Sinaloa.- En el área natural protegida de la Meseta de Cacaxtla, sobre la carretera Libre entre Culiacán y Mazatlán, se encuentra el Rancho Las Palomas, un espacio de 2 mil 500 hectáreas en donde confluyen el ecoturismo, el senderismo y el avistamiento de flora y fauna nativa.
Si bien la historia de la Meseta de Cacaxtla como área natural protegida inicia en el año 2000, con el nombramiento por parte de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (CONANP), en Las Palomas la labor de observación y cuidado de la naturaleza inició desde años antes.
HERENCIA DE CAZADOR
Luego de heredar el rancho que alguna vez fue de su abuelo paterno, Enrique renunció a la vida de oficina en la ciudad de Mazatlán para seguir con la tradición de su familia de ganaderos y cazadores y vivir diariamente rodeado de naturaleza. Esto desde el año de 1985.
Fue ahí cuando un gesto desinteresado para con la fauna que habita su rancho inició lo que hoy en día es una de las más importantes áreas naturales protegidas del País, al grado de que en el 2016 ganó el primer lugar del Premio Nacional de la Conservación organizado por la CONANP:
“Cuando nos vinimos a trabajar, construimos aquí la casa y todo. En ese entonces manejábamos el ganado allá en una parte donde había agua, teníamos un corral y ahí encerrábamos el ganado, pero ahí pasábamos todo el día porque sacábamos agua de un pozo para darles y ahí lo veíamos todo el día, la que queríamos agarrar, la que iba a parir, osea ahí pasábamos y yo veía los venados y los coatis que andaban queriendo tomar agua, pero como ahí estaba uno pues no, no se acercaban”, cuenta Enrique.
Al observar esto se le ocurrió que, si ponía un bebedero con una llanta en otra zona del rancho, tendría una excelente manera de atraer a los venados para cazarlos.
“Compre cien metros de manguera, un rollo, y como tenemos el pozo ahí con la motobomba, pues me la llevé de la manguera y hasta donde llegó la manguera, ahí puse la llanta y le eché cemento, y ya quedó como una pileta y ahora llenaba yo con la pileta, y dije yo: “mientras las vacas toman agua acá, yo voy a matar venados acá arriba”.
Pero eso no sucedió, pues la ternura de ver a estos animales luchar por su supervivencia hizo que Enrique considerara un pecado cazarlos.
“Y ahí me subí, ahí en un arbolito, en una matita ahí, pues lueguito llegaron y empezaron a tomar agua y llegaban corriendo los animalitos, corriendo llegaban de la sed y metían la cabeza, y dije: “Ah es un pecado matarlo”… Ni sabe que estoy aquí, muriéndose el animalito y lo voy a matar, ¡a que se vaya!Y los empecé a dejar ir. Ahí ya fue donde me nació ya no matarlos”, narra el entonces cazador y ahora conservador.
Sin embargo, este primer bebedero fue apenas el inicio del camino que llevaría a Enrique a dirigir está iniciativa de conservación natural.
“El problema fue que como aquí hay jaguares y pumas, ahí pasaban cazándolos, Yo lueguito veía que me hallaba carcazas. Entonces decidí hacer otro bebedero para que tuvieran la opción de ir a tomar también allá”.
LA NUEVA ANP
Está actividad fue durante varios años parte del día a día de Enrique, hasta que en el año 2000 la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) declaró a las 52 mil hectáreas de la Meseta de Cacaxtla como área natural protegida.
“En aquel entonces hubo mucha desinformación”, recuerda. “Nomás dijeron es área natural protegida de aquí hasta el mar y listo, 52 mil hectáreas y listo. Y se decía que no podías hacer nada, ni cortar leña para el comal”.
“Bueno, ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué sí es mío aquí?”, era la pregunta de los pobladores de la zona ante la imposibilidad de aprovechar las riquezas naturales de sus propiedades para subsistir.
Pero en medio de estas dudas, la amistad de Don Ricardo Urquijo, en ese entonces director de Cultura de Mazatlán, le dio el empujón que dio inicio a la aventura de la protección a la naturaleza.
Cuenta Enrique que al ser Don Ricardo un apasionado de la observación de la naturaleza, aprovechó un encuentro casual para invitarlo a fotografiar aves en su rancho.
“Me lo encontré un día y le digo: oye te voy a invitar al rancho para que tomes fotos. En un día que vas a estar vas a tener fotos pa’todo un año, hay pájaros de chingales venados… Nos vinimos y se volvió loco. Me dijo, ¿oye y quien te está apoyando para esto?”
“¡Hu, años!”, le dijo, “y allá tengo otra porque el jaguar se come a los venados aquí”.
Fue a través de Don Ricardo que las fotografías tomadas en el Rancho Las Palomas llegaron a las manos del biólogo Marco González, el encargado de realizar el Plan de Conservación de la meseta, quién luego de visitar el lugar e informar al director de la CONANP, en ese entonces Joaquín Zebadúa Alva, decidieron apoyar al Rancho Las Palomas con la colocación de cámaras trampa.
“Pues fue la locura porque ya estaban los animales ahí. Pues imagínate la cámara las 24 horas tomando fotos y luego un montón de registros nuevos que ellos no lo hacían caminando, que no lo veían”, cuenta Enrique.
A partir de ahí el Rancho Las Palomas comenzó a colaborar con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), en un camino conjunto que le ha dado a Enrique cientos de historias y grandes satisfacciones.
Fue Enrique quién avistó por primera vez al Yaguarundí; también en el Rancho Las Palomas se confirmó el primer registro de reproducción de Jaguar en vida silvestre y en el 2016 el rancho obtuvo el primer lugar del Premio Nacional de la Conservación
Actualmente el lugar cuenta con diversos bebederos, torres de avistamiento, un mirador y espacio para recibir visitas que año con año llegan de diversas partes del mundo con el fin de conocer la riqueza que ofrece este paraíso natural en medio de Sinaloa.
“Si busca uno en Facebook el “Rancho las Palomas“, ahí le sale y ahí puede contactar con uno para visitar”.
Enrique Lizárraga Osuna.
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