Recientemente, ha sido un tema de discusión pública la entrada en vigor de los nuevos lineamientos generales para la preparación, distribución y expendio de alimentos y bebidas en los centros escolares. Esta normativa se articula con la Nueva Escuela Mexicana a través de su eje articulador “Vida saludable”, dentro del campo formativo De lo humano y lo comunitario. Sin embargo, aunque la intención es mejorar la nutrición y hábitos de salud entre los estudiantes -con el objetivo de reducir la obesidad y fomentar la activación física-, en la práctica, su implementación enfrenta múltiples obstáculos y tensiones derivados de las condiciones reales en las comunidades escolares.
Aunque este problema no es nuevo, actualmente sigue vigente y afectando la salud de los estudiantes y de gran parte de la sociedad mexicana. Los argumentos planteados para justificar esta nueva normativa provienen de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT), la cual reveló que entre los años 2020 y 2023, 5.7 millones de estudiantes entre 5 a 11 años y 10.4 millones de entre 12 a 19 años tienen obesidad, además, 7 de cada 10 escolares (alumnos de primaria) y 5 de cada 10 adolescentes (secundaria y media superior) no realizan actividad física.
Si a estos datos de la ENSANUT sumamos los resultados del monitoreo realizado por la SEP en el ciclo escolar 2023-2024 en 10,533 escuelas, se muestra que aún no hay acciones suficientes de atención. Esto, debido a que se detectó que 98% de los planteles vendía comida chatarra, 95% bebidas azucaradas y en 77% había venta externa de estos productos.
Es un hecho que el problema es grave, por lo que es necesario como ciudadanos apoyar y sumarnos a cualquier medida que favorezca el derecho a aprender. Un entorno escolar saludable no es un lujo, sino una necesidad y condición básica para las niñas, niños y jóvenes. No obstante, las transformaciones educativas van más allá de marcos normativos y administrativos. Mejorar la cultura escolar es un tema complicado que se vive en la implementación.
Uno de los principales retos que enfrentarán las comunidades escolares tiene que ver con la infraestructura y equipamiento. Un eje central de la estrategia es fomentar el consumo de agua natural; sin embargo, hay escuelas que ni siquiera cuentan con acceso a agua potable. En otros casos, no se tienen bebederos o están fuera de servicio. Es difícil modificar hábitos de consumo cuando no se cuenta con los insumos ni las condiciones mínimas necesarias para hacerlo.
La estrategia también insiste en promover el deporte escolar y la educación física. Pero aquí nos encontramos con que muchas escuelas no cuentan con profesores de educación física o que algunos de los que están no tienen horas suficientes para atender las escuelas. Además, no todos los centros escolares tienen espacios recreativos adecuados y techumbres para realizar estas actividades. De poco sirve que los lineamientos reconozcan que los alumnos en México son sedentarios si no se les brindan los apoyos y condiciones para revertir esta situación.
Un tema ampliamente abordado es la sobrecarga administrativa en las escuelas. Los lineamientos establecen la responsabilidad de los directores de garantizar el cumplimiento de la normatividad sin que necesariamente se les dote de herramientas, personal o formación específica. Asimismo, los supervisores escolares tendrán que verificar el cumplimiento en las escuelas de su zona. Es decir, en lugar de cambiar el paradigma de la supervisión escolar -como se busca en la NEM- en donde se conviertan en líderes pedagógicos que atiendan y apoyen las necesidades de docentes y directivos para mejorar sus procesos de enseñanza y aprendizaje, se les requiere continuar con sus labores tradicionales de vigilancia y control normativo, las cuales se supone que es necesario transformar.
Aunado a lo anterior, los directivos enfrentarán la complejidad de hacer cumplir la normatividad cuando en casi 8 de cada 10 escuelas se vende comida chatarra al exterior de los planteles. Además, aunque se restringa la venta interna, los estudiantes no tienen expresamente prohibido llevar este tipo de alimentos desde sus casas, por lo que el trabajo desde los hogares y con las familias es una línea de acción que debe ser atendida y complementada para abordar integralmente el tema.
Aun cuando los lineamientos son un avance para reconocer y atender el problema, la estrategia enfrenta el riesgo de quedarse en el papel. Si no se escucha a las figuras educativas, si no hay participación de los actores involucrados, si no hay mecanismos de monitoreo y evaluación claros, y si no se parte del contexto específico de cada comunidad escolar, es probable que las acciones se diluyan o incluso se conviertan en simulación. La corresponsabilidad es indispensable, pero no puede convertirse en una delegación unilateral de tareas a los docentes y directivos, y mucho menos si no cuenta con apoyos y recursos para que la vida saludable se convierta en una realidad para las escuelas y la sociedad.
Por: Ángel Alberto Leyva Murguía. Director de Investigación en Mexicanos Primero Sinaloa
X/Twitter: @Mexicanos1oSin @angelleyva21
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