“Afuera hay montones que quieren tu trabajo”. Por necesidad, aguantas estoicamente para que el día menos pensado te den las gracias: “lo sentimos, ya no eres afín con los intereses de la compañía”.
El tiempo pasa y de nuevo te encuentras frente a un ‘dictaminador’. Él valora tu conocimiento, tus capacidades, eficiencia, salud mental, cordura, compromiso, lealtad, capacidad de respuesta, de presión, de análisis, manejo deepweb y de IA… Debe asegurarse de que no eres conflictivo. Capaz de cumplir metas y trabajar por proyectos. Te pide referencias, carta de no antecedentes penales, certificado médico, libre de SIDA… Te hace firmar carta de confidencialidad, te hace prueba de polígrafo. Pone a prueba tu disponibilidad. Navega por tus redes sociales, investiga con tus contactos. Todo debe estar en regla.
Luego del calvario, nuevamente, consigues un empleo, aunque sin ninguna garantía de permanencia ni seguridad social. Firmas un contrato que no terminas de entender, pero agradeces que te hayan elegido. Escuchas: “afuera hay montones que quieren tu trabajo”. Empiezas entusiasmado. El primer día detectas algunas incongruencias. A pesar de que tú también ´gogleaste´ a la empresa, una vez dentro te das cuenta dónde estás parado.
La imagen del presidente corporativo, un ser público y carismático al cual admiraste por su compromiso social, empezó a derrumbarse. Su honorabilidad no resultó tal. Tu admiración se afectó cuando viste que trataba con la punta del pie a sus subordinados, pero se doblegaba ante cualquiera que ostentara un supuesto mayor poder. Las cosas ya no fueron igual, a las primeras de cambio formaste parte de los anulados. Te arrinconaron y no te incluyeron en ningún proyecto. Todo indicaba que debías renunciar… pero no, ¿quién te piensas que eres para atribuirte semejante arrogancia?
Debiste anticipar lo que seguía, pero anulaste ese pensamiento negativo. ‹‹No decretes››, te había dicho una amiga. ‹‹Se trata de un mal momento político, la cosa no es contigo, el presidente pasa por mucha presión››. Qué importa lo que tú pienses, la imagen pública es lo que cuenta y tú ya estás adentro.
Finalmente, un día te llaman: ‹‹pensamos que no estás en el lugar indicado. Creemos que aquí no explotarás todas tus capacidades. No te vemos integrado. Si necesitas una recomendación con gusto te la damos…bla, bla, bla››. En efecto, no estabas en tu lugar. Te fuiste tranquilo, te repetiste que nadie cumple las expectativas de nadie. Ya habías aprendido que no hay sueldo que pague el precio de permanecer pese a uno mismo.
Comentario: [email protected]
Comentarios
Antes de dejar un comentario pregúntate si beneficia a alguien y debes estar consciente en que al hacer uso de esta función te adíeles a nuestros términos y condiciones de uso.