El anuncio de que el agua del río Sena está tan limpia que hasta la alcaldesa de París se aventó un clavado para probarlo, me recordó aquel candidato que llegó al pueblo prometiendo un decoroso puente, a lo que los habitantes sorprendidos le dijeron que ellos no tenían río, el político respondió que no importaba, también les haría uno —nada pasó, ni puente, ni agua, ni peces, ni río—. Tampoco Francia se escapa del espectáculo político, la alcaldesa ha cumplido el sueño que muchos han tenido, nadar en el Sena; y ella nada menos que para iniciar los Juegos Olímpicos. Nada más atractivo para los turistas que ver convertido el Sena en una gran alberca. Habría que ver si cualquier mortal podrá zambullirse o tendrá que portar el carnet deportivo, la marca de ropa adecuada, análisis probatorios de salud digna —esos, aquí, nos cuestan poco— o mostrar un código QR de habitante de la zona.
Mientras, del otro lado del mundo, yo mitigaba el calor en una azotea con un pulque de pitahaya y avizoraba el veraneo parisino en topless, con el agua deliciosamente fresca y el elenco chic de Emily derrochando glamour y preparando su mejor salto al agua con celular acuático que saque la mejor toma; previa “limpia social”. Más por el hartazgo que tienen los parisinos a las hordas de turistas, quizás los residentes de la isla de San Luis le harán un desprecio a tales juegos —no importa que el mismísimo Macron chapalee también en las aguas claras— y emprendan estampida como hacían Cortázar y Carol por La autopista del sur.
Un salto de página me aterrizó y abandoné la escena del sueño de una noche de verano nadando en el Sena por una realidad más cercana que anunciaba que de las casi 300 playas de México, 271 cumplen este verano con los estándares sanitarios para su uso recreativo. Así que, olvidemos los clavados políticos y demos un buen chapuzón, acompañados de Hombre al agua, de Fabrizio Mejía, una novela donde el protagonista es la Ciudad de México; esa ciudad donde el narrador afirma: “todos quieren quedarse a pesar de que nunca ha existido un argumento razonable para hacerlo”… incluso sin tener un Sena que la atraviese. PD: de la mortandad de peces en los márgenes del río Santiago, en Zapotlanejo, Jalisco, pese a que la administración local actual ha presumido miles de millones de pesos en el saneamiento del afluente, mejor ni hablamos. Allí las aguas claras no existen, los peces tampoco y los clavados demostrativos están lejos de realizarse.
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