La posible pérdida del registro del Partido de la Revolución Democrática y el desplazamiento del Revolucionario Institucional a tercera fuerza electoral en México serían algunas de las enseñanzas para las siglas políticas que son colocadas en el dilema de renovarse o de plano languidecer hasta desaparecer, en un sistema democrático que cuenta con ciudadanos que sí proceden a rejuvenecer sus modos de ejercer el voto e integrar modelos modernos de gobierno.
La composición de las cámaras de diputados y senadores en las cuales el Movimiento Regeneración Nacional y aliados obtienen mayoría calificada en el Congreso de la Unión, y aumenta a 24 el número de gubernaturas afines a la Cuarta Transformación, debe representar para la oposición la oportunidad para la autocrítica y la reinvención sin rasgarse las vestiduras o que la intentona de corrección acabe como el rosario de Amozoc.
El PRI es el que resulta más golpeado y en vez de culpar a los electores de fanatismos o de ser fáciles de manipulación, o arrinconarse en la acusación de elección de Estado, está llamado a mudar en sus modos de hacer política y despojarse de una vez por todas de los estigmas que le causan el rechazo de la población, transfiguración que de ser posible lo haga hasta de cambiar de nombre y de métodos que lo ligan a un pasado ominoso.
Sin duda Xóchitl Gálvez fue la mejor candidata que pudo presentar la coalición Fuerza y Corazón por México y, también con certeza fueron el PRI y PAN los que borraron la esencia ciudadana de la postulación que atraía la simpatía de un importante segmento de votantes… hasta que aparecieron las roídas mafias políticas priistas y panistas enseñando las garras y dientes para apoderarse de la campaña y acaparar y repartirse cargos de elección popular entre las mismas pandillas que llevaron a México a la desesperanza.
El PRI y el PAN fueron a los comicios del 2 de junio con las tácticas y discurso de hace sesenta o setenta años y en tal atraso programático atraparon a Xóchitl Gálvez en la tendencia descendente en la intención del voto.
Los resultados de las elecciones de 2018, 2021 y 2024 apremian al Revolucionario Institucional a morir y con su extinción hacer que renazca un partido que actualice su faz y su credibilidad y que esculque entre auténticos liderazgos sociales para darles participación en la toma de las grandes decisiones colectivas.
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