Culiacán, Sinaloa.- “Nunca había estado más vulnerable que en una sala de parto”, reconoció Heidy al narrar el momento en que, con 18 años de edad, tuvo que soportar no solo el dolor físico propio de un parto, sino también el dolor emocional causado por el personal de salud diciéndole frases como “¿Cuando te lo estaban haciendo también estabas gritando?” o “Cállate, no duele tanto”.

Heidy llegó al hospital con la fuente rota, donde duró dos días con dolor antes de que su hija naciera, tiempo en el que no se le permitió tener contacto con su familia y era constantemente atormentada con frases cargadas de crueldad y burla.

“Fueron más de 2 días de mucho mucho dolor en el que constantemente me decían, ‘No estés gritando’, ‘no estés llorando’, ‘ya cállate’, ‘ya baja la voz’, ‘hay otras mujeres aquí que están pariendo’, ‘no te duele tanto porque yo también he tenido un hijo y yo no estaba así de gritona como como tú’”, dijo.

Después de dos días de dolor, a Heidy se le realizó una cesárea de emergencia, pero nunca se le informó cómo iba a ser el procedimiento o lo que sentiría durante ese momento.

En ese entonces, ella solo estaba preocupada porque su hija y ella sobrevivieran al dolor, pero tiempo después, al formar parte del colectivo Tejiendo Redes, descubrió que lo vivido en el parto fue una forma de violencia de género e institucional que aunque muchas mujeres también la han vivido, no debe ser normalizada.

La violencia obstétrica es definida por el Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE) como una forma de violencia contra las mujeres y otras personas con capacidad de gestar. Ésta tiene lugar en los servicios de salud públicos y privados, durante la atención del embarazo, parto y puerperio.

“Puede incluir la negación del acceso a servicios de salud reproductiva; un trato cruel, inhumano o degradante; el suministro excesivo de medicamentos; la práctica de cesáreas no justificadas, así como cualquier acción que menoscabe su capacidad de decidir de manera libre e informada sobre sus procesos reproductivos”

En México,  las mujeres de 15 a 49 años que tuvieron un parto o cesárea entre 2016 y 2021, el 33.4% experimentó maltrato en la atención obstétrica durante la cesárea y 29.6% en el parto. Del mismo modo, el 19.5 % de las mujeres que tuvo cesárea vivió maltrato psicológico y/ o físico y a 23.7 % se le realizó tratamiento médico no autorizado. Asimismo, de las mujeres que tuvieron un parto, 22.0 % experimentó maltrato psicológico y/ o físico y a 16.9 % se le practicó tratamiento médico sin su autorización. 

Lo anterior según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH)  del INEGI, quién, a partir del 2016 agregó un apartado sobre las experiencias de atención del último parto, convirtiéndose así en la primera vez que se contó con información sobre este fenómeno a nivel nacional y estatal, según GIRE.

Violencia obstétrica en Sinaloa

La Comisión Estatal de Derechos Humanos de Sinaloa (CEDH) y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) han emitido recomendaciones a hospitales de Sinaloa relacionadas con este tipo de violencia.

El pasado 20 de enero del 2025 la CNDH informó sobre la emisión de cinco recomendaciones al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) por violencia obstétrica acreditada en diferentes hospitales, entre ellos el Hospital General de Subzona con Medicina Familiar número 4 en Navolato, Sinaloa.

En el comunicado se lee lo siguiente:

“Las investigaciones de la CNDH en torno a los cinco casos acreditaron inadecuada atención médica, falta de valoración adecuada de las víctimas, inadecuado control prenatal, deficiencias en la atención de los partos —en aquellos casos en los que el embarazo pudo llevarse a término—, y omisiones en la realización de estudios clínicos de las pacientes, de evaluación del bienestar fetal y en la integración del expediente clínico, así como trato discriminatorio y deshumanizante por parte de personal de salud”

Por otra parte, la CEDH de Sinaloa emitió una recomendación en diciembre del 2024, dirigida a la Secretaría de Salud del Estado de Sinaloa, en la que acreditó un acto de negligencia médica por parte del personal de salud del Hospital General de Los Mochis.

De acuerdo a los hechos relatados, una mujer llegó al hospital en trabajo de parto, pero sin justificación alguna se retrasó la cesárea que solicitó, lo que resultó en la muerte de su bebé por sufrimiento fetal agudo.

Heidy Mares activista feminista miembro de la colectiva “No se metan con nuestras hijas”, explicó que después de su experiencia y tras participar en círculos de apoyo con otras mujeres que han sufrido violencia obstétrica, puede afirmar que el maltrato obstétrico es más común de lo que parece en el Estado, pero suele ser normalizado y hasta invisibilizado.

“¿Por qué? Porque mientras estás en el parto tu primer pensamiento es sobrevivir, entonces mucho tiempo después es que estas mujeres se dieron cuenta que sufrían violencia obstétrica”, dijo.

Este fenómeno fue estudiado por Olga Beatriz García Rodríguez, antropóloga de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), quien realizó un trabajo etnográfico con víctimas de violencia obstétrica y encontró que es un problema muy normalizado en Sinaloa.

Con base en las entrevistas que realizó la académica, detectó que no existe mucho conocimiento en la sociedad sobre lo que es la violencia obstétrica y que muchas mujeres que lo han vivido no lo reconocieron como tal hasta tiempo después.

“Tengo más de 90 entrevistas y la mayoría decía que no, que era el trato normal que le habían dicho sus abuelas, sus mamás, que se recibía por parte de los médicos o el área de la institución médica,  ‘pues me gritaron lo normal de oye, bien que no gritaste cuando lo estabas haciendo, aguántate’”, dijo.

“Son muchas historias de vida con esa narrativa de ‘yo me quería ir y ya los años sí supe que me habían violentado, ya los años sí supe que fue negligencia’,. cómo que no te vuelves consciente de esta violencia porque muchos la naturalizan y no quieren pensar en eso, quieren pensar en sobrevivir”, agregó.

Una de las prácticas más comunes de violencia obstétrica, según explicaron Mares y García, es que las mujeres son sometidas a cesáreas sin haber una justificación de por medio, debido a que esta intervención quirúrgica le permite a los centros de salud públicos tener un control sobre los tiempos y las cantidades de partos que son atendidos en el nosocomio, mientras que en el sector privado permite el realizar tratamientos más costosos.

“El hecho de que los médicos y sobre todo en el sector privado ajusten una fecha de cesárea, les da a ellos el poder hacer del nacimiento algo más mecánico, algo que se ajuste más a situaciones que ellos puedan controlar para de esa manera evitar errores que los puedan poner a ellos como en otros términos de negligencia médica”, dijo Mares.

“Radica en el convencimiento a procesos médicos que cuestan y que tú tal vez no te querías hacer. Pueden llevarte por un camino para la cesárea, llevarte por un camino para la inseminación”, dijo.

Sin embargo, García dijo que no se trata solo de estigmatizar al personal de salud, pues también tiene que ver con la gran carga de trabajo que las y los médicos deben asumir para darle atención a todas las pacientes.

La violencia obstétrica se hace visible en Sinaloa

La violencia obstétrica es un tipo de maltrato que aunque no es nuevo, apenas empieza a ser visible en Sinaloa, pues el pasado 30 de enero del 2025, el Congreso del Estado aprobó reformas a la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y al Código Penal del Estado, con el objetivo de tipificar la violencia obstétrica y establecer sanciones para quienes la cometan.

Lo anterior contempla establecer el término de “Violencia Obstétrica” a cualquier acción u omisión del personal de salud, ya sea en instituciones públicas o privadas, que dañe, denigre, discrimine o brinde un trato deshumanizado a mujeres o personas gestantes durante el embarazo, parto, puerperio o en una emergencia obstétrica.

Esta tipificación fue bien recibida por colectivas feministas, quienes mencionaron que era algo que ya se les debía a las mujeres y personas con capacidad de gestar.

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