Culiacán, Sin.- Desde 1968, en Reparadora de Calzado Jalisco cuando aceptan un par de zapatos es porque van a garantizar un buen trabajo, es decir, con buena presentación, durabilidad y garantía; “ese es el asunto, hacer las cosas bien”, sostiene la señora María de los Ángeles Durán Martínez.

Es de esta manera como don Manuel Durán Herrera, su padre, llegó a Culiacán a incursionar en el mercado de calzado hace más de cinco décadas. Inclusive puede decirse que fue uno de los primeros reparadores de zapatos en la capital sinaloense, un oficio que aprendió en Guadalajara.

Esta historia nos la compartió María de los Ángeles en entrevista para Espejo, comentando que su padre vino a innovar a estas tierras, ya que no existía nadie que supiera reparar zapatos y menos fabricarlos.

Don Manuel Durán Herrera, fundador de Reparadora de Calzado Jalisco, en 1968.

“En los años que él llegó su intención no era arreglar zapatos, sino fabricarlos porque su oficio era fabricante de zapatos. Él nació en Zacatecas y criado en Guadalajara, ahí aprendió el oficio, ahí trabajó”, mencionó.

“Él ahí se estableció e inclusive tuvo una fábrica de calzado, él llegó a tener un taller con 80 trabajadores; él siempre amó el estado de Jalisco. Por cosas de la vida hermanos de él emigraron a Culiacán y él con el tiempo quiso venirse, ya con 45 años, casado y con hijos se vino para acá”, continuó.

Sin embargo, la sorpresa fue que cuando llegó con esos planes se topó con que nadie en Culiacán sabía el ramo, ya que en esa época de finales de los sesenta lo fuerte eran los huaracheros y los talabarteros. Aquí no existían fábricas de zapatos como sí lo había en Guadalajara.

Pese a que don Manuel ya contaba con la infraestructura, es decir, toda la maquinaria y herramientas que necesita un fabricante de zapatos, tampoco encontró quien las supiera utilizar en la ciudad: “no había gente que tuviera nociones de lo que era el ramo de fabricación de calzado”, explica su hija.

“A la gente se le hacía muy difícil la fabricación, porque la fabricación de un zapato implica hacer moldes, medir, diseñar, es un oficio muy artesanal y aquí la gente solo hacia huaraches, que no llevaba mucho detalle su elaboración”, precisa.

En cambio, ser zapatero a la manera tradicional, implica todo un proceso de elaboración, desde curtir la piel, cortarla, hacer moldes en hormas de madera, etc.

“A raíz de eso él dijo, bueno, si yo sé fabricar un zapato fácilmente los voy a poder reparar, y ahí surge la idea de reparar el zapato. Mi papá se dio cuenta que tampoco habían talleres de reparación de zapatos en Culiacán: ahí surgió la idea del negocio”, mencionó.

“Nos gusta arreglar las cosas y hacerlo bien”

María de los Ángeles comparte a Espejo por qué Reparadora de Calzado Jalisco se ha mantenido por 56 años en Culiacán, y esto es porque son de los pocos talleres donde a la gente le garantizan el trabajo.

Enfatiza que eso hoy en día es muy difícil porque ya casi no se fabrican zapatos de piel como antes, sino que el mercado de la moda en la actualidad ha incursionado con materiales más sintéticos, lo que hace más complicado el trabajo de un reparador de zapatos tradicional.

Aun así, confiesa, el negocio sigue siendo redituable.

“De repente mucha gente puede pensar, ¿quién va arreglar zapatos si te va salir caro? Mejor comprar unos nuevos. Pero, ¿qué pasa? El costo de los zapatos están muy elevados y la calidad ya se salió; entró la moda, el diseño, el color, pero la calidad lamentablemente se fue”, defiende.

Lo mismo pasa con los tenis, continua, elaborados con vinílicos y lonas, haciendo que el calzado sea menos durable y mucho más costoso; de ahí que su taller de calzado siga teniendo mucha demanda entre los culichis: “Dicen, sabes, prefiero arreglar este detallito que comprar otro”, comenta.

La escuela de don Manuel Durán Herrera

 

Reparadora de Calzado Jalisco no solo fue un negocio familiar, sino que con los años muchos trabajadores aprendieron el oficio y posteriormente se fueron independizando. Los primeros fueron sus hermanos, que con el tiempo también decidieron crear sus propios negocios en otras ciudades como Tijuana o Monterrey.

Pero María de Los Ángeles se quedó donde surgió todo, la matriz. Recuerda cómo de niña se crió entre los zapatos que reparaban su padre y sus hermanos. Tras la muerte del primero hace 35 años, la familia pensó en cerrar el lugar, pero por iniciativa de ella se hizo cargo del legado de don Manuel hasta la fecha.

“En el tiempo de mi papá, que fue la mejor época, tuvo hasta 15 trabajadores. Iniciamos en un local enfrente, aquí ya tenemos 11 años. En 1968, ese local era de una hermana de mi papá y ella se lo prestó para que pusiera su negocio. Nosotros vivíamos adentro en la misma casa esa y el negocio”, recuerda.

“Conforme el negocio creció nos fuimos a una colonia, porque gracias a dios rindió frutos y tuvo sus años dorados, hay mucha gente que nos conoce desde hace 50 años porque seguimos en el ramo zapatero”, destaca.

Aparte de ser un negocio que le da de comer a ella y su familia, María de los Ángeles sigue disfrutando  mucho el trabajo, principalmente por el recuerdo de su padre y la satisfacción de saber que él formó este legado, con ellos y en Culiacán: “el comercio es el mejor de los oficios, que te deja vivir honestamente y tranquilamente”, sostiene.

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