La posibilidad de que el Partido de la Revolución Democrática pierda su registro por la baja votación obtenida en la elección del 2 de junio, sería otra consecuencia colateral del hecho de acompañar al Partido Revolucionario Institucional en la alianza que para la oposición constituyó un desastre en cuanto a la reconfiguración de la partidocracia en México.

Conforme avanza el cómputo que realiza el Instituto Nacional Electoral en los distritos de todo el país, las actas traen lo que ya se traduce en una sentencia de muerte para el PRD, con epitafio para la vieja izquierda que dio virajes sorprendentes hacia partidos que los ciudadanos cada vez desplazan más de la intención del voto.

A 35 años de aparecer en las boletas electorales, el sueño de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez y otros por construir contrapesos políticos frente a la dominación abusiva del PRI se diluye por el desvanecimiento de principios y el golpe de apetitos de poder que hicieron del PRD un botín de pocos al ofrecerlo en la subasta entre mafias de poder.

 

La pérdida sin embargo es generalizada por la incapacidad de los partidos para consolidarse como factor de equilibrio de cara al régimen de la Cuarta Transformación, que copa y copta a instituciones y actores que le puedan significar incomodidad política, o bien con la conquista mediante el voto del casi carro completo tiende un manto pernicioso de absolutismo.

El PRI se halla en la peor época de inviabilidad electoral y en tal bucle desafortunado acude a la ayuda de partidos que en vez de salvarlo lo hunden más. Y además arrastra a los aliados al abismo de derrotas comiciales a tal grado de que el saldo que enfrenta el PRD, un acólito que fingía ser de izquierda recalcitrante, acabó perdiendo el registro y domesticado en su ideología y camarillas intramuros.

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