Dicen que lo sugirió el viejo Papa y que el Káiser estuvo de acuerdo,
pero que Joffre, el jefe del ejército francés, no daba permiso.
Robert Graves, Tregua de Navidad

El cese al fuego espontáneo entre tropas alemanas y británicas apostadas en el frente occidental de la Primera Guerra Mundial durante Noche Buena y Navidad de 1914, conocido como la tregua navideña, fue posible, sobre todo, porque la decisión de detener los ataques provino, en algunos casos de los propios soldados y en otros tantos de los oficiales presentes en el campo de batalla. Pero el alto mando en ambos ejércitos no estaba complacido con las muestras de fraternidad.

Ilustración por Jacques Tardi

 

Si bien no eran comunes, las treguas no eran algo insólito en los conflictos bélicos del siglo XIX. En la Guerra de Crimea, franceses y rusos se hacían señas con pañuelos atados a bayonetas, y un centinela ruso dejaba una botella de vodka al final de su ronda para los soldados franceses, quienes a cambio canjeaban rebanadas de pan. Estos armisticios cortos pactados bajo banderas de tregua permitían una regularidad amistosa entre los oficiales de los ejércitos rivales. Terminado el encuentro, se reiniciaba el fuego con tanto encono como siempre.

Al acercarse la Navidad de 1914, el Papa Benedicto XV hizo un llamado a los países combatientes para que cesaran las hostilidades mientras la cristiandad celebraba la fiesta. Sin embargo, la Navidad ortodoxa, fe que profesaban los soldados del Ejército Ruso que peleaban en el frente oriental,  se conmemora el 7 de enero, dos semanas después que los católicos. El llamado del Papa para un cese oficial de las hostilidades no tuvo éxito.

A pesar de que oficialmente no se autorizó el cese al fuego, la Tregua de Navidad llegó a las trincheras por otras vías. El lenguaje y las características culturales comunes entre las dos partes, en especial sajones y británicos, ayudaron a desarrollar la confraternización entre los enemigos. También ayudó que la percepción de muchos soldados era que la guerra se libraba contra los líderes del estado enemigo, como reyes y reinas, en lugar de contra la población.

Muchos recuentos de la tregua afirman que quienes llevaron la iniciativa fueron los alemanes. Parte de los historiadores cree que fue debido a la importancia de la Navidad para la tradición germana. Un sentimiento de orgullo por ser nacional y culturalmente alemán alentó la celebración e hizo que las tropas estuvieran deseosas de evitar el combate durante la temporada navideña.

La presencia y extensión de las treguas era peligroso para la jerarquía militar tanto en Gran Bretaña como en Alemania, y podría haberse convertido en un motín. El cese al fuego en muchas trincheras a lo largo del frente de combate los tomó por sorpresa. Nunca se había producido algo similar en la historia bélica europea. En determinado momento, la tregua tuvo el potencial de cambiar las cosas.

Los líderes de las fuerzas armadas ordenaron inmediatamente el fin de la tregua. El Alto Mando giró instrucciones para continuar con la guerra. Sin embargo, la reacción inicial de muchos soldados fue negarse a reiniciar el combate en sus frentes. Algunos casi se amotinaron, hasta que la jerarquía militar amenazó con dispararles para obligarlos a regresar a la lucha. Según se informa, los soldados pasaron ese día y el siguiente desperdiciando municiones al tratar de disparar a las estrellas del cielo.

Ante estas dificultades, la estrategia para acabar con la tregua tomó en cuenta las nacionalidades de los soldados que estuvieron involucrados en ella. Del lado alemán, los regimientos sajones, que veían a los ingleses casi como primos, fueron cambiados por prusianos; mientras que, por el otro lado, los regimientos franceses reemplazaron a las tropas británicas.

La Guerra de las Trincheras por Jacques Tardi

No siempre fue la necedad de los mandos militares la que terminó el armisticio. En algunos casos fue un tiro errado el que acabó con la paz. Existen reportes de las trincheras en los que el cese concluyó con un disparo desde una línea vecina que no había participado en la tregua.

Cuando acabó, lo hizo para siempre. El resto de las conflagraciones, hasta hoy, no han conocido una tregua como la que nació en la víspera de la Navidad de 1914. Fue la última vez que la paz irrumpió en la guerra de forma tan decidida, de la mano de modestos soldados y oficiales cuyos nombres hemos olvidado, pero que tenían clara una idea que va más allá de las posturas religiosas: Paz en la Tierra a las personas de buena voluntad.

Las opiniones expresadas aquí son responsabilidad del autor y no necesariamente reflejan la línea editorial de ESPEJO