Culiacán, Sinaloa.- Esta es una representación de la Pasión de Cristo muy particular con 400 años de historia. Para la Iglesia Católica no es más que una festividad pagano-religiosa, que con el tiempo ha terminado por acreditar la liturgia de Semana Santa.

Se celebra en Tacuichamona, un pueblo dentro del municipio de Culiacán que ya existía desde antes de la llegada de los conquistadores españoles. Sus pobladores originarios fueron los tahues, quienes dejaron un vestigio único en todo el estado de Sinaloa: un asentamiento con trazo circular cuyo centro es su parroquia y que obedece a una lógica cosmológica profunda.

Aquí durante la Cuaresma el pueblo se llena de mística y sus habitantes se convierten en fariseos, capitanes, diablitos, diablos mayores, rezadores y cofrades, personajes alegóricos que en muchos casos se han heredado desde épocas ancestrales y dan cohesión a la comunidad.

De acuerdo al cronista Rosendo Romero Guzmán, la singularidad de la celebración del Vía Crucis en Tacuichamona podría atribuirse a una diferencia clave en la forma de evangelización. Mientras que los pueblos indígenas del norte del estado (mayo-yoremes) fueron evangelizados por los jesuitas, en esta zona fueron las órdenes franciscanas las responsables de predicar los evangelios.

De ahí que a partir de 1787 el pueblo fue nombrado oficialmente como San Francisco de Tacuichamona.

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El sincretismo religioso de la Semana Santa en el noroeste de México, de acuerdo al académico Miguel Olmos Aguilera, se explica con que las diversas órdenes religiosas evangelizaron sustentados en un universo multicolor de imágenes y sonidos puestas en escena, sirviéndose de las tradiciones indígenas ya enraizadas.

Es decir, este cúmulo de conocimientos artísticos difundidos a través del teatro, la música y la danza, fue apropiado por los pobladores originarios de Sinaloa en un esfuerzo de adaptar las necesidades de las enseñanzas del Evangelio.

Sin embargo, otra curiosidad es que los tahues, contrario a los yoremes, dejaron de existir hace casi tres siglos producto de la asimilación forzada, desapareciendo con ello su idioma y cultura. De este proceso histórico solo queda la preservación de una tradición religiosa que posteriormente continuó la población mestiza.

Actualmente las fiestas de Semana Santa han evolucionado a una secularización tal que la organización es impulsada por el Comité de Turismo de Tacuichamona, el Patronato de la Iglesia y la Sindicatura, con la esperanza de que las nuevas generaciones se interesen por ser parte de estas representaciones.

Un día antes de que inicien las festividades, la comunidad ya debe tener todo listo para las procesiones, tienen que estar colocadas 14 cruces por toda la calle redonda que rodea a la parroquia, mismas que representan al igual número de estaciones del Vía Crucis.

Los capitanes son los responsables de que todo salga bien, éstos se auxilian de los diablos viejos, que con chicotes o látigos en mano meten al redil a los fariseos, ya sea porque no obedecen, porque llegan tarde o se pasan por delante de las cruces que se encuentran colocadas en la calle redonda.

A su vez, los fariseos de Tacuichamona se visten con un turbante cónico que llevan sobre su cabeza, mismo que es adornado con espejos, listones de colores, paños y pañoletas de seda brillantes. También, parte de sus caras la cubren con pañoletas y complementan su indumentaria con lanzas multicolores de tres metros hechas de raíz de capule, la que es cubierta por listones.

Los capitanes mientras tanto, usan un sombrero cubierto con un paño, que generalmente tiene estampado la Virgen de Guadalupe; por su parte, los diablos se cubren la cara con una máscara que hacen con madera o piel, aunque en el presente se han ido incluyendo nuevos materiales como plástico, látex o máscaras de personajes de la cultura contemporánea.

En los últimos tiempos, la procesión es acompañada por un conjunto de instrumentos de viento o tambora, la cual interpreta marchas fúnebres que guían la peregrinación hasta llegar a la última estación o al monte Calvario, donde se cantan las ultimas alabanzas para regresar al Cristo a la parroquia.

Esta serie fotográfica documental da cuenta de un pasaje del cristianismo con introducción, nudo y desenlace que se repite año con año desde 1624 de una manera muy propia en un rinconcito de Culiacán y Sinaloa. Son imágenes de una tradición que dan sentido de pertenecía a toda una comunidad y que se han convertido en parte de nuestro patrimonio histórico y cultural.

 

*Este trabajo inició con la apertura de Miguel Ángel Zúñiga Cisneros, encargado y organizador de las fiestas de Semana Santa en Tacuichamona, además de ser parte del Comité de Turismo de este Pueblo Señorial. El agradecimiento va también para don Jesús Lozano, habitante de la comunidad quien participa desde los ochos años en esta tradición.

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