El gobierno de Sinaloa debe evitar la repetición de la actitud de indiferencia y negligencia que dominó al iniciar la pandemia de Covid-19, en febrero de 2020, pues expondría a la población a similares consecuencias por la imprevisión en disponibilidad hospitalaria, de medicamentos y personal médico.

Ayer el secretario de Salud estatal, Cuitláhuac González Galindo, negó que en Sinaloa haya repunte de la enfermedad o casos de alarma, desmintiendo versiones sobre la saturación de los servicios de medicina pública debido a infecciones por el virus, mientras la información de Salud federal reconoce que los casos positivos han aumentado en México en las semanas recientes, pues del 30 de junio al 6 de julio se elevaron en 28 por ciento.

Jugar con los comportamientos estadísticos del coronavirus no es opción después de los disparatados manejos de datos en que incurrieron las autoridades sanitarias federales y estatales en la fase crítica de propagación del SARS-CoV-2, traduciéndose tal irresponsabilidad en la pérdida de más de 3 millones de vidas humanas.

 

Antes de caer en excesos de confianza que minimizan la realidad y dejan correr los días valiosos para anticiparse a las desgracias colectivas, vale tomarse el tiempo y mostrar sensibilidad para recordar el alto costo que pagó Sinaloa con más de 180 mil contagios y 10 mil fallecimientos que dan cuenta del colapso del sistema estatal de salud, que procedió primero a desestimar la magnitud del daño y luego se vio rebasado por sus propias desidias.

Al reportarse el crecimiento en el número de casos de Covid-19, resulta altamente pertinente recordar las lecciones y víctimas que la pandemia dejó a su paso por Sinaloa, con el objetivo de ser más eficientes y responsables en caso de que ocurra otra crisis por los contagios.

No engañar, no simular y no claudicar serían los verbos a conjugar para que el gobierno subsane las ineptitudes y desamparos y no reincida en abandonar a los pacientes.

 

Más información sobre Covid-19: