Aquí llegaron a presentarse los cantantes y show man más importantes de México e internacionales del siglo pasado. Julio Iglesias, Armando Manzanero, “El Loco” Valdez, Carlos Lico, Marco Antonio Muñiz; infinidad de orquestas y tríos. Fue el punto de encuentro para melómanos, noctámbulos y para amantes del baile, del danzón, mambo y la música de influencias caribeñas.

Culiacán era apenas una ciudad en vías de desarrollo o simplemente un racho grande a inicios de la década de los 70, con escasos 160 mil habitantes.

Sobre la avenida Álvaro Obregón todavía lucían los viejos medios de transporte conocidos como “arañas”, tranvías jaladas por caballos; a los mercados de la ciudad arribaba gente de la sierra para intercambiar gomas de opio por comida, enseres o ropa con toda normalidad.

En paralelo la ciudad se iba llenando de bienes y servicios para sectores con mayor nivel adquisitivo,  principalmente por la bonanza económica producto de la expansión de la agricultura industrial. Un aspecto importante de esta época fue el nacimiento de una vida nocturna y en este contexto Culiacán llegó a tener su propia zona rosa.

Este punto se encontraba sobre el bulevar Emiliano Zapata, entre la avenida Álvaro Obregón y Nicolás Bravo. En este tramo llegaron a converger las primeras discotecas, bares, salones de baile y cantinas. Muchos adultos mayores de Culiacán suspirarían al recordar momentos en la Pantera Rosa, El Cluviet, Restaurante El Delfín, El Acuario y La Fuente.

Es justo este último lugar el tema principal de este texto, ya que era el único sobreviviente de esta época hasta hace apenas unos días cuando anunciaron su cierre definitivo. La Fuente llegó a inspirar hasta escritores de la localidad para muchos escenarios ficticios, basados principalmente en la confluencia de la aparición un sector con dinero mal habido con la “gente de bien”.

La primera época del bar La Fuente surgió bajo la iniciativa del empresario Plinio Cayo Soto Herrera y Cairo, en un inicio donde actualmente se ubica una sucursal del banco BBVA, entre calles Morelos y Manuel Bonilla.

En el libro “Personajes y Anécdotas en Extinción vol.2” de José Piña González se la describe con una grande palapa adaptada para centro nocturno con pista de baila e iluminada con las velas instaladas en las mesas, además de contar con una gran cocina con platillos de primera.

“Este negocio prosperó bastante debido al carácter de Plinio que era empresario nato, de clase mundial, otra de las ventajas que hicieron posible el gran éxito de este negocio fue que esa parte de la ciudad fue bautizada como la Zona Rosa de Culiacán al asentarse negocios de este giro”, se lee.

Otro de los viejos clientes asiduos de La Fuente por esos años era el escritor Leónidas Alfaro Bedolla, a quien Espejo tuvo la oportunidad de consultar para recaudar viejas anécdotas, compartiendo que incluso llegó a ser amigo de Plinio, reconociéndolo como una persona altruista y amante del arte.

“Estamos hablando de principios de los setenta,  los que vinieron primero a la inauguración fue el Loco Valdez y Marco Antonio Muñiz. Después de él vino el yucateco Carlos Lico. Ellos no venían solo a la inauguración, se quedaban tres o cuatro días. Se presentaban con un show completo de 3 horas mínimos y llenos a reventar”, recuerda.

Sin embargo, de entre todas las historias que él vivió ahí destaca una donde él llego ser uno de los protagonistas de la noche. Se refiere a la vez que se presentó el cantante español Julio Iglesias en La Fuente, transcurría el año de 1975 o 1976, rememora.

“Yo tenía en aquél tiempo tenía un amigo que tenía vínculos con el narcotráfico, cuando todavía ni se les llamaba así”, menciona.

“Llegamos en el momento en que estaba lleno el lugar, pero este camarada, para empezar amigo de los policías, Antonio Morales Beltrán, él yo y otros dos amigos, éramos los galanes de la colonia Mazatlán y nos reuníamos para ir a La Fuente a conocer chicas jóvenes principalmente”, comparte.

Aquella noche ese tal Toño Morales iba vestido de manera muy presuntuosa como casi siempre, una especie de galán sinaloense estereotipado con su sombrero texano. Leónidas él y otros amigos ingresaron al lugar en el momento en que se encontraba más lleno, quedándose en la entrada parados al interior del recinto con todas las mesas alrededor.

Julio Iglesias ya amenizaba con sus canciones de moda, ya era un artista consagrado de talla mundial. Entre esas canciones el español se tomó unos minutos para dirigir un discurso al público culiacanense, destacando el buen recibimiento que había tenido durante sus presentaciones anteriores en ciudades como Monterrey, Guadalajara y el antiguo Distrito Federal.

Leónidas, presente ahí, recuerda como el músico presumía que en todas esas ciudades le habían dado las llaves de la ciudad por la figura que él representaba y en eso se escuchó un ruido que dejó inerte a Julio por unos 3 o 4 segundos.

“Para esto yo vi que Toño sacó la 45 que tenía fajada en el pantalón y le quitó el cargador y grita ‘ahí le va compa, las llaves de la ciudad’ y se fue el cargador volando y cayó justo en los pies de Julio Iglesias. Él no se sorprendió ni nada, se agachó, levantó el cargador y lo puso a la altura de sus ojos y dijo: ‘¡Hombre! Esta es una llave soberbia’. Se encamina hacia nosotros y le devuelve el cartucho a Toño y le dice: ‘!Hombre! Sos un majo’, y eso que chingados quiere decir”, le contesta.

— Que es usted un hombre guapo — le contesta Julio Iglesias.

— Me permite usted su sombrero, porque quiero ponerme el sombrero para sentirme sinaloense y he preparado una canción para el final de mi presentación, pero en honor a usted la voy a cantar de una vez.

“Se dirige a la orquesta, hace una seña, y taca, taca, taca…. El Sinaloense. Julio Iglesias nos cantó el sinaloense y ya sabrás. La gente a rabiar, aplausos, Toño fue el héroe de la noche”, así lo asegura que sucedió aquella noche Leónidas Alfaro.

Espectáculos de este tipo y de gran nivel de producción llegaron a verse en La Fuente hasta mediados de los noventa, cuando el terreno donde se encontraba la gran palapa fue pedido a Plinio por los propietarios. Inmediatamente apareció por la banqueta de enfrente otro establecimiento con el nombre La Fuente, inspirado en el lugar anterior, pero ya bajo otros administradores y con otro tipo de público más regional.

De acuerdo a José Piña, este lugar fue de gran éxito local durante todas las décadas de los setenta y ochenta, sin embargo, también el monstruo de la violencia comenzaba a recrudecerte modificando los hábitos de consumo de la vida nocturna en Culiacán.

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