camioneta en la que organiza salidas a las montañas, «a veces toca la montaña de cascadas y otras las de fincas de café». En ambas, supongo, Juanito conversa con los viajeros y ha logrado conocer un poco de las costumbres de turistas de todo el mundo.
Le pregunté sobre las excursiones que se hacen para probar hongos y peyote, que hacía tiempo había visto un programa de televisión donde unos pobladores se decían descendientes directos de María Sabina. No quiso ahondar en el tema, respondió que eran personas que sí conocían el uso de los hongos, pero que no eran familiares de la curandera, «por fortuna eso ya se acabó». Supuse que su experiencia no fue tan fantástica como algunas que yo había escuchado. Juanito está concentrado en otra cosa, el alucine no es lo suyo. Prefiere contarte de las chicatanas, hormigas gigantes que sólo salen uno o dos días en la época de lluvias.
Conocerlo fue inspirador. Mientras unos piensan que jubilarse es empezar a morir, él y su esposa se aventuraron sin miedo y confiaron de nuevo en la vida. Otros, con la mitad de sus años, no hayamos la salida, a veces ni siquiera una ventana. Ese día, me abandoné a la contemplación y a comer puerquito con tamarindo, pero al ver a Juanito tirarse los clavados, nadar y caminar con soltura sobre las rocas, no puedes más que replanterte el rumbo. La vida hasta que se acaba.
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