Cerré los ojos a su lado y me sentí bien. Ambos respiramos, nos confiamos y tomamos el mismo ritmo del aire. No tengo claro su rostro. ¿Su nombre?, no lo supe, no hubo preguntas. No hubo rubor ni prisas. Gocé desde el instante en que nuestros cuerpos se tiraron al piso. Me sentí despierta y sublime, quizá entré en otra dimensión; esa donde todos los sentidos se avivan. El universo y yo fuimos uno solo. Supongo que él sintió lo mismo, no puedo asegurarlo, pero al final su rostro lucía relajado y en paz. Fue una experiencia de un placer apacible. Descubrí que lo que cuenta es la confianza y la conciencia del momento; confiarse en el otro, en la vida. Vivir, no el pasado, no el futuro, sólo el presente. Vivir ese instante de la respiración sin que ésta se altere. ¿Pensamientos?, ¿pendientes? los veía y los dejaba pasar. No debía distraerme. Todo lo olvidé. Los sonidos ajenos no interrumpieron nada. Lo había conseguido. Logré abandonarme y estar allí.
¿Cuánto tiempo debió pasar?, el que haya sido, valió la pena. Ahora, a la distancia, puedo decir que esta práctica se está convirtiendo en una filosofía. Esa que demanda sólo tu presencia completa, no a medias, no a prisa. Un momento para cerrar los ojos y sentir que estamos aquí, que estamos vivos, sin nada por resolver, sin nadie a quien complacer… llega por añadidura. Saber que lo vivido no nos ha matado. Aceptar que todo cambia y se transforma y que nada es para siempre. Que nuestro camino dará paso a otras vidas así como ha pasado con la nuestra.
¿Qué pasó con el hombre con quien me acosté? Siguió su vida, como lo ha hecho siempre, como yo también hago la mía. Ambos hemos descubierto algo y eso nos une. No importa dónde esté yo ni dónde él. Ambos desearemos un bien mutuo para quienes se crucen en nuestro camino. No se trata de religión ni de prácticas chamánicas, todo esto se puede conseguir con la meditación y con el yoga. Y aunque ahora sea una práctica de moda en occidente, y se esté promoviendo como nunca, cada uno la llevará hasta donde desee; desde practicarla para conseguir una piel radiante y una linda figura hasta perseguir fines más elevados, filosóficos y espirituales.
Esa mañana mi desconocido y yo coincidimos en un retiro donde se prometía una práctica completa. Jornadas de silencio y horas de meditación. Actividades al alba y descalzados caminando sobre el pasto con gotas de rocío. Días de encierro y de ejercicios que incluían vibraciones musicales producidas por todos los participantes. Un alojamiento sin tecnologías; conexión pura con la naturaleza. Porciones de comida que prometían eliminar las sustancias tóxicas del cuerpo.
Por qué se ha vuelto tan complicado lograr un rato de paz, porque estamos metidos en una carrera sin tregua donde tener y acumular se nos ha convertido en un vicio. Sentarte a ver el paisaje te coloca en un ser sospechoso y extraño. Hacer una parada y abandonarte a la meditación, a la contemplación, es algo improductivo, dicen. Hay que lograr la meta —que bien a bien desconocemos— esa que tiene etiquetas crueles para quienes toman otras rutas. Sólo hay que permitirse una probadita, respirar profundo, para saber que el gran reto es vivir la propia vida.
Comentarios: [email protected]
Comentarios
Antes de dejar un comentario pregúntate si beneficia a alguien y debes estar consciente en que al hacer uso de esta función te adíeles a nuestros términos y condiciones de uso.