El reclamo que la Fiscalía General del Estado le hizo al juez de control Carlos Alberto Herrera al posponer por décima ocasión la audiencia de imputación contra Héctor Melesio Cuén Díaz, el ex director de Bienes y Suministros de la Universidad Autónoma de Sinaloa acusado de realizar negociaciones ilícitas con recursos públicos, se agrega a la percepción ciudadana de ley blanda para unos y todo el peso de la justicia a otros.
La tolerancia del Poder Judicial a los indiciados de la UAS por delitos de corrupción, abuso de autoridad y desobediencia a tribunales del orden penal llega el extremo de permitirles todas las argucias posibles para esquivar la acción de la justicia, escribiéndose una larga historia de prerrogativas que se transforma en burla grotesca a los sistemas de procuración e impartición de justicia en Sinaloa.
Cuén Díaz obtuvo el 14 de junio un amparo de la justicia federal contra el posible uso de la fuerza pública para obligarlo a comparecer, pero dicha protección judicial también le ordenó presentarse ante el juzgado local a atender el procedimiento que se le sigue por presuntas negociaciones ilícitas con dinero de la UAS y, al no atender tal mandato, incurre en doble desacato a la justicia, abusando a la vez de justificantes para rehuir al proceso enjuiciador.
El juez Alberto Herrera le está facilitando al ex funcionario universitario todo un catálogo de maniobras dilatorias que al mismo tiempo trazan la ruta de la impunidad a otros que sean acusados de ilícitos y sepan de la debilidad del aparato judicial, que se ajusta a artimañas legaloides de los victimarios en vez de ceñirse al código de procedimientos penales para poner por delante los derechos de las víctimas.
¿Se trata de un asunto de debilidad judicial o están operando negociaciones de alto nivel que anteponen la actividad política a la vigencia del Estado de derecho?
Al resaltar la negativa de un particular a acudir a la audiencia de imputación de cargos, contra la obligación de un juez de garantizar la prevalencia del marco jurídico, cualquier conjetura encaja en la sabiduría del refrán popular de “piensa mal y acertarás”.
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