Se prevé que el consumo mundial de los productos acuícolas crecerá 15% para el 2030, de acuerdo con la FAO. La necesidad de demostrar que esta actividad se hace de manera sostenible va en aumento y supermercados han incluído certificados acuícolas dentro de sus estándares de compra para garantizar que los pescados y mariscos que ofrecen a los consumidores provienen de prácticas responsables.

En esta materia, la organización Global Seafood Alliance (GSA) desarrolló el certificado Best Aquaculture Practices (BAP), un comprobante que demuestra que los acuicultores cumplen con diversos estándares. Éstos incorporan cuatro pilares: responsabilidad del medio ambiente, responsabilidad social, inocuidad alimenticia y bienestar animal.

“Tenemos estándares para plantas de alimento, que manufacturan el alimento, estándares para los laboratorios donde salen los alevines o los pellets en caso de camarón, para las granjas y para plantas”, explicó Bill Hoenig, director de desarrollo de mercado en Latinoamérica de GSA en entrevista a Causa Natura Media.

Los acuicultores son sometidos a una auditoría, hecha por terceros, explicó Hoening. Son ellos quienes toman la decisión final sobre si el producto cumple los estándares. “Si nosotros estuviéramos haciendo la auditoría sería un conflicto de interés, no se puede ser el dueño del estándar y hacer la auditoría a la vez”, detalló.

Grupo Walmart se ha propuesto para 2025 que el 100% de sus productos pesqueros provengan de fuentes sustentables y ha incluido al BAP entre los certificados que garantizan esta empresa. En tanto que H-E-B, y Grupo La Comer, también ofrecen productos que tienen este estándar internacional, de acuerdo con el estudio Del mar al supermercado de Causa Natura Center.

“Ellos básicamente se quieren cubrir la espalda. Y quieren saber que sus proveedores están cumpliendo con ciertos estándares”, apuntó Bill Hoenig, quien consideró que la extensión del certificado ya es casi universal.

Además, los benchmarks, un punto de referencia utilizado por empresas de un mismo segmento para comparar buenas prácticas entre sí, como el de Global Sustainable Seafood Initiative (GSSI) reconoce a diversos sellos como MSC y al propio BAP.

“Así que cuando los compradores muchas veces en lugar de especificar y decir ’ah es que quiero una certificación BAP o quiero una certificación MSC’, dicen en vez: ‘quiero un esquema que está benchmark con respecto a GSSI’”, explicó.

Bill Hoenig, director de desarrollo de mercado en Latinoamérica de GSA. Foto: Juan Luis García.

Escalabilidad

Las certificaciones garantizan acceso a mercados. En ese sentido Antonio Garza, consultor internacional en materia acuícola, apuntó a Causa Natura Media que hay una necesidad de pensar en la inclusión de los pequeños productores o de lo contrario las certificaciones los dejarán excluidos de estos mercados.

“Las certificaciones tienen un costo que es demasiado elevado para un pequeño productor. Entonces, se tiene que tener algún mecanismo parecido a los FIPs (Proyectos de Mejora Pesquera), donde los pequeños productores puedan tener esa certificación de calidad y sostenibilidad sin que les genere un costo que los saque (del mercado), y que haga que sus operaciones sean redituables”, apuntó.

Las actividades acuícolas en México se desarrollan con un total de 9,230 Unidades de Producción Acuícola, de acuerdo con el Programa Nacional de Pesca y Acuacultura 2020-2024. La gran mayoría corresponden a pequeñas productoras que componen un sector con 56,250 acuicultores.

Alan Espinoza, co-fundador de Bendito Mar Seafarm, en el estero de San Buto, en Baja California Sur, reconoció que los altos costos de una certificación son un desafío para una cooperativa acuícola artesanal.

“El hecho de pagar la certificación de entrada, ya es un número muy alto entre nuestro presupuesto, nuestro volumen de producción, además, los requisitos que se requieren para tener la certificación elevan tus costos de producción, porque tienes que tener áreas de proceso, con unas características, no puedes ser como un poco más chico, más artesanal, tiene que ser un poquito más grande, con ciertas delimitaciones, con materiales epóxicos, todo eso va elevando el costo”, dijo.

Alan Espinoza, co-fundador de Bendito Mar Seafarm. Foto: Juan Luis García.

No obstante, en Bendito Mar Seafarm se preparan para buscar una certificación, por la oportunidad de abrirse puertas a diversos mercados. Y ya cuentan con varios altos estándares en varios aspectos de la producción, destacó Espinoza. Particularmente, las condiciones laborales que se brindan a sus 24 trabajadores.

“Aún no definimos cuál etiqueta, cuál certificación tendríamos, pero creemos que sí es necesario. Pero curiosamente, no sólo estamos trabajando para nuestra certificación, sino buscando que todo el cuerpo de agua donde hay 14 productores como nosotros, unificarlo, y entre todos buscar una certificación común, y diluir el costo de esa certificación”, refirió.

Hoenig detalló que existen modelos de certificación de grupo y cluster. El primero puede abarcar hasta 50 productores. Las auditorías sobre éstos recaen sobre un sólo productor, como si fuese la toma de una muestra.  “Ahora, si uno (productor) de esas auditorías falla, falla el grupo entero”.

Por otro lado, en el cluster los productores realizan un proceso común, mas los fallos sólo penalizan individualmente al productor y no al grupo, aclaró.

“En mi opinión, en lo que vamos a acabar es que vamos a tener que revisar el estándar para pequeños productores. Y vamos a tener que hacerlo a base de riesgo”, opinó Hoenig a título personal.

Cuestionado sobre si dicho proceso sucedería en los próximos años, el director señaló: “Tiene que suceder ya porque ya todos los grandes ya están certificados. Ahora es cómo incluyes a los pequeños”.

Una ayuda del gobierno

El Instituto Mexicano de Investigación en Pesca y Acuacultura Sustentable (Imipas) lanzó este año el programa de Mejora Acuícola, que tiene por finalidad impulsar Proyectos de Mejora Acuícola (AIP). Se trata de esfuerzos multiactores para garantizar prácticas sostenibles acuícolas, diseñados con base en modelos de la organización internacional Sustainable Fisheries Partnership.

Alejandro Gallardo, jefe de departamento de Sanidad y Nutrición Acuícola de la Dirección de Investigación de Acuacultura, comentó a este medio que cuentan con cuatro proyectos aprobados para este año.

De la misma forma que el modelo de conjunto de las certificaciones, el Imipas contempla trabajar con grupos de acuicultores de un mismo cuerpo de agua para brindar capacitación y acompañamiento.

En México, grupos de minoristas como Costco, Chedraui, han referido su compromiso de sustentabilidad a través de ofrecer productos provenientes de AIP.

En este sentido, los AIP son una oportunidad para que los productores muestren la trazabilidad genética, la cual garantiza el origen sostenible de un producto y así transparenta a los compradores información acorde a políticas de compra sustentables.

“Todo esto lo que va a crear es más valor para los productores. Un comprador, digamos, como Walmart o Costco, cualquier otro va a decir, ‘a ver, yo te voy a exigir, que me digas de dónde viene, cómo lo creaste, que tenga sus certificaciones, etc. Y así te lo voy a pagar’”, comentó Gallardo.

La necesidad de crear el programa de Mejora Acuícola surgió hace 2 años durante la implementación del programa de transferencia tecnológica del Imipas, comentó. De tal suerte que identificaron que prácticas que ya se realizan se podían mejorar si hay un compromiso de los productores.

“El ideal es que todos los productores acuícolas tengan mejores prácticas. Entonces, un proyecto de Mejora Acuícola, un poco cómo los proyectos de Mejora Pesquera (FIPs), les dan cierta ventaja competitiva, pero sobre todo les dan cierto perfil de sostenibilidad”, dijo Gallardo a Causa Natura Media.

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Este reportaje fue publicado originalmente por Causa Natura. Dar clic aquí para consultar la publicación original.