Texto: Alejandro Ruiz

Ciudad de México. -La noticia no sorprendió a nadie: el frente opositor, formado por PRI, PAN, PRD se repartió las candidaturas plurinominales como quien parte un pastel.

Las listas de políticos que llegarán al Congreso sin ser votados, encabezadas por los presidentes del PRI, el PAN y el PRD -Marko Cortés, Alito Moreno y Jesús Zambrano, respectivamente-, son el colofón de una historia de impunidad que comenzó a develarse hace dos semanas, cuando el dirigente panista hizo público un acuerdo, incumplido por el PRI, para la repartición de notarías, universidades, secretarías, instituto de transparencia y otros órganos autónomos, en Coahuila. El acuerdo, que en medios se conoció como el «pacto mafioso», exhibiósus viejas prácticas y la incoherencia de sus discursos y banderas políticas.

Además, la designación de Manlio Fabio Beltrones, Ricardo Anaya, o Francisco Javier García Cabeza de Vaca, perpetúa la impunidad de quienes han sido señalados como sospechosos de crímenes del pasado, pero también del presente.

¿Era de esperarse? Sí, pues el pragmatismo de la derecha, y la izquierda, ha sido la constante en el reacomodo del tablero político rumbo al 2 e julio.

Pero, más allá de contar lo que ya se ha dicho (y visto), ¿qué nos demuestra esta tendencia de partidos sin ideología y compromiso con su base social? Para ahondar en ello, en Pie de Páginadialogamos con la socióloga Teresa Rodríguez de la Vega, quien aproxima algunas reflexiones sobre esto.

“Lo que se ha dejado ver es la naturaleza de la coalición opositora. Es una coalición a la que no la unen las historias de los institutos políticos que la componen. Incluso, las historias los dividirían si fueran congruentes con la historia de cada instituto político. No podrían haber ido juntos a ninguna elección, y sin embargo, ya hace tiempo que la actuación política de estos tres institutos, el PRD el PAN y el PRI, pues ya no hace caso de su historia”.

De rivales, a amigos: la degradación de la política plasmada en una coalición

Para Rodríguez de la Vega, la coalición opositora representa la degradación de principios dentro de los partidos políticos en México, pues apenas en la década de los 90 eran acérrimos rivales, y hoy, caminan juntos en un mismo objetivo.

“La única estrategia que ha tenido la coalición opositora está en el crisol político del centro-derecha a la derecha, y ha sido para contener y responder al empuje popular de López Obrador y de Morena. Es una coalición que traiciona la historia de sus institutos políticos, su historia ideológica, y que se reúne por motivos estratégicos”.
En ese caminar, los vicios de cada partido han salido a la luz convirtiendo a su política interna en una lucha entre mafiosos, juniors y transnochados.

“Es como muy divertido verlos, porque a cada quien le salen sus sus joyas. Creo que el PRI lidera la coalición, en términos de como ellos mismos dicen ’no somos perfectos, pero sabemos gobernar’. Su actuación en la coalición muestra eso: un partido que sabe hacer las cosas súper cochinamente sin que se note, como el mafioso o consolidado que sabe hacer las cosas, que sabe ganar escaños, que sabe mantenerse en el poder aún cuando pierda la capacidad de convocatoria al voto popular. El PAN no sabe hacerlo, son como juniors engolosinados con la posibilidad de seguir ahí de seguir creciendo, y que la riegan. Por otro lado, está un PRD que en retirada, un PRD que está intentando ser el último que apague la luz, y lo que se están peleando es quién es el último que va a salir”.

Para la socióloga, esta dinámica de poder al interior de la oposición solo refleja una cosa:

«La coalición opositora lo que está viendo es cómo administrar la derrota electoral. Derrota que ahora tienen absolutamente calculada, pero que no la tenían así en un inicio”.

¡Sálvese quien pueda!

En un inicio la oposición jugó a la democracia, un poco por seguir el rastro que Morena dibujaba en su proceso interno con consultas y procesos de elección internos que erradicaran el ‘dedazo’.

Sin embargo, su ficción les duró poco, pues terminaron renunciando a estos procesos cuando vieron que su análisis de mercado arrojaba a alguien aparentemente limpia para representarlos en la boleta presidencial: Xóchitl Gálvez.

La emoción, sin embargo, se esfumó. Sobre esto, Teresa Rodríguez de la Vega comenta:

“Yo sí creo que confiaron en que el empuje del empresariado, el empuje de Claudio X. González, y cierta construcción de personajes los podía poner más o menos en la pelea, pero muy rápidamente se dieron cuenta de que habían construido un muy mal producto: está muy mal hecho, no convence a nadie, el color que le pusieron al empaque no estuvo chido”.
La socióloga añade que, esta caída estrepitosa de Xóchitl Gálvez en la precampaña es el factor que movilizó a la oposición para reagrupar lo poco que les queda, y asegurar su futuro después del 2 de julio.

“Ahí se pusieron a administrar la derrota. Cada partido está viendo qué salvar, y ahí hay algo muy evidente (y a la vez muy triste e insultante): el reparto de plurinominales y escaños en la salvaguarda del fuero de algunos. Es una repartición absolutamente mafiosa de plurinominales, en términos de un escenario de contención de la derrota. En últimas es un mensaje de ‘vamos a cuidarnos las espaldas, que nuestros casos icónicos de corrupción queden salvaguardados’”.

La insipiente candidatura de Xóchitl Gálvez y el derrumbe del mito de la oposición ‘outsider’

Aunque este parece ser el factor movilizante de sus listas plurinominales, Teresa Rodríguez de la Vega señala otro elemento para el análisis: la repartición de lo que le queda bajo control.

“Entre el PRI y el PAN yo sí creo que hay una disputa en dos sentidos: una de pesos electorales, porque son las únicas dos fuerzas de la coalición opositora que sigue tendiendo cierto voto duro, y entonces, en donde uno es el fuerte el otro es el débil, y se están disputando eso. Y la otra cosa que está ahí es que se está evidenciando lo absolutamente inocua que es Xóchitl Gálvez en la alianza opositora”.

En un inicio, la alianza opositora presentó a Xóchitl Gálvez como una figura que rompía con sus viejas prácticas políticas. Sin embargo, la realidad es que el pragmatismo de salvar su pellejo conllevó al sacrificio de la imagen de su candidata presidencial, y con esto, de sus aspiraciones para llegar a la presidencia.

Rodríguez de la Vega señala un par de reflexiones para llegar a esta afirmación:

“Si hay alguien que no parece haber tenido ninguna incidencia en la construcción de las listas plurinominales es Xóchitl Gálvez. No están sus colaboradores más cercanos, no hay ninguna señal de que los institutos políticos se hayan movido hacia la narrativa que se le intentó construir como outsider. No hay nada de esto en las listas, son listas de vieja guardia de los partidos”.

Un reflejo de esto, apunta la socióloga, es que quienes encabezan las listas plurinominales de la oposición son los presidentes de los partidos de la coalición. Esto, de acuerdo con la lectura de Teresa Rodríguez de la Vega, “debilita la campaña de Xóchitl Gálvez. Lanza una señal que a algunos despistados que ven en Xóchitl esta outsider hacen que quede descartada como una opción que les represente”.

Y añade:

“En la construcción de las listas plurinominales se ve que en realidad Xóchit fue un imán de votos para estos institutos políticos que quieren recuperar los recuperables en un terreno de administración de la derrota. Creo que esto les va a ser contraproducente. Hay que ver cómo se comportan las encuestas después de la noticia de la construcción de las listas de plurinominales, pero yo sí creería que le va a pegar, o sea, yo sí, creo que apostar por la vieja política sí va a mermar”.

Morena no se queda atrás

La oposición ya decidió su camino, y detrás de ella también va Morena, quien en sus alianzas por alcanzar la mayoría en el Poder Legislativo parece traicionar a una parte de su base.

Inclusive, la declaración de Mario Delgado esta semana, defendiendo la candidatura de Rommel Pacheco en Mérida lo confirma: “Respetamos y reconocemos el trabajo de la militancia en Yucatán. Pero también queremos ganar Yucatán, y es fundamental ganar Mérida”.

Sobre esta tendencia Teresa Rodríguez de la Vega apunta lo siguiente:

“El pragmatismo en Morena es distinto al pragmatismo de la coalición opositora. Desde la narrativa de la 4T, con esta onda del Plan C, se nos vende que todo se vale para el bien mayor, que es lograr reformas constitucionales en dirección de los intereses de las mayorías. Entonces, por lo menos, hay un horizonte programático en favor de las mayorías, y después hay un acercamiento pragmático a ese horizonte programático. Eso claro que es cuestionable”.
La socióloga recalca que aún tiene dudas de si éstas decisiones pragmáticas de hacer alianzas insostenibles, como las de Rommel Pacheco, o en su momento Lili Téllez, realmente garantizan la transformación del país.

“Morena se ha desdibujado como opción ideológica, pero no como opción de izquierda. O sea, Morena es un partido claramente con guiños populares, con un proyecto de nación de impronta popular que se está defendiendo detrás de las decisiones pragmáticas que nos pueden molestar, y que ponen en riesgo eso otro. El contrapeso a la hipótesis de: ‘Bienvenidos todos en pos de llegar ahí”, es decir no: No sobre las víctimas, sobre el 68, sobre la guerra sucia, sobre Ayotzinapa, porque eso cuestiona tomas de principio elementales”.

El sacrificio de la militancia por el poder

Teresa Rodríguez de la Vega enfatiza en que aunque ambos bandos (Morena y su oposición) recurren al pragmatismo como estrategia, el detalle está en el fin que persiguen.

“En Morena, pese a todo eso, está la salvaguarda de que el pragmatismo se escuda en ese horizonte programático de consolidar la transformación a nivel de reformas construccionales. Del otro lado no existe eso. Del otro lado tenemos que la historia de los partidos no da ni para que se saluden entre sí, pues sus programas de origen son totalmente antagónicos. Su horizonte programático sólo el el antiobradorismo, y detrás del antiobradorismo está el refrendo de un modelo económico que ha sido agredido por las políticas de la 4T, pero ni siquiera lo pueden formular así, porque si lo llegaran a formular así, traicionan principios partidarios. No pueden decir: ‘Somos la coalición opositora en defensa de la privatización, en defensa del neoliberalismo’”.

Al final, concluye, quien más adolece estas prácticas al interior de los partidos es su militancia, la misma que en más de una ocasión han sido traicionada.

“Habrá un momento para mirar para atrás y ver qué costos tuvo esto; pero los más golpeados en estas jugadas de las cúpulas partidarias son sus militancias. Si algo no figura en esta campaña electoral son las militancias. No son campañas hechas como construcciones orgánicas de proyectos políticos sostenidos por gente que creen en esos proyectos, son cúpulas poniéndose de acuerdo, de un lado, pues con el peso que piensan tener respecto a tener la razón histórica de perseguir el proyecto de transformación de la 4T, y en el otro, administrando la debacle electoral de la derecha que quiere seguir viva para reorganizar fuerzas y retomar el poder”.

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Este trabajo fue publicado originalmente en Pie de Página, que forma parte de la Alianza de Medios de la Red de Periodistas de a Pie. Aquí puedes consultar su publicación.