San Ignacio, Sinaloa es tierra de jaguares. A pesar de que hace apenas unos años mucha gente no creía que Sinaloa fuera hogar del felino más grande del continente, desde el 2010 quedó demostrado que el estado forma parte del corredor biológico del jaguar.

Amenazados principalmente por la matanza y la caza furtiva, la destrucción de su hábitat y enfermedades producto de su acercamiento a centros de población, el jaguar vive una situación crítica. Ante esto, investigadores de todo el país se han reunido en una Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar y, bajo el liderazgo del investigador de la UNAM Gerardo Ceballos, han realizado una serie de censos en diversos puntos del país.

En Sinaloa, la investigadora y ex sub secretaria de desarrollo sustentable Yamel Rubio Rocha ha sido la responsable de estos censos llevados a cabo en los años 2010, 2017 y ahora en 2024.

“Estamos bien contentos porque estamos haciendo el tercer gran esfuerzo de monitorear, de contar los Jaguares que hay en San Ignacio particularmente en sus selvas secas”, dijo la investigadora en entrevista para Espejo.

 

Yamel, quién tiene alrededor de tres lustros trabajando con esta especie, cuenta que desde el principio los censos han tenido resultados favorables en cuanto a su presencia en la zona.

En 2010, contó, se logró observar a siete individuos en un área de 100 kilómetros cuadrados, y tras una serie de análisis y modelos matemáticos se obtuvo una densidad de 4 Jaguares por cada 100 kilómetros cuadrados en selvas secas.

Siete años más tarde, en 2017, el número de jaguares observados aumentó a 10 y su densidad a 5.4 por cada 100 kilómetros cuadrados. “Una densidad que permanece con tendencia a la alza”, celebró.

Producto de estos dos censos, la ciencia pudo ofrecer una cifra del número de Jaguares en el país: alrededor 4 mil en el 2010 y 4 mil 500 en el censo del 2017.

“Son muy poquitos. El día que tengamos 10 mil jaguares podemos decir que la población en todo el país se ha recuperado. Pero tenemos que ser muy positivos… estamos hablando de un 10%-15% de incremento. Eso es fabuloso”, valoró.

 

Este 2024, añadió la científica, el área censada se duplicará a 200 kilómetros cuadrados.

¿Qué implica censar al jaguar?

 

Técnicamente, hacer un censo de jaguares en la naturaleza es una tarea complicada.

Para este año, el equipo de biólogos liderados por Rubio Rocha colocará un total de 40 estaciones de monitoreo, cada una con una o dos cámaras trampa sensibles al movimiento y al calor.

Incluso el hecho de colocar dos cámaras por estación es un elemento técnico relevante, pues ayuda a reconocer a los jaguares a nivel individual al poder identificar su patrón de manchas único.

Estas cámaras esperaran por tres meses el paso del felino por lo menos en dos ocasiones. “Para poder modelar cada individuo tiene que ser fotografiado, capturado por las cámaras, por lo menos dos veces”, explicó Rubio. Esto debido a que si un espécimen es fotografiado en más de una ocasión, significa que está viviendo en esa misma zona. Caso contrario, los biólogos consideran que el animal solo iba de paso.

Rubio explicó que en el mejor de los casos, un jaguar puede sobrevivir hasta 12 años en vida silvestre, pero generalmente se les da seguimiento durante 5 o 6 años, siendo este el parámetro para la realización de los censos.

Otro aspecto técnico relevante es la época del año para realizar está labor, pues el hacerlos en tiempos de secas permite una mejor comparación con otros puntos del país, “sobre todo con espacios muy similares al nuestro como son las selvas secas”, comentó Yamel.

San Ignacio arropó al Jaguar

 

Durante la entrevista, en múltiples ocasiones Yamel Rubio hace referencia al apoyo de la comunidad de San Ignacio para esta labor.

“Simplemente sin su participación esto no hubiera sido imposible… Para empezar no podemos andar en el monte de manera solitaria sin que nadie sepa quiénes somos, primero por respeto a los dueños y por otro lado pues también puede haber grupos delictivos que andan por ahí”, contó.

Originalmente una misión jesuita fundada en el siglo XVI, el municipio de San Ignacio se encuentra al norte de Mazatlán y cuenta con una población de alrededor de 4 mil 500 habitantes y abarca la mayor parte del área natural protegida de la Meseta de Cacaxtla. Entre sus principales actividades económicas están la agricultura, la ganadería y la minería, así como el turismo, actividad que se busca impulsar con la reciente declaración de su cabecera municipal como Pueblo Mágico por el gobierno federal.

Del 2008 a la fecha, la científica ha observado de primera mano importantes cambios en San Ignacio y su gente, y asegura que muchos de estos se han dado a raíz del estudio del jaguar.

La transformación del pueblo, cuenta, inició con los resultados del primer censo en el que “la gente quedó maravillada”.

Agradecida con el apoyo de los pobladores, que entre otras cosas dieron permisos para pasar por sus tierras, prestaron vehículos para trasladarse, brindaron techo y alimentos a los científicos y en general acompañaron la labor, es que decidió comprometerse a que la información obtenida beneficiara no solo a la ciencia, sino también directamente a los habitantes.

“Tomamos todos los resultados y nos fuimos rancho por rancho a exponer lo que habíamos encontrado y la gente quedó maravillada de saber que alrededor de sus casas, en esos cerros, el Jaguar estaba habitando”, cuenta.

 

Producto de esta labor de concientización, pobladores se organizaron para impulsar más acciones de educación ambiental, iniciativa que culminó en la creación del Museo del Jaguar en la comunidad de Cabazán y de una estación biológica del jaguar en la comunidad del Carmen, incluso una feria completa dedicada al jaguar. “Sin exagerar yo creo que el museo ha recibido a más de 10.000 personas en toda la historia”, presume.

“Ese fue papel de las comunidades y sobre todo del sector femenino, porque ellos vieron (sobre todo las señoras), cómo los chiquitillos se inspiraban en los biólogos. Yo llevaba un grupo de jóvenes maravillosos que convivieron mucho con los niños, con los jovencitos, entonces se irradiaba esa alegría, ese entusiasmo de juventud que pues dicen las mujeres: Oye, ¿qué sigue?”, recuerda Yamel quien asegura que el que la gente reconozca al jaguar como un poblador de San Ignacio ha generado un orgullo y una identidad con el gran felino.

“Hemos trabajado mucho en esa parte en la imagen del jaguar de restituirle su dignidad como especie nativa, como especie ancestral. Entonces sí, si ha cambiado mucho y la gente también se ha beneficiado… incluso aquí en San Ignacio está el cafecito de la calle y tiene en su logotipo las huellas del jaguar”.

Yamel Rubio junto a parte del equipo del Censo del Jaguar este 2024. Fotografía: Cortesía.

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